Cien días son apenas un parpadeo en la historia de la Iglesia, pero para un pontificado nuevo pueden ser decisivos. Desde que el cardenal Robert Prevost, elegido como León XIV, apareció por primera vez en el balcón de San Pedro, su forma de conducir la barca de Pedro ha mostrado un estilo propio, que no rompe con la herencia recibida, pero sí aporta nuevos acentos.
Después de 100 días, aún no hay discursos memorables ni decisiones abruptas: hay gestos, silencios meditados, mensajes leídos y pasos calculados que buscan un rumbo claro. En estos tres meses largos, se dibujan con nitidez tres trazos de su gobernanza.
1. La unidad como brújula
En un tiempo marcado por polarizaciones internas y externas, León XIV ha insistido en que la diversidad dentro de la Iglesia no es una amenaza, sino un don que requiere cuidado.
Su comunicación no verbal, sus encuentros con diversos líderes y sus mensajes y homilías centrados en lo que une y no en lo que divide, apuntan a una prioridad: recomponer la comunión.
No lo hace con grandes proclamas, sino con el método paciente de quien sabe que la unidad no se decreta, se construye. Una sencilla prueba: En un mismo discurso, el Papa León puede comunicarse en latín e italiano, que son lenguas tradicionales en la Iglesia; pero también utiliza el inglés y el español, dos de los idiomas más hablados en el mundo.
2. Una paz desarmada… y desarmante
“La paz esté con ustedes”, se ha convertido en una frase característica de León XIV, quien ha retomado la visión evangélica de la paz no como mera ausencia de guerra, sino como fruto de la justicia y el desarme de los corazones. En sus discursos sobre conflictos internacionales, evita el lenguaje de confrontación y propone una “paz desarmada”, en la que el diálogo sustituye a la amenaza y la cooperación internacional alienta la confianza, incluso proponiéndose él como intermediario.
Pero su propuesta es también “desarmante”: interpela a los líderes a bajar la guardia en sus relaciones personales, a renunciar a la agresividad verbal y a la hostilidad política. Y hace lo mismo hacia adentro, con la jerarquía y los fieles. Es una invitación incómoda para quienes prefieren trincheras, pero profundamente evangélica.
3. Escuchar antes de decidir
En estos cien días, el Papa ha multiplicado los encuentros privados, muchas veces sin cámaras, con comunidades, expertos y personas que sufren en silencio. Y es capaz de pasarse largos periodos de tiempo saludando a las multitudes con las que se reúne, y dialogando con quienes se acercan a él durante sus audiencias.
No se precipita en nombramientos o reformas; prefiere la consulta amplia antes que la imposición apresurada. Incluso ya tomó un par de semanas de descanso. Este estilo, que puede parecer lento en una época de inmediatez, es en realidad una estrategia de fondo: quien escucha bien y se mantiene en oración, decide mejor.
Y quien decide escuchando y orando, sin duda fortalece la legitimidad de sus decisiones.
En apenas cien días, el Papa León XIV no ha pretendido cambiar las prioridades que acentuó el Papa Francisco, ni mucho menos ha querido resolver los grandes desafíos. Lo que sí ha hecho es marcar un tono: una Iglesia que dialoga dentro y fuera de sus muros, que apuesta por una paz que se construye desde abajo y que confía en la fuerza de la escucha para orientar su misión.
Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México
Contacto: @jlabastida