Vladímir Putin multiplica cada día las provocaciones para asegurarse de que la OTAN es un tigre de papel, y, en toda impunidad, continua la guerra contra Ucrania que rebasa 1,300 días, mientras que, en toda impunidad, Benjamín Netanyahu, en el día 710 de su guerra total contra los palestinos, emprende la destrucción de la ciudad de Gaza. ¿Qué hacen los Estados, que hacen las instituciones internacionales?

Para no llorar, voy a burlarme e improvisar la entrevista que podría hacer a un representante de la ONU, de la Unión Europea, de la OTAN, o al mismo presidente Trump que pretendía traer en un dos por tres la paz en Ucrania y en Gaza.

“Señor Secretario, entonces, que hacen ustedes cuando hay una guerra?

-Sufrimos. Tantos muertos ¡qué horror, qué dolor! Espantosos todos estos muertos que pudieran no haber muerto…

- ¿Y qué hacen ustedes cuando una guerra empieza, como en Ucrania, o en Gaza, o, ¡Dios nos libre! mañana en Polonia o Finlandia?

- Armamos un expediente, me contesta el Secretario, al ofrecerme un chocolate para acompañar al buen café que me dio desde el inicio de la conversación. Nos reunimos, convocamos a la prensa y le entregamos un comunicado condenando al agresor, prudentemente, y expresando nuestro doloroso pesar.

- ¿Y si la guerra continúa como ahora?

- Entonces, dijo en un tono viril, adoptamos la manera fuerte. Formamos una comisión, hasta varias sub-comisiones, y, de ser necesario, llegamos a pedirles a los beligerantes, a las dos partes, de poner fin a la carnicería.

- ¿Y si la guerra continúa?

- Entonces no mandamos una invitación a poner fin a las hostilidades, sino formulamos una recomendación expresa. ¿Siente Usted el matiz? Una recomendación, no temo decirlo, una verdadera recomendación.

-¿Y si la guerra continúa?

- Es cuando formulamos unos deseos por los cuales, a la vez, le damos la razón al más débil, sin negarle cierta razón al más fuerte. Y pedimos a los dos países en guerra de declarar solemnemente que no se están haciendo la guerra, sino que proceden a operaciones militares especiales para establecer el orden y solucionar el conflicto. Es más apacible. En general, las operaciones militares, tarde o temprano, terminan. Entonces, en regla general, admitimos que la parte más fuerte tome tal o cual parte del territorio que guste (Crimea, Donbas, Cisjordania, Gaza); preferimos que no use la palabra “anexión”; se vale hablar de “ajuste”, “rectificación”… Siempre empezamos por demostrar nuestra preocupación por el ideal de justicia, por eso, al principio, protestamos contra la actitud de Rusia frente a Ucrania; luego tuvimos que mirar la realidad de frente, porque no somos utopistas, y reconocer que, como reza el dicho popular, no le falta sus buenas razones al lobo. Usted se puede dar cuenta que respetamos la libertad de pensamiento y la soberanía de los Estados miembros de la ONU todavía no vencidos. Que cada Estado haga lo que quiera. Nuestro papel es emitir votos prudentes, votar resoluciones sutiles y equilibradas que no ofendan a nadie y cumplimos nuestro deber con un vigor siempre creciente.

- Pero sigue la guerra.

- Todo esto es muy triste, evidentemente, pero ¿qué hacer? No es nuestra culpa si Rusia es más fuerte que Ucrania, si Israel es mucho más fuerte que la inexistente Palestina, a pesar de que 147 de los 193 países de la ONU reconocen un Estado palestino. Que Ucrania ceda su territorio ya conquistado por el ruso y que los palestinos se vayan con sus hermanos árabes”.

No inventé nada. Concluyo con lo que dijo alguien en las redes sociales. Que me perdone, no apunté su nombre. Al ver la tímida reacción de la Unión Europea, de la OTAN, de la Casa Blanca, frente al disparo de 19 drones rusos contra Polonia, se molestó y afirmó que “La coalición de voluntarios” (europeos favorables a Ucrania) debería llamarse la “coalición de los sentados”. No es una Blitzkrieg, guerra relámpago, sino una Sitzkrieg, guerra sentada.

Historiador en el CIDE

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