Itzel Mayans Hermida

Las menciones al término Woke y a la manera en que éste, presuntamente, ha causado o alimentado el resurgimiento de las derechas o extremas derechas a lo largo del mundo, ha sido muy frecuente en los últimos meses. A pesar de ser éste un anglicismo, es común escucharlo ya en la prensa mexicana; sin embargo, poco se ha hecho –más allá de culparle precisamente por realinear a la extrema derecha– por comprender su significado, origen o su contribución a la defensa y protección de los derechos civiles de minorías sociales.

¿Cuál es el significado de Woke?

El término significa, en español, “estar despierto” y busca referir a la necesidad de reconocer la exclusión, marginación e indefensión en que las minorías afroamericanas han vivido históricamente. Su existencia data de la década de 1930 y su resurgimiento se lo debemos a que las batallas culturales actuales han asociado a la discriminación racial con una gama muy amplia de lo que, hoy en día, conocemos como las políticas de la identidad, en las que se incluyen el reconocimiento de las minorías sexo – genéricas y las reivindicaciones feministas.

Asimismo, el término cobró mucha visibilidad ante el surgimiento de los grupos de resistencia Black Lives Matter, a partir de los asesinatos ilegales de afroamericanos a manos de la policía, el último de los cuales, el de George Floyd en 2020, lo visibilizó mucho más. También el surgimiento del movimiento feminista MeToo en 2017 se asocia fuertemente como una expresión Woke. En pocas palabras, ser Woke es ser progresista o con una agenda de izquierda contemporánea, en la que no solamente es importante hablar de los temas clásicos de redistribución económica, sino también de identificar las demandas de reconocimiento de grupos sociales marginados (a favor de los derechos civiles, adopción de políticas de acción afirmativa y anti – discriminatorias, incorporación de lenguaje inclusivo, entre otras).

¿A qué debemos su descrédito reciente?

A pesar de su largo recorrido social e histórico en el que el movimiento ha logrado exitosamente evidenciar la opresión estructural que padecen afroamericanos, mujeres, latinos y otras minorías en Estados Unidos, y en todo el mundo, sus detractores se centran exclusivamente en lo que se conoce como la política de la cancelación. La cancelación o censura, busca descalificar a emisarios de mensajes racistas, clasistas o misóginos en redes sociales, lo cual, en algunos casos, tiene serios efectos sobre el prestigio, economía o posición laboral de quien los emite como un costo social que se les hace pagar por emitir opiniones que son abiertamente dañinas o muy ofensivas para personas o grupos sociales provenientes de dichas minorías.

La política de la cancelación, por tanto, tiene detrás un tipo de corrección política que, para muchos, puede resultar excesiva y que, para otras y otros, no resuelve el problema estructural de fondo que es trabajar a favor de la igualdad sustantiva de las personas y, por el contrario, se centra en la censura a personas concretas. De manera que, este exceso en cancelar o visibilizar los sesgos, “ideologías retrógradas” o incorrección política de ciertos grupos conservadores, justificaría la cancelación de sus opiniones y cosmovisiones.

¿Es el uso de la política de la cancelación exclusivo del movimiento Woke?

En primer lugar, sabemos que está bien instalada y goza de muy buena salud entre las derechas contemporáneas. Un buen ejemplo de la cancelación entre los representantes de la derecha es, precisamente, la cancelación o restricción reciente de materias, profesoras y perspectivas críticas en distintas universidades de Estados Unidos, como en el 1, ante la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca por segunda ocasión.

Asimismo, otro excelente ejemplo es cómo en el mes de marzo de 2023 se corrió a la directora 2 de su cargo en una escuela pública en la ciudad de Miami cuando enseñó a sus estudiantes de arte al David de Miguel Ángel, acusándola de promover la pornografía. Lo anterior en clara tensión con su libertad de cátedra y con el derecho de las y los estudiantes al conocimiento, de primera mano, de uno de los ejemplares más representativos del arte del renacimiento europeo.

En segundo lugar, está bien documentado que estas expresiones de mutua cancelación (de izquierda o de derecha) realmente trabajan selectivamente para 3 a partir de identificar cuáles son las posturas políticas, más o menos extendidas, que tienen la mayor probabilidad de ser aprobadas o desaprobadas por los grupos políticos en turno o por la sociedad de cada localidad.

Por ello, alinearse, como recientemente lo hizo 4, con las presiones políticas del gobierno de Trump y dejar de verificar la veracidad de la información publicada en sus redes sociales, revela oportunismo económico de las empresas y no necesariamente refleja el compromiso con agendas progresistas o conservadoras, según sea el caso. Es decir, el capitalismo nunca pierde, aunque, con ello, parezca que trabaja a favor de causas nobles, como puede ser, la ampliación de los derechos básicos de las personas.

Así, a pesar de que el uso de política de la cancelación sea reprobable al acallar las voces que resulten ser ofensivas, considero que reducir el movimiento woke a la política de la cancelación es profundamente equivocado ya que, con ello, se olvidan las décadas de lucha en favor de los derechos civiles de muchas minorías y grupos sociales vulnerables de todo el mundo, al tiempo de que también se omite constatar las maneras en que las posiciones de derecha, más radicales, también la utilizan cotidianamente para favorecer sus propias agendas racistas, clasistas y xenófobas.

Profesora – Investigadora en el Instituto Mora y Doctora en Filosofía política por la UNAM.

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