Los integrantes de la Generación Z presentan contradicciones y paradojas, pero reconocer esas diferencias aparentemente insalvables permite armonizar perspectivas y entablar acuerdos con un grupo etario que cobra protagonismo social, en las políticas públicas y decisiones empresariales.
Transformar contradicciones en acuerdos implica establecer narrativas empáticas, auténticas y conscientes de la complejidad. Estos son algunos ejemplos:
Hiperconectados pero solitarios. Viven en constante comunicación digital, pero reportan altos niveles de aislamiento. Conviene comunicarse con esta generación a través de medios digitales visuales, inmediatos y auténticos, como TikTok, Instagram, YouTube y mensajería instantánea. Es aconsejable la empatía y autenticidad en el mensaje.
Activistas digitales, pero escépticos políticos. Se movilizan en redes, pero desconfían de partidos e instituciones. Así, se debe conectar con ellos mediante narrativas auténticas, horizontales y digitales, más que a través de estructuras partidistas.
Rechazan lo falso, aunque su vida está mediada por la curaduría de la imagen. La autenticidad se transmite en formatos breves (stories, reels, TikToks). En el plano político desconfían de partidos (que ven como falsos) pero participan en activismo digital (que sienten auténtico, aunque sea performativo).
Globalizados, pero hiperlocales. Se sienten ciudadanos del mundo, pero defienden identidades comunitarias muy específicas. Convencerlos implica reconocer la doble pertenencia: ser ciudadano del mundo no borra las raíces, las multiplica.
Aunque celebran la pluralidad cultural, cancelan opiniones contrarias. La narrativa, entonces, debe reconocer explícitamente la tensión entre quienes defienden la diversidad cultural, pero a veces practican exclusión discursiva. Nombrar esta contradicción es el primer paso para desactivar su invisibilidad.
Denuncian el capitalismo, pero construyen identidad a través de productos. Esto no es incoherencia, es una forma de resistencia simbólica donde se apropian de lo que existe para resignificarlo. El capitalismo es un espejo que refleja fragmentos como productos, marcas, memes… y los convierte en mosaico identitario
Temen la crisis climática, pero al unísono rescatan estéticas retro. El retro no es nostalgia pura, sino un palimpsesto: capas del pasado reescritas sobre el presente. La crisis climática puede ser narrada como otra capa que exige reinterpretar esos símbolos, no abandonarlos.
Rechazan controles tradicionales, pero piden límites a discursos dañinos en redes. La coherencia emerge al cambiar el lenguaje: de “control” a “responsabilidad compartida”.
Afirman su singularidad, pero se agrupan en causas colectivas. La singularidad no se pierde en lo colectivo, se amplifica. El discurso debe mostrar que cada voz única es indispensable para que la causa tenga legitimidad. Cada persona es una pieza con forma y color irrepetible. La causa colectiva es el mosaico que solo existe gracias a esas diferencias. Cancelar la singularidad sería destruir la obra.
Domadores de algoritmos, pero abiertos a rituales, astrología y prácticas ancestrales. Dialogar con quienes habitan ambos mundos exige un discurso que no los enfrente, sino que los reconcilie en una narrativa de complementariedad.
Movilizados pero efímeros. Se suman a causas con intensidad, pero las abandonan rápido. Se requiere un discurso que no los culpe por su fugacidad, sino que la transforme en energía sostenible.
Denuncian agresiones físicas, pero participan en hostigamiento virtual. Esto exige un discurso que no caiga en la acusación directa, sino que abra un espacio de reflexión sobre la coherencia ética entre cuerpo y palabra.
Generación del futuro, pero atrapada en el presente. Se proyectan como agentes de cambio, pero viven en la inmediatez. Las palabras clave deben ser puentes narrativos, términos que resuenen con su urgencia, pero también con su deseo de trascendencia.

