El papa Francisco (el segundo que no es europeo y el primer americano) representó un esfuerzo de que la Iglesia diera un paso más progresista en diversos temas y dejara de ser lo que ha sido históricamente; una institución en esencia cerrada, dogmática, intolerante y conservadora. En efecto, cuando una de las diversas corrientes cristianas, preponderante en Roma, fue reconocida en el siglo IV por el emperador Constantino I (llamado “Constantino de la Cruz”) no sólo como una religión tolerada, sino como la religión de Estado del Imperio, esa corriente —el catolicismo— se hizo mucho de lo que condenaba y de lo que padeció cuando era prohibida: la intolerancia y persecución de otras corrientes religiosas (incluso cristianas).

Además, siendo ya una iglesia no sólo religiosa sino también una institución política (con enorme influencia), además de adquirir gran poder económico, adecuó su interpretación de los escritos bíblicos a sus necesidades y conveniencias político-económicas.

Hay una gran contradicción entre las enseñanzas y valores del Antiguo Testamento respecto del Nuevo (las enseñanzas de Jesucristo).

Capitalinos y turistas acudieron a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México a orar luego de conocer la noticia de la muerte del Papa. Foto Hugo Salvador / EL UNIVERSAL
Capitalinos y turistas acudieron a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México a orar luego de conocer la noticia de la muerte del Papa. Foto Hugo Salvador / EL UNIVERSAL

Si había que recurrir a la persecución de paganos y herejes o hacer la guerra contra algún pueblo o sector de la población dentro del Imperio, se escudaba la Iglesia en las guerras y matanzas hechas u ordenadas por Yahvé, el Dios del Antiguo Testamento (y muy distinto al presentado por Jesús).

Y sólo cuando conviniera acudir a las enseñanzas propiamente de Cristo, más de tolerancia, perdón, amor y misericordia, entonces se hacía de esos recursos (pocas veces, en comparación con el recurso al Antiguo Testamento).

También la Iglesia se convirtió en enemiga de la ciencia, cuando ésta resurgió durante el Renacimiento, pues muchas de sus primeras conclusiones contravenían la interpretación literal de la Biblia.

Pero igualmente, dado que la Iglesia constituía en sí misma un poder político esencialmente autocrático, se pronunció en contra de la democracia, a la que veía como un régimen más bien tendiente a la libertad de creencias, al laicismo y cierta inclinación a lo que se percibía como un desorden anárquico.

Ese conservadurismo ideológico y político de la Iglesia se fue diluyendo en cierto grado después del siglo XIX, cuando esa institución (a raíz de la unificación de Italia y la absorción del poder por parte del Estado) dejó de ser una religión de Estado.

A quien tocó enfrentar dicho suceso fue al Papa Pío IX, que habiendo sido ligeramente liberal al inicio de su pontificado, se fue volviendo más intolerante y conservador, y frente al nuevo Estado italiano, incluso excomulgó a la nueva élite política y amenazó con hacerlo también con cualquier ciudadano que participara en política de alguna manera.

Pero después de eso, los papas que le sucedieron dieron como hecho el nuevo status de la Iglesia como una que ya no era de Estado y, en menor o mayor medida, fueron flexibilizando la postura de la Iglesia en muchos temas, haciéndose en general algo más tolerante, abierta y comprensiva.

El Papa Francisco intentó dar varios pasos en esa dirección, en temas como la igualdad de la mujer (que en el catolicismo no puede ejercer el sacerdocio), la diversidad sexual, la tolerancia y el diálogo con otros cultos, y la justicia social.

Sin embargo, no logró mucho en esos temas, pues los grupos más conservadores del clero católico ejercieron un muro de resistencia. Veremos quién lo sucede y qué posiciones presenta.

Analista. @JACrespo1

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