Quedan pocas dudas sobre con quién están las lealtades o deudas de Trump. A pesar de ser evidentemente falsos, el presidente estadounidense ha asumido como propios los argumentos de la propaganda rusa como que Ucrania comenzó la guerra, EU ha contribuido con más recursos que Europa o Zelensky es un dictador con índices de popularidad de un dígito. Trump utiliza esta narrativa para justificar que la negociación de la paz en Ucrania sea únicamente con Rusia, excluyendo tanto a Europa como a los ucranianos. Por si fuera poca concesión a Putin, funcionarios de la administración Trump han adelantado que, como resultado de la negociación, Ucrania no recuperaría territorios ocupados y no se integraría a la OTAN, dos demandas rusas hasta ahora irrenunciables. La cereza de la tarta Sharlotka que prepara Trump para los rusos es que, antes siquiera de sentarse en la mesa de negociación, Europa tendría que levantar las sanciones a Rusia. En otras palabras, renunciar ex-ante a una de sus palancas más efectivas.

Hace ocho años, enviados estadounidenses viajaron a Europa para participar en la Cumbre de Seguridad de Munich y sostener reuniones con sus contrapartes de la OTAN con el fin de tranquilizarlos ante la retórica incendiaria de Trump. Esta vez han hecho lo contrario. Tanto el vicepresidente como el secretario de Defensa recetaron a sus aliados discursos plagados de ignorancia, condescendencia y agresividad, llegando al extremo de asegurar que la mayor amenaza contra Europa viene “de adentro”. Como si fuera una mala película distópica, Trump y Putin pretenden repartirse el botín de Ucrania y dejar que la cuenta la pague Europa.

Zelensky ha reaccionado con valentía, exigiendo participar en cualquier negociación, demandando garantías de seguridad y desmontando los infundios de Trump y Putin. Exhibiendo la hipocresía del presidente estadounidense, ofreció renunciar a cambio del ingreso de Ucrania a la OTAN y resistió hasta atemperar la extorsión de EU, que reclamaba 500 mil millones de dólares en tierras raras bajo suelo ucraniano como pago por la ayuda estadounidense. Por su parte, la UE se ha dividido, en buena medida por Hungría y Eslovaquia, aliados rusos en Bruselas. Sin embargo, con el apoyo de países like-minded, obtuvo por lo pronto dos victorias importantes en la ONU en el tercer aniversario de la invasión rusa, con una resolución propia -por la que EU votó en contra al lado de Rusia y Corea del Norte- y enmendando sustantivamente una vergonzosa propuesta estadounidense antagonista. A ello hay que agregar el fracaso de la intromisión de la dupla Kremlin-Musk en favor de la ultraderecha nazi en las elecciones alemanas.

Resulta difícil dilucidar si lo que mueve a Trump son las oportunidades de negocios en Ucrania y Rusia, la decisión de dividir al mundo en tres esferas de influencia (América para los americanos, Europa para Rusia y el Indo-Pacífico para China), una simple claudicación ante Putin o una combinación. Abrumados por la metralla, muchos se comienzan a cuestionar si es deseable una paz a toda costa. Pero hay muchas más preguntas: ¿qué va a hacer el establishment de política exterior y seguridad nacional estadounidense?, ¿recuperarán la espina los republicanos y los medios tradicionales?, ¿despertarán pronto los demócratas?, ¿será Europa capaz de mantenerse firme en caso de una embestida conjunta ruso-americana?

Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos @amb_lomonaco

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