El historiador de la Shoah, Timothy Snyder, interpreta de manera inédita la confrontación del 28 de febrero en el Cuarto Oval, a tres contra uno, el uno siendo Volodymyr Zelensky y los tres siendo Donald Trump, su primer cuchillo J.D. Vance y el banderillero Brian Glenn, periodista de extrema derecha. Marco Rubio no estaba lejos, Elon Musk tampoco, el hombre del saludo hitleriano, Hitlergrüss, admirador del apartheid de su África natal. Si bien el intento de humillar al presidente ucraniano para obligarlo a hacer todas las voluntades de Trump ha fracasado, Timothy Snyder vio y analiza algo que le es familiar y que hubiera preferido no encontrar, el antisemitismo. “El encuentro en la Casa Blanca estuvo impregnado de antisemitismo”.

Snyder es un detective y olfatea desde muy lejos el tufo al antisemitismo. Al estudiar el genocidio cometido por los nazis se dio cuenta que “los judíos debían manifestar deferencia. Los alemanes se burlaban de su manera de vestir”. Eso era antes de que empezara el exterminio. “Los judíos eran designados como chivos expiatorios, acusados de ser responsables de lo que los alemanes querían hacer de todos modos”. La mentira, el engaño, la conspiración, el amor al dinero los caracterizan, rezan los antisemitas de ayer, y los de hoy como Céline.

Antes de volver al Cuarto Oval, recordemos el elemento antisemita que está presente en la invasión a gran escala de Ucrania hace tres años: el presidente de Ucrania –un país que no existe, según Moscú, puesto que los ucranianos preferirían ser rusos– Volodymyr Zelensky es judío y es contra naturaleza que un judío ocupe semejante función en un país eslavo y ortodoxo. El hecho que sea judío no tiene ningún papel en la política ucraniana, pero es primordial para los antisemitas rusos y no rusos. Ucrania es un ente artificial que existe solamente por la conspiración internacional judía. “El hecho que un judío dirija al país confirma para los fascistas rusos a la vez la irrealidad de Ucrania y la realidad de la conspiración”. La propaganda rusa presenta a Zelensky como obsesionado por el dinero y como “menos que un hombre” (Untermensch, decían los nazis).

Timothy Snyder, al ver y escuchar el enfrentamiento final de aquel viernes histórico, al observar el tono y los gestos, reaccionó así: “Son tres no judíos que intentan intimidar a un judío. Tres contra uno. Una escena antisemita. (…) Presentaban a Zelensky como alguien que tomaba nuestro dinero (Snyder es americano), nos estafaba. Se burlaban porque no sabía vestirse, como si no estuviera en su lugar. Le pidieron manifestar deferencia”. Y fue expulsado de la Casa Blanca con el consejo de renunciar a la presidencia. Por cierto, Winston Churchill no vestía de manera muy diferente cuando visitó a Roosevelt en la Casa Blanca en 1942; y Marco Rubio, antes de dirigir el Departamento de Estado, admiraba a Zelensky como “un Churchill en playera militar”; ahora lo califica de pobre diablo que recibió lo merecido.

Cito a Snyder: “Para concluir que la escena era antisemita, no se necesita saber más. Todo está presente: la exigencia de deferencia, la obsesión del dinero, las acusaciones de corrupción y deshonestidad, los lugares comunes, el sentimiento implícito que un judío no puede servir y debe ser expulsado”. Con esos marcadores históricos del antisemitismo, los orígenes judíos de Zelensky, el tratamiento muy particular que le reservaron esos no judíos, todo está dicho. El periodista Brian Glenn que se burla del vestido es de una extrema derecha pro-rusa; Vance acababa de regresar de Alemania donde no tuvo tiempo de ver al canciller socialista y sí lo tuvo para abrazar a la dirigente del partido neo-nazi AfD; Donald Trump, antes de ganar las elecciones, había advertido a los judíos que, si perdía, ellos tendrían la culpa. De Musk, no repito lo que dije al principio.

Esos hombres hicieron de Volodymyr un chivo expiatorio: “¡Usted nos quiere llevar a la tercera guerra mundial!”. Un clásico del antisemitismo. Hitler dijo que los judíos habían lanzado la segunda, y que por eso los exterminaría. Se defenderán al invocar su apoyo total al malvado Netanyahu y su proyecto de dar a Israel Gaza y Cisjordania. Otro clásico: el antisemita dice siempre que tiene amigos judíos…

Historiador en el CIDE

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