Al responder a una pregunta sobre la decisión de Claudia Sheinbaum de no asistir a la X Cumbre de las Américas en Punta Cana en diciembre, el presidente dominicano Luis Abinader exhibió el mismo desprecio que empleó ella a propósito del Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado: “Sin comentarios”. Difícil saber quién se encontraba más molesto (ardido, habría dicho yo hace algunos años), pero es fácil determinar quién quedó mejor parado: el de República Dominicana.

La reacción general entre los sectores de izquierda de América Latina sobre el Nobel de la lideresa opositora venezolana ha sido lamentable. Les cae gorda, no acaban de convencerse que Maduro es un dictador, y se les atraganta que sea amiga de los norteamericanos, y en particular de Marco Rubio y Donald Trump. Gabriel Boric ha guardado silencio; Petro hizo declaraciones contradictorias; Orsi, de Uruguay, afirmó que debió haberse declarado desierto; Lula permaneció callado. La comentocracia del llamado progresismo latinoamericano le reprocha a Machado haber solicitado/aplaudido una posible invasión norteamericana.

Al preguntarle a Chat GPT si Machado alguna vez pidió dicha invasión, la plataforma de IA respondió: “No encontré una fuente que confirme que María Corina Machado haya dicho explícitamente eso. Algunos contenidos que podrían estar llevando a estas interpretaciones son: En una entrevista con el periodista Napoleón Bravo, (Chat informa que el periodista dijo que) éste usa la frase “insinuó que EU debería atacar a Venezuela”. Por otra parte, Diosdado Cabello afirmó que Machado “pidió un ataque contra el país”. Esa es la versión gubernamental de sus declaraciones, más como acusación política que como confirmación de que ella dijo exactamente eso. Machado también ha pedido que agencias estadounidenses expongan los crímenes del régimen y que aumenten sanciones. Pero esto no equivale a pedir una "invasión militar”. Ciertamente, Chat GPT es propiedad del imperialismo.

La izquierda no prefiere ver cómo Machado unificó a la oposición venezolana, cómo le dio la vuelta a la absurda e ilegal inhabilitación que le impuso Maduro, y cómo organizó la recopilación de casi la totalidad de las actas de los comicios de principios de año, que demostraron el triunfo de Edmundo González. Sheinbaum simplemente no pudo animarse a felicitar a Machado, e invocó un lugar común que no venía al caso. O si encerraba un mensaje críptico, constituía una verdadera aberración. Decir que cree en la “autodeterminación de los pueblos” en relación a un Premio Nobel podría leerse como una crítica al Comité de Oslo por opinar sobre la situación interna en Venezuela. Prefiero pensar que sencillamente no supo qué decir.

En agosto, Sheinbaum reveló que ya no tenía pensado salir del país antes de fin de año. Como lo señalé en su momento en estas páginas, eso significaba que no acudiría al debate general de la Asamblea de la ONU, a la Cumbre de APEC en Seúl, al G20 en Sudáfrica y a la mencionada Cumbre de las Américas. En los casos de Corea, Sudáfrica y República Dominicana, se trata de un desaire a gobernantes de quienes debiera ser amiga. Abinader hasta le puso a López Obrador un vuelo del AIFA a Santo Domingo, que carece más bien de razón de ser.

Pero lo peor del caso es que tratándose de Punta Cana, Sheinbaum recurrió al mismo argumento baladí de López Obrador cuando se rehusó a acudir a la VI Cumbre en Los Ángeles: “Es que no invitaron a Cuba, Nicaragua y Venezuela”. Ni Biden ni Abinader tienen por qué hacerlo. El gobierno de República Dominicana anunció hace unas semanas que no serían invitados los líderes de las tres dictaduras porque no pertenecían a la OEA; no es la mejor excusa, ya que Cuba sí acudió a las tres cumbres anteriores a Los Ángeles. En realidad, aunque resulta improbable la presencia de Trump, tratándose de una reunión de los dominicanos y no de la OEA ni de la ONU, se entiende que la cancillería de San Domingo no podía tener allí a Díaz-Canel, a Ortega y a Maduro. Procuró hablar con los mexicanos y con los cubanos para convencerlos de evitar una repetición de Los Ángeles, pero en vano. Veremos si los otros gobiernos de izquierda en América Latina —Brasil, Chile, Colombia, Uruguay— también se desisten de asistir, o si Sheinbaum se mantiene sola en su aislamiento.

Mientras, uno puede preguntarse qué demonios hacemos siendo solidarios con tres dictaduras, ofendiendo a un gobierno democrático y exitoso (Abinader fue reelecto con más de 60% del voto), regalando petróleo, importando médicos y corriendo riesgos innecesarios con Washington. Trump seguramente le va a perdonar este agravio —junto con los demás gestos gratuitos, como decía mi padre— a su homóloga, pero no eternamente. Y México mantendrá la insularidad y el provincianismo construidos por López Obrador: no visitamos a nadie, y nadie nos visita.

Excanciller de México

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