El impuesto a las remesas se suma a una serie de medidas punitivas que la administración Trump ha aplicado a México en unos cuantos meses. Confirma que la relación con EU no es tan buena como insisten la presidenta, sus propagandistas y algunas analistas. Exhibe también una considerable pérdida de capacidad en la operación diplomática mexicana.
El régimen cosecha lo que ha sembrado durante siete años. Aislamiento del mundo y una austeridad mal entendida han provocado pérdida del músculo de México. Pleitos innecesarios, cambios constantes de reglas y coqueteos con adversarios de Occidente han generado desconfianza de socios y vecinos. Inseguridad jurídica, corrupción, criminalidad e impunidad han deteriorado la imagen del país. Cancelación de contratos de cabilderos, desatención al congreso, empresarios, medios y otras esferas de poder en EU han reducido la capacidad de influencia de México sobre decisiones en ese país. De muy poco sirven los halagos de Trump a la presidenta al momento de la verdad.
En el caso de las remesas, el gobierno reaccionó mal y tarde. Ha recurrido a argumentos tan sobados como inútiles (“se van a dar un tiro en el pie”), endebles (“es discriminatoria” o “es una doble imposición”, como si no hubiera docenas de ejemplos en los sistemas tributarios de ambos países) o falsos (“viola el T-MEC y ‘otros’ acuerdos internacionales”), mediante una diplomacia epistolar y de declaraciones para consumo interno, incluyendo la amenaza de “movilizaciones”, que en México serían irrelevantes y en EU contraproducentes. A pesar de viajar con bombo y platillo a Washington, las misiones legislativas han resultado extemporáneas y meramente testimoniales. Si el impuesto a las remesas no ha sido aprobado no es por las acciones del gobierno mexicano sino por las disputas republicanas en torno a Big Beautiful Bill.
La “crisis” de las remesas demuestra lo mal preparado que está el régimen para prevenir golpes del trumpismo pero también lo ávida que está la presidenta de usar los ataques de EU para distraer y generar unidad contra un enemigo común, como han hecho tantos líderes bajo asedio en la historia y que Fidel Castro convirtió en un arte. Desde luego, la importancia de las remesas para las comunidades que disfrutan de su derrama y las familias que las reciben no puede subestimarse. Su relevancia en la economía mexicana bajo los gobiernos de Morena se ha vuelto todavía mayor por el aumento de su peso relativo con respecto a otras fuentes de divisas y porque se convirtieron en un salvavidas en períodos de bajo o negativo crecimiento, como lo fue durante la pandemia. Sin embargo, de aprobarse, el impacto financiero de los impuestos podría ser relativamente limitado, porque los migrantes seguramente encontrarán la manera de darles la vuelta, quizás a través de hijos o compadres que sean ciudadanos estadounidenses. El verdadero golpe, el golpe político y simbólico, sería al gobierno. Pese a que son evidencia de la incapacidad de México para retener a sus nacionales, López Obrador se colgó la medalla de las remesas. A fuerza de presumirlas, las hizo suyas y, en el imaginario de los beneficiarios, parte de los programas sociales del gobierno. El régimen que se asumió “dueño” del éxito de las remesas ahora lo puede ser del fracaso en su intento de protegerlas.
Diplomático de carrera por 30 años, fue embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos @amb_lomonaco