Por una combinación de razones, las cifras de crecimiento del PIB en México durante el primer trimestre de este año, 0.2% trimestre a trimestre y 0.8% a tasa anual, han acaparado en buena medida la atención en temas económicos durante los últimos días.

Una parte de la argumentación es descartable. Me refiero a las expresiones de alivio e inclusive de satisfacción por el hecho de que, al crecer la economía, se evitó lo que se conoce como una recesión técnica, esto es, una contracción del PIB durante dos trimestres consecutivos. Si las lastimosas cifras observadas durante el periodo enero-marzo fueran motivo de consuelo, ello significaría que algo anda muy mal en México.

La realidad es que el análisis de los factores que determinaron el comportamiento de la actividad económica en el lapso señalado revela una situación aun peor.  En específico, el crecimiento del PIB es explicado por dos eventos circunstanciales.

Por el lado de la oferta, una expansión inusitada de la producción agrícola de 8.1% respecto al trimestre anterior, dado que la industrial cayó y la de servicios se mantuvo estancada. Por el lado de la demanda, una aceleración de las exportaciones manufactureras, especialmente las automotrices, ya que ante la perspectiva de un incremento de los aranceles a las importaciones en Estados Unidos, muchas empresas de ese país adelantaron sus compras al exterior, tratando de evitar los mayores precios de estos productos propiciados por los referidos aranceles.

A lo anterior se agrega el hecho de que la situación subyacente de la economía es de debilidad. En febrero, el consumo privado registró su tercera caída consecutiva a tasa anual y la mayor desde febrero de 2021. En ese mismo mes, la inversión acumuló seis disminuciones sucesivas frente al mismo periodo del año anterior. Asimismo, en abril la confianza empresarial se redujo a su menor nivel desde principios de 2023, la de los consumidores a su cifra más baja en 23 meses y el empleo formal registró el menor crecimiento anual desde 2021.

¿Qué quiere decir todo lo anterior? Que la economía mexicana seguramente registrará un movimiento en la dirección contraria en el periodo abril-junio. En otras palabras, lo más probable es que el PIB se contraiga en ese periodo. Por tanto, el resultado del primer trimestre no proporciona elementos para pensar que la debilidad de la economía se ha atenuado.

Los aranceles y el ambiente de incertidumbre que ha prevalecido desde el ascenso de Donald Trump al poder proporcionan parte de la explicación. Pero también existen factores internos bien conocidos que no veo necesario repetir. Solamente me limitaría a recordar que la contracción de la economía dio inicio a finales de 2024, antes de Trump, y que desde ese entonces se preveía una fuerte desaceleración del crecimiento económico en México, e incluso el riesgo de recesión, en 2025.

Los márgenes de maniobra para nuestras autoridades son muy estrechos. El Banco de México ha anunciado su intención de seguir bajando su tasa de interés de política monetaria, pero es de esperarse que la actividad económica no se dé por enterada. La política fiscal debe seguir enfocada en corregir el desequilibrio heredado de la administración anterior, porque la alternativa es mucho peor. Y las medidas aisladas aquí y allá no van a dar la solución.

Lo que se tiene qué hacer es bien conocido. El gobierno debe crear las condiciones adecuadas para que sea el sector privado el motor de la economía. Lamentablemente, no hay indicios de que esto vaya a pasar.

Ante esta situación, no debería sorprendernos que no obstante la “sorpresa positiva” del primer trimestre, los analistas del sector privado sigan ajustando a la baja sus expectativas de crecimiento para este año, a solamente una mediana de 0.1% según la más reciente encuesta de Citibank, con un número cada vez mayor de ellos anticipando una contracción de la economía. Y sus proyecciones de crecimiento para 2026, de 1.5%, no son precisamente para salir a celebrar. Las encuestas llevadas a cabo por el Banco de México apuntan en la misma dirección.

Los analistas del sector privado no están solos. El Fondo Monetario Internacional en su edición de abril de las Perspectivas Económicas Mundiales, anticipa una contracción de la economía mexicana (-0.3%) en 2025 y un crecimiento de 1.4% en 2026. Por su parte, en sus más recientes cálculos el Banco Mundial prevé un crecimiento nulo de la economía mexicana este año, el peor desempeño entre los países de América Latina y el Caribe después de Haití.

Estos pronósticos están sujetos a error. Pero cuando prácticamente todo mundo fuera del ámbito oficial interno pronostica recesión o estancamiento, lo que procede no es matar al mensajero, sino escuchar con madurez los argumentos y evaluar objetivamente la posibilidad de revisar y corregir la política económica, porque se puede estar cometiendo un costoso error. ¿No llegó ya el momento de que nuestras autoridades reflexionen sobre los motivos por los cuales su estrategia no ha logrado convencer ni a los analistas en México ni en el extranjero?

X: @GuzmanCalafell

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

 

Google News

TEMAS RELACIONADOS