Estaba en la playa, profundamente concentrada en una clase de yoga, buscando alcanzar la paz interior mientras ejecutaba cada postura con precisión. De repente, una mosca se posó en mi brazo. Intenté espantarla con un movimiento brusco, pero no funcionó. Caminó hacia mi hombro, luego voló a mi cuello y, finalmente, aterrizó en mi cara. La mosca no solo me estaba distrayendo, sino que me estaba volviendo loca.
Como si hubiera leído mis pensamientos, la maestra compartió una reflexión que parecía hablarme a mí, justo en ese momento.
“La práctica de yoga no se trata de alcanzar la perfección en cada postura, sino de aprender a aceptar las cosas tal como son. El verdadero avance no se mide en si logras una postura difícil, sino en cómo puedes aplicar esa flexibilidad, equilibrio y fuerza en tu vida”.
Con estas palabras en mente llegamos a la postura más importante: Shavasana, la postura del cadáver. Recostada boca arriba, intentaba aquietar mi cuerpo y mente, pero seguía “peleando” con la mosca. Entonces recordé una historia que escuché en un curso de Qi Gong (Chi Kung), una práctica ancestral de la medicina china que equilibra la energía vital del cuerpo.
El maestro Pang, fundador del Qi Gong, enseñaba a sus discípulos en el campo cuando un enjambre de abejas comenzó a revolotear muy cerca de él. El maestro Pang se mantuvo en calma, respirando profundamente, no reaccionó con miedo. Sus discípulos, sorprendidos, le preguntaron, cómo podía mantenerse tan tranquilo ante el potencial peligro.
El maestro Pang explicó que todo ser vivo está influenciado por la energía del entorno. Si uno se mantiene en un estado de paz interior, esa energía puede atraer calma, no solo para uno mismo, sino también para el mundo que lo rodea. Al mantener su paz, el maestro no solo se protegió a sí mismo, sino que también tranquilizó a las abejas, que finalmente se alejaron sin causar daño.
La lección de esta historia es que la energía que transmitimos influencia el entorno. Si nos mantenemos en paz y en equilibrio, a través de prácticas como la respiración profunda y la meditación, podemos influir en nuestro cuerpo y en nuestra relación con el mundo que nos rodea de una forma muy poderosa.
Inspirada por la historia, decidí ponerla en práctica con la mosca. Dejé que caminara sobre mi frente, por mi nariz, por mis mejillas. De repente sentí sus patitas merodeando mi boca, rozando mis labios, como si la mosca fuera a darme un beso. En lugar de irritarme, elegí no luchar contra ella y mantenerme en paz, enfocada en mi respiración. Extrañamente, al dejar de resistir, comencé a sentir un ligero escalofrío que poco a poco me relajó. Fue justo en ese momento cuando la mosca se fue y no regresó más. Pero lo más interesante, es que ese estado de paz y bienestar me acompañó durante todo el día.
Cuando nos rendimos y dejamos de luchar contra las circunstancias que no podemos cambiar o controlar, como, por ejemplo, hacia donde volarán las abejas o las moscas, y aceptamos las cosas tal como son, podemos acceder a un estado de paz que influenciará todo a nuestra alrededor; y este es el INGRIDiente secreto para sentirnos en equilibrio, en control y en calma, aún y cuando una mosca… “intente besarte”.
Gracias por acompañarme una vez más.
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