Después de una etapa de volatilidad e incertidumbre provocada principalmente por su política arancelaria, Donald Trump sacudió nuevamente a los mercados financieros internacionales con una serie de cuestionamientos a la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED). En específico, criticó duramente el manejo de las tasas de interés por esa institución, argumentado que existe un amplio espacio para reducirlas. Asimismo, insinuó que ante lo que considera un pobre liderazgo de la FED, estaba contemplando despedir al presidente de su Junta de Gobernadores, Jerome Powell.
En apariencia, estas declaraciones fueron una respuesta a un reciente señalamiento de Powell, en el que expresó preocupación por el impacto adverso de la política arancelaria de la Administración Trump, tanto en la inflación como en el crecimiento de la economía estadounidense. Sin embargo, diversos reportes de prensa sugieren que Trump ha venido evaluando desde hace tiempo la posible salida de Powell antes de finalizar su periodo al frente de la FED en 2026.
Algunos analistas han especulado que el interés de Trump por desplazar a Powell puede estar motivado por la necesidad de encontrar un chivo expiatorio si, conforme a lo esperado, la economía de su país se deteriora como resultado de su política arancelaria. Es difícil opinar sobre la veracidad de esta afirmación, pero Trump parece convencido de la necesidad de reducir las tasas de interés y, cuando menos hasta hace poco, de cambiar al principal funcionario de la FED para lograrlo.
Las acciones tomadas por el gobierno de Trump han tenido como una de sus principales características los altibajos y la impredecibilidad. El caso de la política arancelaria es ilustrativo, ya que hemos visto cómo aumenta y disminuye los aranceles de un día para otro. Pues bien, el cambio de señales respecto de la Reserva Federal resalta aun más en este entorno de decisiones oscilantes. Menos de una semana después de haber criticado a Powell por su supuesto mal tino y lento actuar, y de haber asegurado que “su salida no puede ser suficientemente rápida”, Trump mudó de parecer y declaró a la prensa que no tiene la intención de despedirlo.
¿Qué fue lo que impulsó a Trump a cambiar de opinión? La respuesta puede estar vinculada en parte a un tema legal. La legislación existente protege a las cabezas de diversas instituciones independientes, entre ellas la FED, señalando que solo pueden ser despedidos si existe una causa. Aunque sería lógico pensar que se está hablando de una causa justificada por motivos graves, su interpretación puede dar lugar a cuestionamientos.
De hecho, en la actualidad este es un tema que está bajo consideración en la Suprema Corte de Estados Unidos, en virtud de la decisión de Trump de despedir a las dirigentes de dos instituciones escudadas por la misma ley, y de las acciones para cuestionar la legalidad de esa medida.
Si nos basamos en sus declaraciones, Trump parece estar convencido de que tiene el poder legal para remover al titular de la FED. Sin embargo, la realidad es que esta acción seguramente daría lugar a un largo, complicado y costoso proceso, en el que se ve difícil que Trump sea el ganador.
Aunque esto bien puede ser uno de los factores que explican la decisión de Trump de dar marcha atrás en sus intenciones de despedir a Powell, me parece que no es el más importante. En mi opinión, la respuesta está principalmente en la reacción de los mercados financieros ante lo que implicaría de facto la pérdida de independencia del principal banco central del mundo.
Como es bien conocido, un banco central independiente permite a los mercados contar con la confianza de que el cumplimiento de su mandato estará a cargo de funcionarios competentes, con una visión de largo plazo y ajenos a influencias de tipo político. La experiencia ha demostrado una y otra vez que cuando estas tareas caen en manos de los gobiernos, el interés gira hacia fines electorales de corto plazo, resultando normalmente en un desastre económico. Y la situación sería especialmente delicada en Estados Unidos, en virtud de que la FED tiene un mandato doble: el control de la inflación y la maximización del empleo.
No sorprende entonces que, ante las declaraciones de Trump sobre la FED, los mercados financieros reaccionaron con una combinación atípica de un desplome de la bolsa de valores, un incremento de los rendimientos de los bonos gubernamentales y una depreciación del dólar. Indudablemente, interferir en la independencia de la Reserva Federal implicaría un cambio en las reglas del juego incluso más peligroso del que resulta de la política arancelaria.
Lo que se vislumbraría bajo estas condiciones es una pérdida de confianza de largo plazo en la estabilidad macroeconómica y financiera de Estados Unidos. Las declaraciones recientes de Trump alimentan estos temores, ya que desea reducir las tasas de interés en un entorno en el que numerosos analistas esperan que los mayores aranceles generen presiones inflacionarias, y en el que las expectativas de inflación de largo plazo de los consumidores están registrando su mayor nivel desde 1991.
La experiencia reciente en Estados Unidos subraya una vez más un poderoso mensaje de los mercados financieros, cuyo destinatario por cierto no es solamente el presidente de Estados Unidos, sino también los de otros países e inclusive los responsables de conducir los bancos centrales: con las políticas de estas instituciones no se juega.
Maestro en Economía y exsubgobernador del Banco de México