¡Finis Poloniae! pudo exclamar Catalina la Grande en 1795, y proclamarse “emperatriz de todas las Rusias”, porque los tres repartos de la “República de las Dos Naciones” (que eran tres: Polonia, Lituania y Ucrania) la dejaron dueña de casi toda Ucrania. El imperio austriaco se quedó con lo que hoy es Ucrania occidental y Prusia con parte de Polonia y el Báltico. “Todas las Rusias” eran Rusia, la Pequeña Rusia (Ucrania), la Rusia blanca (Bielorrusia) y Moldavia.
¡Finis Ucraniae! espera exclamar Vladímir Putin el Carnicero, con la ayuda, no del alemán, tampoco del austriaco, sino con la del estadounidense Donald Trump el Tramposo. A imitación de Catalina la Grande, podría, en tal caso, fundir una medalla con la inscripción (en latín, la de 1795): “Restauré lo que había sido arrancado”. Los tres repartos de Polonia/Lituania/Ucrania a fines del siglo XVIII se hicieron con la complicidad internacional, menos la de Francia. Ucrania, en el siglo XXI, ha sufrido ya dos repartos; en 2014, cuando Putin ocupó militarmente y anexó Crimea, en 2022, con la anexión oficial de las cuatro provincias del Donbás, todavía no enteramente ocupadas. ¿Viene el tercero reparto?
Perdonarán tantas evocaciones históricas, pero el plan en 28 puntos de TrumPutin sería el equivalente de los acuerdos de Múnich de septiembre de 1938, cuando los aliados de Checoslovaquia, Francia e Inglaterra, torcieron el brazo a los dirigentes de Praga, los obligaron a ceder el equivalente del Donbás, el Sudetenland, con el argumento de que su sacrificio garantizaba la paz “por una generación. Once meses después, Hitler se había tragado a Chequía, había instalado un régimen pelele fascista en Eslovaquia y, con Stalin, desaparecían a Polonia. Una vez más: Finis Poloniae.
Ucrania no ha muerto, van casi cuatro años que resiste al asaltante ruso cuatro veces más numeroso y con infinitos recursos. Y si muere, resucitará como Polonia, la nación que inició la desaparición de la URSS en junio de 1989, con la victoria de Solidarnosc que provocó la caída del muro de Berlín en noviembre del mismo año. Ucrania no ha muerto, pero parece que Donald Trump la desea muerta cuando le pone a su presidente Volodymyr Zelinsky un ultimátum de una semana para que acepte “su” plan, supuestamente elaborado por Steve Witkoff, su socio y encargado especial de Gaza y Ucrania, y por su yerno, Jared Kushner, autor también del plan Gaza favorable al agresor israelí. El chantaje ha sido anunciado por la delegación militar gringa de muy alto nivel que dijo en Kyiv: o aceptan, o se suspende la ayuda (venta) de armamentos y de inteligencia militar. Por eso, en un sombrío Mensaje a la Nación, Volodymyr Zelensky plantea el dilema: o aceptar la capitulación, o vivir el invierno más duro de nuestra historia. Ucrania tiene derecho a rechazar el plan y seguir combatiendo: “Los ucranianos somos de hierro (…) Sin embargo el metal más fuerte puede quebrarse al final”, dijo el presidente.
Marco Rubio, Secretario de Estado, confió a unos senadores de su partido que él no tenía nada que ver con el plan, que de hecho había sido dictado por Putin y lanzado por los rusos sin que pasara por el filtro americano. Cierto o no, el plan corresponde a lo que pide Putin desde el primer día, le concede todo y nada a Ucrania, que debe renunciar a su territorio, desmantelar su defensa, ser neutral, entregar su Iglesia ortodoxa al Patriarcado de Moscú, hacer del ruso la otra lengua oficial, etc. etc.
La guerra no puede terminar si Rusia no para. Rusia quiere la capitulación de Ucrania y dominarla. Hay dos maneras de poner fin a la guerra: dar a Rusia todo lo que quiere, y eso es el “deal” de Trump, y eso prepara la siguiente etapa cuando Putin plante su bandera en Odesa, Kharkiv y Kyiv. La otra manera es quebrar la convicción de Putin que puede derrotar a Ucrania; eso necesita que, por fin, con cuatro años de retraso, EU y Europa ayuden a fondo a los ucranianos que mueren no solo por Ucrania, sino por ellos. Estos hipócritas dizque aliados deben recordar que después de 1938 en Múnich vino 1939-1945, una guerra mundial.
Historiador en el CIDE

