Quizá en cafés, en cantinas, en la cocina de las fiestas todavía hay quien refiera la historia ocurrida en algún momento de alguna tarde en algún lugar de la colonia Cuauhtémoc, posiblemente el café María Bárbara, cerca del IFAL; el Instituto Francés para América Latina, en lo que era el Distrito Federal hacia el fin de los años 50 y el principio de los 60 del siglo XX. José de la Colina recordaba que, como acostumbraba, aquella tarde se había detenido en la Librería Francesa en Paseo de la Reforma antes de encontrarse con Salvador Elizondo, desde donde se iban al Cine-Club del IFAL, concebido por Jomi García Ascot, para regresar con frecuencia otra vez al café para comentar la película que acababan de ver. En la Librería Francesa, De la Colina había comprado Les larmes d’Eros de Georges Bataille, y se lo mostró a Elizondo, que lo ojeó y lo hojeó, como suele hacerse con ciertos libros y de pronto se detuvo en una página sin poder disimular su azoro y su fascinación antes de enseñarle a De la Colina, como una revelación, la fotografía del suplicio chino llamado Leng Tch’é, que se convirtió en el origen de Farabeuf.

De la Colina y Elizondo se hallaban entre los frecuentadores del Cine-Club del IFAL que maquinaron el Grupo Nuevo Cine en esos días. Emilio García Riera confesó en El cine es mejor que la vida que “si puediera retroceder en el tiempo, grabaría” las discusiones que mantenían los miembros de ese grupo las tardes de sábado “y muy particularmente las tenidas por Colina y Elizondo tan inteligentes como ‘aceleradas’”.

Obviamente De la Colina y Elizondo también se encontraban en las comidas de cabrito que sostenía el grupo Nuevo Cine con Luis Buñuel en el restaurante Charleston, representaron personajes circunstancialmente significativos en En el balcón vacío, el film de Jomi García Ascot y María Luisa Elío, y fueron de los primeros maestros del CUEC, el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, en la antigua Facultad de Ciencias Políticas de Ciudad Universitaria. De la Colina no dejó de publicar textos acerca del cinematógrafo y escribió guiones con Jaime Humberto Hermosillo; entre otros: El corazón de la noche. Entre los guiones que escribió, Elizondo pretendió dirigir El método Czerny y, con una cámara Bolex de 16 milímetros y la revista La Nature creó Apocalypse 1900.

Naturalmente la amistad entre Elizondo y De la Colina parecía adoptar formas literarias; las lecturas, la escritura, la colaboración en revistas como S.Nob, Plural, Vuelta, la plática, la discusión, la crítica, la anécdota que no prescinde de una pianola. Los dos ensayaban el placer del caminante. Paulina Lavista recuerda que ambos emprendían grandes conversaciones mientras caminaban por las calles de lo que era el Distrito Federal; a veces, desde el Zócalo hasta Coyoacán, deteniéndose ante edificios, en el devenir de una esquina, en lo que podía ocurrir en una ventana.

La noche del 29 de marzo de 2006, Pepe de la Colina, al que Alejandro Rossi consideraba “un escritor en estado puro”, que ese día cumplió 72 años, caminó desde su casa en Río Mixcoac a la de su amigo Salvador Elizondo en Coyoacán. Acababa de enterarse de la noticia de su muerte. Hacia el mediodía del día siguiente, en el homenaje de cuerpo presente en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, sostuvo el elogio de despedida del que consideraba un escritor que no era casual “que tomase como materia, asunto o tema de sus escritos el hecho mismo de escribir, y erigiése como personaje al escritor inserto como verdadero protagonista y espectador del text in progress al grafógrafo que caligrafía, se (d)escribe él mismo en el acto de escribir”.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS