En cuestión de horas, vimos a la presidente Claudia Sheinbaum mostrando su verdadero rostro y talante. El mitin conmemorativo de los primeros 100 días de su mandato fue una concentración vergonzante de arrastrados y acarreados. Más aún: se cometió una grave violación al artículo 134 constitucional, que dispone que la propaganda, bajo cualquier modalidad, que difundan los poderes públicos, deberá tener carácter institucional y fines informativos, educativos o de orientación social.
“En ningún caso esta propaganda incluirá nombres, imágenes, voces o símbolos que impliquen promoción personalizada de cualquier servidor público”. Así pues, una cosa es el informe de gobierno que se rinde una vez al año y en el que, con estrechas restricciones, se permite la exposición, voz e imagen del servidor público y, otra cosa, es la vanidosa ocurrencia de armar semejante festejo –que carece de sustento jurídico- como un auténtico culto a la personalidad, derrochando millones de pesos y, encima, para recetarnos una sarta de mentiras.
Bonito “humanismo mexicano” en el que escasean medicamentos, abundan los homicidios dolosos, los feminicidios, las masacres y la ingobernabilidad en territorios como Guerrero. Pide aplausos para los “hermanos migrantes” que nos mandaron 65 mil millones de dólares, como si fuera una gracia y no motivo de vergüenza.
Destaca el número total de empleos registrados en el Seguro Social, pero no se refiere al año en el que comienza su gobierno, con las peores cifras de empleo formal desde que se tiene registro oficial. Y qué decir del papelón que estamos haciendo en el caso de Venezuela. La presidente insiste en que México está honrando los principios de política exterior consagrados en nuestra Constitución y que será respetuosa de la voluntad del pueblo de ese país. Pues no.
En primer lugar, ya debería saber que, en dicha elección, el dictador Nicolás Maduro protestó su enésimo mandato como presidente sin presentar una sola acta de su supuesto triunfo. En cambio, su opositor, Edmundo González Urrutia sí presentó las actas que acreditan su victoria con el 67 por ciento de los sufragios. Pero ni así quiso dar su brazo a torcer la señora Sheinbaum y se mantuvo en su terca posición.
Habían acordado los presidentes de Brasil (Lula da Silva), de Colombia (Petro) y de México (AMLO), que concederían su pleno reconocimiento a Maduro siempre y cuando presentara las actas de su cantada victoria. No lo hizo y, aun así, mandaron los tres a sus respectivos embajadores a ese virtual golpe de Estado. No le vendría mal a la titular del Ejecutivo Federal leer la última parte de la fracción X del artículo 89 constitucional, que establece, entre los principios normativos de política exterior: “el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y seguridad internacionales”. En suma: pobre Claudia, tan lejos de la grandeza y tan cerca del caudillo.
Abogado