La campaña para elegir a los próximos jueces y magistrados del poder judicial es un abanico de errores en la construcción de reputación y branding.

Muchos de ellos no comunican habilidades, experiencia o credibilidad. No logran inspirar, motivar y menos reconfortar. Tampoco representan valores, movimientos o ideales.

Desdeñan, con triquiñuelas de fama, que un experto que sabe compartir su conocimiento de manera clara y atractiva gana reconocimiento, ignoran que las personas y marcas que transmiten emociones genuinas con historias, imágenes o interacciones auténticas, generan conexión con la audiencia. Olvidan, asimismo, que la comunicación transforma significados en identidad.

Hoy, en un entorno saturado de mensajes fugaces y contenido desechable, crear conciencia sobre el valor profesional, emocional y simbólico requiere estrategia y autenticidad.

Urgen narrativas profundas y significativas, enfocarse en contar historias que transmitan valores.

Las personas deben recibir información con referencias culturales, datos históricos o explicaciones fundamentadas para aumentar la capacidad de análisis y apreciación de contenido con valor real.

Muchos hablan hacia la audiencia, pero no conversan con ella. En algún momento olvidaron que la comunicación bidireccional permite reflexionar, construir perspectivas y fortalecer el impacto de un mensaje.

Hoy fomentar el pensamiento crítico y la selección de información de calidad puede ayudar a elevar el nivel de conciencia colectiva.

Si cada candidato adopta estos principios, el entorno comunicativo podría evolucionar hacia una mayor profundidad y autenticidad.

A un mes de concluir las campañas, urge una narrativa estratégica que transmita valores simbólicos y emocionales.

Se requiere emplear redes sociales y plataformas digitales, habilitar la coherencia entre el mensaje y acciones, apostar a una comunicación rica en ideales, acercamiento y propuestas.

Como en muchas cosas, como la vida misma, la realidad se comienza a gestar en la verbalización y las palabras. Ellas nos conducen a otras posibilidades de acceso a la justicia.

En nuestra era, cuando la banalidad campea, el gran diferencial es la información pragmática, contextualizada y con propósito más allá de ganar una elección. Es optar por la comunicación con sentido y la innovación social.

Por supuesto hay quienes optarán por la fama, aunque en el camino les endilguen epítetos degradantes pero pegajosos como “Ministra burra”, “Miss lencería” o “Magistrado chicharrón”.

Y otros obstinadamente callan. Rehúsan salir de un círculo de seguridad y confort en el que permanecieron muchos años. Se sumen en una plácida inercia. Entre ellos, los “cobijados” por personajes poderosos, aunque altamente controvertidos como Arturo Zaldívar.

Ellos, los escandalosos, timoratos o “protegidos, son los abogados del diablo, los que se juegan una resolución en un volado.

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