«Más confío en el trabajo que en la suerte.»
Proverbio latino
La historia del trabajo también es la historia de la dignidad humana. Esta frase bien puede encabezar la memoria del 1º de mayo, fecha que no nació como día festivo, sino como un grito de justicia, encendido por la lucha obrera, por las jornadas interminables, por la explotación impune y por la vida que se consumía en las fábricas. El 1º de mayo de 1886, por la gran explotación al sector obrero, trabajadores de Chicago iniciaron una huelga para exigir la jornada laboral de ocho horas; el 4 de mayo ocurrió la llamada revuelta de Haymarket, que terminó en violencia y represión. Varios líderes obreros fueron condenados a muerte en juicios irregulares. A ellos se les recuerda como los mártires de Chicago. Aunque el epicentro de la lucha se dio en los Estados Unidos de América, fue en Europa y América Latina donde la fecha se adaptó como símbolo internacional de la lucha de clases. En 1889, la Segunda Internacional Socialista proclamó el 1º de mayo como Día Internacional de los Trabajadores.
Más que una efeméride en el calendario, este día es una advertencia y un recordatorio de las conquistas logradas con sangre y organización, un llamado a no olvidar que los derechos laborales no fueron obsequio de los poderosos, sino resultado de la presión social. Por ello resulta pertinente preguntarnos: ¿Qué nuevas formas de esclavitud moderna estamos aceptando bajo el disfraz del emprendimiento o de la libertad de contrato?, ¿qué significa en la actualidad un «empleo digno» en un mundo donde la automatización y la precariedad acechan?
En México, la conmemoración del 1º de mayo se consolidó tras la Revolución mexicana, cuando la Constitución de 1917 reconoció los derechos laborales: jornada de 8 horas, salario justo y derecho a huelga. Sin embargo, el desfase entre letra y realidad sigue siendo un desafío. Todavía subsisten algunos sindicatos cooptados, trabajadores invisibles (como repartidores de aplicaciones digitales) y jornadas disfrazadas de “flexibles” que plantean nuevas batallas. Con la llegada de la pandemia por el COVID-19, millones de trabajadores realizaron sus labores a
distancia desde sus hogares, algunos de ellos todavía no han vuelto a las oficinas, esto les ha generado mayor estrés, aislamiento social y problemas de salud mental. El 24 de abril de 2021 entró en vigor la reforma para regular el outsorcing, con el objetivo de mejorar las condiciones de los trabajadores, garantizando el pago de prestaciones y derechos, evitando así la desprotección que a menudo conlleva la subcontratación.
En un giro preocupante de las políticas migratorias en Estados Unidos, 28 migrantes fueron acusados por ingresar a una nueva zona militar restringida en la frontera con México, establecida por la administración Trump. Esta franja de 274 kilómetros de largo y 18 metros de ancho en Nuevo México, patrullada por tropas en servicio activo, fue declarada “Área de Defensa Nacional”, equiparándola a una base militar. Los migrantes enfrentan cargos no solo por cruzar ilegalmente la frontera, sino también por violar normas de seguridad en una zona militar, lo que agrava su situación legal. La militarización de la frontera y la criminalización de quienes buscan trabajo y una vida mejor, reflejan un endurecimiento sin precedentes en la política migratoria estadounidense. Los migrantes mexicanos en EE. UU., generan anualmente alrededor de 338 mil millones de dólares, equivalentes al Producto Interno Bruto de Colombia. Además, siete de cada diez trabajadores agrícolas en dicha nación son de origen mexicano. No son solo migrantes, son pilares invisibles de dos naciones. Sin ellos, muchas de las estructuras económicas de ambos países se desmoronarían, es momento de dignificarlos en lugar de criminalizarlos.
El 1º de mayo sigue vigente porque la desigualdad no ha desaparecido, solo ha cambiado de rostro en muchos casos. Mientras haya quienes trabajen sin descanso, sin derechos y sin voz, no es un día de descanso: es un día de conciencia.