Las expectativas de inflación de los agentes económicos juegan un papel crucial en el comportamiento de la inflación. Lo anterior en virtud de que influyen de manera importante en las decisiones de consumo e inversión y, por esta vía, en los precios y salarios.

Por ejemplo, si los consumidores anticipan que los precios de determinados artículos van a aumentar, la demanda de estos productos tiende también a incrementarse, presionando aun más los precios al alza. Esto a su vez puede dar lugar a solicitudes de aumentos salariales que se conviertan en una fuente adicional de presión sobre los precios, con el riesgo de generar una espiral inflacionaria.

Es por este motivo que los bancos centrales prestan mucha atención al comportamiento de las expectativas de inflación. Dado que las de corto plazo pueden ser muy volátiles al ser afectadas por múltiples factores temporales, la preocupación principal es la evolución de las expectativas de largo plazo. Si estas son afectadas, aun choques transitorios sobre la inflación pueden tener un efecto permanente sobre esta.

Según estimaciones recientes del Fondo Monetario Internacional, las expectativas representan el principal determinante de la inflación en las economías avanzadas. En el caso de las emergentes, probablemente debido a experiencias inflacionarias más complejas, es frecuente observar que consumidores y empresas le asignen una importancia mayor a su comportamiento en años previos que a su trayectoria futura.

No obstante, aun en estos países las expectativas juegan un papel cada vez más relevante en la evolución de la inflación. En el caso específico de México, nuestro Banco Central ha destacado que da un seguimiento cuidadoso de las expectativas de inflación para diferentes plazos, con el fin de reaccionar de manera oportuna en caso de que la trayectoria de estas represente un riesgo para los precios.

Naturalmente, para tener una idea clara del impacto potencial de las expectativas de inflación, es indispensable definir qué expectativas son las más relevantes y contar con información estadística que permita medirlas de una manera adecuada. Hasta ahora, las fuentes más frecuentes de esta información son las expectativas elaboradas por especialistas y las que se derivan de manera indirecta de instrumentos de mercado.

Curiosamente, no obstante que el consumo representa en la gran mayoría de países el principal componente del PIB, la medición de las expectativas de inflación de los consumidores es una herramienta mucho menos utilizada, especialmente en las economías emergentes. En varios países avanzados, como Estados Unidos, las diversas estimaciones disponibles de las expectativas de inflación de los consumidores juegan un papel crítico en la implementación de la política monetaria.

El análisis de las expectativas de los consumidores es muy relevante también porque presentan características diferentes de las de los expertos o los inversionistas. Los estudios realizados en los últimos años muestran que los consumidores tienen expectativas de inflación más dispares y más altas que las estimadas por pronosticadores profesionales, además de que perciben a la inflación como más persistente de lo que es en realidad. Adicionalmente, su apreciación de la inflación responde a factores como el sexo, el nivel educativo o la edad, y tiende a verse muy influida por episodios inflacionarios agudos.

El Banco de Pagos Internacionales (BPI) nos está mostrando el camino. Publicó en septiembre los resultados de un estudio enfocado en medir las expectativas de inflación de los consumidores en los siguientes 12 meses y en entender los factores que las determinan. Para ello, llevó a cabo una encuesta entre 31 economías, avanzadas y emergentes, en marzo y abril de este año.

Este esfuerzo, además de buscar estimaciones comparables entre países, recopila información sobre otra serie de temas, entre ellos la confianza de las familias en las instituciones públicas y privadas, su conocimiento de los bancos centrales y su percepción sobre lo que debería ser el mandato de estos.

Más que las cifras concretas para las expectativas de inflación, yo destacaría las siguientes conclusiones del documento del BPI:

-El sesgo alcista de estas expectativas ha llegado a provocar que la población perciba un deterioro de su poder adquisitivo incluso en ocasiones en las que los salarios aumentan más que la inflación;

-Las expectativas de este grupo se ven muy influenciadas por unos pocos productos, principalmente alimentos, petróleo y energía;

-Aquellos consumidores con mejores niveles educativos, que reconocen el nombre de su banco central y que están conscientes de que el objetivo de estos es la estabilidad de precios, tienden a mostrar menores expectativas de inflación;

-Las redes sociales se han convertido, especialmente en las economías emergentes, en el medio principal para obtener información sobre los bancos centrales y sus políticas.

Obviamente, este tipo de conclusiones tiene implicaciones trascendentales para la estrategia de comunicación de los bancos centrales y para la implementación de su política monetaria. Por tanto, un banco central que carece de información sobre las expectativas de inflación de los consumidores, es una institución que opera con un enorme punto ciego.

Desafortunadamente, no existe en México ninguna estimación oficial periódica de las expectativas de inflación de los consumidores y, si la hay en el sector privado, debe ser un secreto muy bien guardado. La información divulgada por organismos como el BPI, aunque útil, no llena este vacío. Por tanto, tanto nuestras autoridades como instituciones no gubernamentales, particularmente aquellas que realizan encuestas entre economistas del sector privado, deberían iniciar un esfuerzo orientado a eliminar a la brevedad esta peligrosa omisión.

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