Pocas experiencias pueden compararse con la vivencia plena de la Eucaristía. Escuchar la Palabra, compartir el Pan, saberse parte de un mismo cuerpo… es, sin duda, el corazón de la vida cristiana. Pero ese corazón no puede latir aislado.

Así lo ha asegura el cardenal Carlos Aguiar Retes tras su regreso del cónclave que eligió al Papa León XIV, en una entrevista publicada en YouTube por el medio católico Desde la fe: “No basta con ir a misa a la iglesia, sino que es necesario incorporarnos de alguna manera desde lo que hacemos y lo que tenemos”.

La misa no es un punto de llegada, sino un punto de partida. Quien vive la Eucaristía como un verdadero encuentro con Cristo, no puede salir igual. Quien escucha con atención el “pueden ir en paz” del final, entiende que ese envío no es simbólico: es una misión. Una llamada concreta a ir al encuentro de los demás, a comprometerse con la comunidad, a hacer vida lo que se ha celebrado en el altar.

Por eso este mensaje del cardenal Aguiar no se trata de una simple sugerencia pastoral. Es una interpelación directa a todos los católicos, especialmente en tiempo de tensiones sociales, polarización, fracturas familiares y vacío espiritual. El católico que solo asiste a misa y deja que ahí termine todo, corre el riesgo de vivir una fe estancada, sin impacto, sin testimonio. Y la Iglesia necesita de una comunidad viva, comprometida y sinodal.

El mensaje del nuevo Papa, León XIV, así como el legado de Francisco, marcan una ruta clara: caminar juntos como una Iglesia unida, escuchar, discernir, construir puentes. Pero ¿cómo se puede caminar en comunidad si muchos creyentes permanecen al margen de las necesidades reales de sus parroquias, colonias, barrios y diócesis?

El cardenal Aguiar asegura que no basta con la estructura —parroquia, diócesis, conferencias— si no se activan procesos pastorales que respondan a las necesidades reales de la gente.

Se trata, pues, de encarnar el Evangelio en lo cotidiano: en el trabajo, en la vida familiar, en el acompañamiento de los jóvenes que se alejan de la fe, en la atención a los enfermos, en la escucha de quienes viven en soledad, en el compromiso por los más pobres.

¿Cómo mostrar a niños, adolescentes y jóvenes que ser católico no es solo una herencia cultural, sino una opción de vida que transforma y revoluciona? El testimonio es clave. Y el testimonio no se da solo en el templo, sino en cada espacio donde el cristiano vive, trabaja, sirve, sufre y ama.La liturgia es el centro de todo, pero también se necesita misión, escucha, empatía y mucha, mucha creatividad.

El Papa Francisco lo decía con otras palabras: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro”. Y ahora, León XIV retoma esa línea con una clara apuesta por la paz, la unidad y la reconciliación. No podremos construir nada de eso si seguimos viendo la misa como una obligación semanal, sin que transforme nuestra vida ni nos mueva al servicio.

Como sociedad, necesitamos reconciliarnos, escucharnos, construir juntos. Como Iglesia, necesitamos fieles que vivan con coherencia su fe, que se atrevan a servir, que se formen, que dialoguen, que acompañen a otros en el camino. La misa no es el final del camino. Es el punto de partida para ser una Iglesia en salida.

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