Cuando el nuevo gobierno, desde el año pasado, parecía haber cambiado la postura anterior de no viajar a ninguna parte, a través de la asistencia de Claudia Sheinbaum a la cumbre del G20 de Río de Janeiro en noviembre del 2024, y varios meses después a la invitación que se le hizo para participar, como a todos sus predecesores, en la cumbre del G7 en Canadá, muchos pensaron que se dejaba atrás la posición de Andrés Manuel López Obrador de no salir del país y se volvía a una actitud normal, civilizada, moderna, de cumplir con todos los compromisos internacionales de México. Muchos vieron en ese par de cambios, con algo de razón, una mutación afortunada. Parece que en eso tampoco entendían la relación que existe entre este sexenio y el anterior.

Hace algunas semanas la presidenta Sheinbaum anunció, explícita o elípticamente, que ya no viajaría el resto de este año. Es decir, que ya no asistiría a ninguna de las reuniones internacionales programadas para los últimos meses del 2025. Para empezar, y a pesar de las inevitables dificultades para obtener un buen espacio para su pronunciamiento ante la Asamblea General de la ONU, decidió no asistir a la misma. Primera ausencia. Pero son muchas más. A lo largo del último cuatrimestre de este año, están programadas la reunión de APEC en Corea del Sur del 31 de octubre al 1 de noviembre, la cumbre de la desafortunada CELAC con la Unión Europea -que nunca debió existir- el 9 y 10 de noviembre, el G20 en Sudáfrica del 22 al 23 de noviembre, y la Cumbre de las Américas en República Dominicana a principios de diciembre. En principio, si volvemos al pronunciamiento de Sheinbaum en una mañanera hace ya casi un mes, no asistirá a ninguna de estas reuniones.

Las consecuencias negativas para el país de la indigencia de López Obrador fueron evidentes a lo largo de los años. Él no viajaba, claro, pero entonces nadie viajaba a México. No recuerdo ningún sexenio, desde el de Gustavo Díaz Ordaz en los años sesenta, en que nos hayan visitado menos mandatarios extranjeros que en el de López Obrador. Trump no vino; Biden una vez; Trudeau una vez; y lo demás, salvo Lula al mero final de su mandato, de puros países bananeros. Es lógico. Si el presidente de México no visita a sus homólogos, estos últimos no lo visitan a él. Con López Obrador eso ya se vio. Pero los encuentros bilaterales, en el fondo, son casi menos importantes que las cumbres.

La de CELAC y la Unión Europea es una pérdida de tiempo; probablemente hace bien Sheinbaum en no asistir. APEC es un asunto muy diferente. Hasta López Obrador fue a San Francisco en 2023 para, entre otras cosas, conversar con Biden y con Xi Jinping. Se trata de un cónclave concentrado en el tema económico, que lleva ya casi treinta años de existencia, y para el cual México ha sido anfitrión desde 2002. Huelga decir que la Cumbre de las Américas en República Dominicana es de gran importancia, porque probablemente asista Trump, y es una reunión que se celebra con poca frecuencia y que tiene la importancia que implica el incluir a todos los latinoamericanos y a Estados Unidos y Canadá. En cuanto al G20 en Sudáfrica, aunque Trump ya dijo que no va a asistir, se trata de una reunión donde el aprendizaje para los presidentes mexicanos -y para todos, por cierto- es extraordinariamente útil.

Y aquí subrayo la pertinencia de estas reuniones en la cumbre. No se trata solamente de proyectar la imagen de México, de asegurar que otros jefes de Estados nos visiten, con empresarios, intelectuales, profesionistas, periodistas, etcétera; sino también del proceso de conocimiento del mundo que le entregan estos viajes a cualquier mandatario mexicano. Si recuerdo bien, fue Montaigne quien dijo: “Les voyages forment la jeunesse” (Viajar amplía la mente).

Claudia Sheinbaum no es joven, pero sí le puede servir la formación que brindan los viajes. Por ejemplo, haber asistido a más reuniones de esta naturaleza, y hacerlo en el futuro, le habrían ayudado a formarse una idea más sofisticada, compleja, abstracta, del asunto del genocidio en Gaza. Existen muy buenas razones para afirmar que ese es el caso. Lo han ya definido de esa manera un gran número de expertos, instituciones y organizaciones, tanto de Israel como del resto del mundo. Pero, por ejemplo, la Corte Internacional de Justicia, que fue interpelada por Sudáfrica, con el apoyo de muchos países incluyendo a México, al respecto, no ha rendido su fallo definitivo. No digo que México deba esperar a que eso suceda. Sí me parece que le convendría mucho a Sheinbaum conversar con Starmer, Macron, Modi, Xi Jinping, Merz, Sánchez desde luego, y muchos otros, y no sólo una vez, antes de decidir casi de botepronto que la posición de México consiste en la existencia de un genocidio en Gaza. No necesariamente estoy en desacuerdo, simplemente subrayo que yo me puedo permitir cualquier tipo de opinión al respecto porque dicha opinión mía no tiene la más mínima importancia, mientras que la de Sheinbaum, por muchas razones, sí importa.

Excanciller de México

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios