En 1944, antes de que se iniciara el verdadero problema de salinidad de las aguas del Río Colorado, México y Estados Unidos firmaron el tratado de aguas para la distribución de aguas internacionales entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América, firmado en Washington el 3 de febrero de 1944, el objetivo fue regular la utilización de las aguas, tanto del Río Colorado como del Río Bravo. Este tratado quiso plasmar en un documento jurídico lo que la costumbre ya había consagrado, fijando la cantidad exacta a la cual tenía derecho México, o sea 1,850 millones de metros cúbicos de agua. Lamentablemente no se hizo mención expresa de la calidad del agua. A partir de entonces los negociadores mexicanos de las distintas épocas en el asunto del Río Colorado sostuvieron la tesis de que una interpretación conjunta y global del tratado señalaba una calidad del agua aceptable, lo cual no cumplieron los Estados Unidos lanzando a México un torrente de agua de gran salinidad.

El artículo 10 del mencionado tratado estableció que “Las aguas del Rio Colorado, cual quiera que fuera su fuente se asignaría a México una cuota de 1,850 millones de metros cúbicos, los Estados Unidos estaban obligados a entregar aguas del Rio Colorado o sus afluentes y no como ocurrió más delante de otras procedencias, sin el conocimiento y menos el consentimiento de México se realizaron perforaciones en el valle o la meseta de Wellton Mohawk, en Arizona. A los agricultores de la región les pareció fácil arrojar grandes depósitos salinicos de los pozos a Rio Gila tributario del colorado, aumentando desde 2,500 hasta 4,000 partes por millón lo que causo un daño irreversible a tierras mexicanas.

Nuestro país por los conductos diplomáticos adecuados protestó. Iniciándose las negociaciones. Los Estadounidenses afirmaban con virtud de pasar por 7 estados (Colorado, Nuevo México, Utah y Wyoming cuenca alta, Arizona, California y Nevada) los usuarios tenían derecho a la utilización que les fuera conveniente.

Las negociaciones anteriores culminaron con la celebración y firma del acta 218 del 22 de marzo 1965 que tuvo por objeto establecer una prolongación de las aguas para mediante la construcción de un canal llegar a la presa Morelos (ubicada al norte de Mexicali, Baja California, en territorio mexicano).

El acta 218 constituyó un paliativo pero no la resolución de fondo de este grave problema. No se garantizaba a México una calidad adecuada y se le obligaba aceptar un dilema cuyos extremos eran insatisfactorios: utilizar menos agua de la asignada en el tratado (1,850 millones de metros cúbicos). Se deseaba un mejor índice de salinidad o cubrir su cuota con mejor calidad de agua. El acta mencionada tuvo una vigencia de 5 años la cual fue prorrogada dos veces, primero durante la administración del presidente Diaz Ordaz y después durante el primer año de la administración del presidente Luis Echeverria.

Al inicio de la administración del presidente Echeverria se iniciaron mesas de análisis y negociaciones con la Casa Blanca. En ese entonces se estableció una relación personal y directa del Lic. Emilio Rabasa entonces canciller, brillante por cierto y patriótico sin duda alguna. Fue él quien propuso obtener una definitiva solución a este importante problema y el agravio del gobierno estadounidense por su intromisión.

El entonces secretario de estado Williams Roger atendió la petición del estado mexicano para que atendiera la justa demanda de los campesinos dañados del valle de Mexicali, sin embargo, no se resolvía nada, el secretario de estado capoteaba al canciller mexicano que entraba por una puerta y lo obligaba a salir por otra, no se lograba ningún fruto, era una burocracia interminable. Por ese camino México nunca obtendría ningún resultado positivo. Se recurrió entonces a la participación de un funcionario clave: Henry Kissinger para entonces muy famoso ex profesor de Harvard y consejero de la Casa Blanca para asuntos de seguridad nacional y brazo derecho del presidente Richard Nixon en la planeación y ejecución de la política internacional de los Estados Unidos.

En histórica reunión entre el Dr. Kissinger y Rabasa en Acapulco en marzo de 1972 accedió a participar en la negociación de este grave problema y de obvia resolución. México se iniciaba en la administración del Presidente Echeverria en una política exterior digna, soberana y no subordinada. En ese puerto se inició la primera charla para la resolución de la salinidad del Rio Colorado y su consecuencia para la agricultura mexicana en el valle de Mexicali, el problema había sido originado en los Estados Unidos por el lavado de tierras y el único beneficiado era el estado de Arizona que retenían para sí aguas que debían de ser entregadas a México y el único perjudicado era nuestro país.

Finalmente, México negoció con su contraparte lo relativo a los daños y perjuicios sufridos en el valle de Mexicali por la salinidad. La conclusión fue exitosa, los Estados Unidos bajo el gobierno de Nixon apoyo la resolución definitiva al problema con visión de futuro de garantizar la subsistencia de miles, quizás millones de mexicanos.

El empeño de México fue recibir de la presa Morelos agua con buena calidad que se fijo en el acta 242 a partir del 24 de junio 1974. Así concluyó el grave problema que nos había perjudicado por más de 12 años.

(Reporte de 6 años de relaciones internacionales de México 1970-76 de don Alfonso Garcia Robles, secretario de Relaciones Exteriores)

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