La reciente polémica entre la presidenta Sheinbaum y el ex presidente Zedillo puso de nuevo bajo los reflectores la crisis bancaria en México de los años noventa y las acciones que se tomaron para evitar la quiebra del sistema financiero, especialmente el papel del llamado Fondo para la Protección del Ahorro Bancario (Fobaproa). Aunque este tema es muy importante, tomando en cuenta que la crisis económica y financiera de 1994-95 representó en diversos aspectos un parteaguas para la economía del país, me parece que es de mucho mayor relevancia analizar de manera integral las enseñanzas que nos dejó.

Como se recordará, esta crisis, que sacudió los mercados financieros internacionales y contagió a numerosas economías emergentes, se produjo como resultado de la combinación de factores económicos y políticos, internos y externos, que dieron lugar a una elevada incertidumbre, a una corrida contra el peso y a un derrumbe de nuestras reservas internacionales. Los costos fueron muy elevados. El PIB se contrajo más de 6% en 1995, la inflación aumentó a 56% anual en enero de 1996 y el peso llegó a depreciarse hasta 119% frente al dólar. Al final, no solamente el sistema financiero sino que también la economía mexicana estuvo al borde del colapso.

Afortunadamente, la combinación de políticas macroeconómicas agresivas y un enorme paquete de financiamiento externo, proporcionado fundamentalmente por el FMI y el gobierno de los Estados Unidos, permitió superar la crisis con relativa rapidez. México recuperó el acceso a los mercados internacionales de capital apenas cuatro meses después de iniciada la crisis. Además, los recursos recibidos del gobierno estadounidense y del FMI fueron prepagados en su totalidad en 1997 y 1999, respectivamente.

Nuestro país se ha beneficiado mucho de varias de las lecciones que nos dejó este episodio. Por ejemplo:

-La fortaleza de nuestro sistema financiero hoy en día, es el resultado de esfuerzos llevados a cabo de manera conjunta por el sector público y privado, iniciados precisamente en respuesta a la crisis de los noventa.

-En 1995 se adoptó el actual régimen de tipo de cambio flexible, que además de proteger las reservas internacionales, evita que se acumulen presiones y permite hacer frente a choques externos de manera más eficiente.

-La falta de transparencia de nuestras estadísticas macroeconómicas y financieras, fuente de fuertes críticas durante la crisis, no es un tema de debate en la actualidad.

-Durante los noventa se llevó a cabo una importante apertura de la economía a los flujos de capital del exterior. Tanto los beneficios como los riesgos que se derivan de esta situación son hoy en día mucho más claros.

-En los noventa la relación con el FMI estaba sujeta a ataques políticos por una supuesta intromisión indebida en la conducción de la economía. En contraste, México mantiene una línea de crédito por montos muy elevados con dicha institución desde 2009, que prácticamente todo mundo ve como beneficiosa.

Desafortunadamente, no todas las lecciones han sido debidamente aprendidas. ¿Qué hace falta?

Creo que a partir de la crisis la sociedad mexicana en general está mucho más consciente de la importancia de mantener la estabilidad macroeconómica y financiera. No obstante, considero a esto una asignatura pendiente porque estamos viviendo una etapa con retos importantes en materia de finanzas públicas. Aunque hay un ajuste en marcha, todavía es un esfuerzo inconcluso, además de que no existe una propuesta de solución para uno de los principales problemas, el originado por la situación financiera de Pemex. Los riesgos de esta situación se acentúan en virtud de la apertura de la economía a los flujos de capital externos mencionada párrafos arriba.

Las lecciones de los noventa en materia de crecimiento económico tampoco han sido aprendidas. Nuestra economía ha enfrentado cuatro episodios de crisis desde 1982. En mi libro La otra cara de la moneda (Ariel 2022), hago un ejercicio para comparar el tiempo que llevó en cada una de ellas regresar al nivel del PIB real per cápita que existía antes de la crisis.

Probablemente para sorpresa de algunos, la de 1994-95 es la que ocupa el primer lugar. De hecho, de una comparación de la tasa media anual de crecimiento del PIB real per cápita durante los sexenios presidenciales de 1988 a 2024, la segunda más elevada se observa justamente en el periodo 1995-2000 (2%), a pesar de la marcada contracción económica de 1995.

¿Cómo se comparan estas cifras con las que se han registrado a partir de la adopción de lo que se ha manejado como un enfoque diferente de política económica? El PIB real per cápita del país prácticamente no aumentó durante el periodo 2019-2024, ya que su media anual de crecimiento fue de apenas 0.04%. Si con base en cifras de las encuestas del Banco de México y de las proyecciones de la Conapo el análisis se extiende hasta 2025, el resultado es incluso peor: la tasa anual de crecimiento es negativa (-0.06%), es decir, el PIB real per cápita estimado para 2025 es menor al observado en 2018.

Con esta información a la mano, ¿no resulta obvio que más que gastar energía en críticas estériles, lo racional sería evaluar con mente abierta las enseñanzas tanto de nuestra historia económica como de otras experiencias valiosas? ¿No debería ser claro también que ya llegó la hora de terminar con la caza de fantasmas “neoliberales”, y de privilegiar el pragmatismo sobre los sesgos ideológicos y los posicionamientos políticos?

X: @GuzmanCalafell

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