A pesar de que todos parecemos estar conscientes del problema de los desaparecidos en México, el tema parece quedar eclipsado cada cierto tiempo. Tiene apenas un mes que se dio a conocer la noticia del descubrimiento del rancho Izaguirre, donde las autoridades confirmaron el hallazgo de restos humanos, y la indignación parece haberse diluido. Una vez más, como en tantas otras ocasiones, la tragedia se volvió nota de primera plana por unos días, pero pronto cedió su lugar a la siguiente crisis.
Ante lo mediático de la noticia de Teuchitlán, las autoridades han dado seguimiento puntual. Apenas este martes, el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, aseguró que se tienen 15 personas vinculadas al caso. Sin embargo, la opinión pública parece haber volteado a otro lado.
Pero quienes viven de cerca la tragedia de los desaparecidos no pueden voltear a otro lado; por el contrario, se ven obligados a luchar por siquiera ser escuchados. Son madres, padres, hijas e hijos que enfrentan la ausencia diaria, que caminan con el peso del silencio institucional, que observan cómo la exigencia de justicia se esfuma de la agenda pública y las investigaciones avanzan cada vez más lento hasta que se detienen.
Apenas esta semana, El Universal publicó que hasta septiembre del año pasado, México encabezaba las peticiones de acciones urgentes por parte del Comité de Desapariciones Forzadas de la ONU para la búsqueda de personas.
Estas peticiones suelen ser el último recurso para las familias que enfrentan omisión, negligencia o falta de interés por parte de las autoridades en la investigación y búsqueda de sus seres queridos.
349, más de la mitad de esas peticiones, datan del sexenio de Enrique Peña Nieto. Para el sexenio de Andrés Manuel López Obrador se sumaron otras 332. Casi 700 familias enfrentan años de injusticias e indiferencia. Y, detrás de esas cifras, hay rostros, historias, proyectos interrumpidos, voces que fueron acalladas y memorias que se resisten a ser borradas.
En medio de esta realidad dolorosa, la Doctrina Social de la Iglesia nos recuerda que cada persona desaparecida no es un número, sino un ser humano con una dignidad inalienable, creada a imagen y semejanza de Dios. La indiferencia ante su ausencia es un fracaso del Estado y de la sociedad en su conjunto.
La Iglesia no puede ni debe ser neutral ante el dolor. Como ha dicho el Papa Francisco, “una Iglesia que no sabe llorar con los que lloran, es una Iglesia que ha perdido su camino”. La Iglesia llama con firmeza a poner a las víctimas en el centro, a no callar frente a la injusticia, y a exigir el respeto a los derechos humanos fundamentales.
Además, invita a la comunidad cristiana a ser consuelo y acompañamiento para quienes sufren, y a no cesar en la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación. Porque, como ha señalado el Papa Francisco, "no puede haber paz sin verdad, ni reconciliación sin justicia".
La desaparición de personas en México es una herida abierta. Pero también es una oportunidad para despertar nuestra conciencia dormida, para volver a mirar con compasión, para exigir justicia con fe y valentía.
Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México
Contacto: @jlabastida