Este año es, para la Iglesia Católica, el año de la esperanza, un tiempo especial dedicado a la reflexión, la renovación espiritual y la reafirmación de la fe en medio de un mundo lleno de desafíos. A finales del año pasado, se inauguró el Año Jubilar “Peregrinos de la Esperanza”, cuyo lema refleja la necesidad de revitalizar la esperanza en un contexto global marcado por profundas divisiones, conflictos armados y desigualdades sociales. Este Jubileo busca ser un faro de luz en tiempos oscuros, recordando a todos que, a pesar de las adversidades, la esperanza en el amor y la misericordia de Dios es inquebrantable.
El Jubileo no solo llama a la introspección personal, sino que también ofrece signos tangibles de esperanza en diversos aspectos de la vida cotidiana. Los jóvenes, al involucrarse en actividades de voluntariado, encuentran nuevas razones para soñar y construir un futuro mejor. Los migrantes, que enfrentan la incertidumbre y las dificultades en su búsqueda de un futuro más seguro, deben sentirse acogidos y valorados, entendiendo que la Iglesia es un refugio de amor y dignidad para todos. Los ancianos, a menudo enfrentando la soledad, necesitan experimentar el aprecio y el acompañamiento de las generaciones más jóvenes, quienes pueden aprender y enriquecerse con la sabiduría de los mayores.
Este Año Jubilar busca recordarnos que la Iglesia es una casa donde todos somos bienvenidos, sin importar nuestras circunstancias. Es un tiempo para fortalecer los lazos comunitarios y reafirmar el compromiso de la Iglesia con cada uno de sus miembros. Durante este tiempo, las peregrinaciones a los centros donde se puede ganar la Indulgencia plenaria se convierten en verdaderos oasis de revitalización espiritual. Estas peregrinaciones simbolizan el camino de esperanza y unidad que todos los creyentes están llamados a recorrer, fortalecidos por la Palabra de Dios y guiados por la promesa de la salvación.
Una de las primeras actividades destacadas en el marco de este Jubileo es la peregrinación organizada por la Arquidiócesis Primada de México a la Basílica de Guadalupe, programada para el próximo 18 de enero. Esta peregrinación no solo es un acto de devoción, sino también una manifestación de fe y gratitud hacia la Virgen de Guadalupe, reina de México y promotora de la esperanza. Es una oportunidad para los fieles de depositar sus anhelos y propósitos del nuevo año a los pies de la Virgen, buscando su intercesión y protección en estos tiempos desafiantes.
El cristiano, como peregrino, vive su fe con una actitud de constante búsqueda y preparación. La peregrinación es una expresión tangible de esta fe, un viaje que invita a la introspección, la devoción y la contemplación. A lo largo del camino, los cristianos se unen en oración, fortaleciendo su espíritu y renovando su esperanza en la plenitud prometida por Dios. La experiencia de peregrinar permite a los fieles cultivar la devoción, el silencio y la contemplación, recordándoles que, a pesar de las dificultades, la vida merece ser vivida con fe y esperanza en el amor de Cristo.
En tiempos marcados por guerras, violencia y muerte, además de un estilo de vida que hace sentir desechables a las personas y sus valores, el Año de la Esperanza se presenta como un antídoto a la desesperanza. Es un llamado a toda la comunidad cristiana a reavivar la llama de la esperanza, a creer en la posibilidad de un mundo mejor, y a trabajar juntos para construir una sociedad más justa y solidaria. Este Año Jubilar nos invita a mirar al futuro con optimismo, sabiendo que, en Cristo, siempre hay un motivo para esperar, porque su amor nunca defrauda.
Director de Comunicación de la Arquidiócesis de México
Contacto: @jlabastida