Tiger Woods fue el “Michael Jordan” del golf: un atleta exitoso y en camino a convertirse en leyenda. Su mayor logro ocurrió en junio de 2008, cuando ganó el US Open por tercera vez, sumando su 14ª victoria en un major en 12 años de carrera. Lo impresionante fue que lo hizo con una grave lesión en la rodilla y dos fracturas en la pierna, lo que convirtió esa victoria en una de las más notables en la historia del deporte.

Sin embargo, tras ese éxito, su vida dio un giro dramático. Un escándalo destapó su adicción al alcohol, a los medicamentos y a relaciones extramaritales con estrellas porno. La imagen de la leyenda, del más grande, se derrumbó, y, a partir de ese momento, no volvió a ganar otro Grand Slam durante una década.

¿Cómo es posible que alguien que, por fuera, parece tenerlo todo, por dentro, sufra un enorme vacío que lo lleva a la autodestrucción? El monje vietnamita Thich Nhat Hanh dice: “Aunque en la superficie del océano puede haber quietud, en el fondo hay corrientes”.

Tiger Woods fue criado para ser un campeón. Su padre lo sometió a un entrenamiento extremadamente riguroso, lleno de insultos y amenazas. Tiger fue entrenado para ser un “asesino a sangre fría” en el campo de golf, pero esta mentalidad lo dejó emocionalmente fracturado. La falta de equilibrio lo llevó a traicionar a su familia y a buscar consuelo en placeres vacíos.

Con el tiempo, Tiger reflexionó sobre su vida y admitió: “Si mientes todo el tiempo, la vida deja de ser agradable.” Como Jesús preguntó a sus discípulos: “¿De qué sirve ganar el mundo si se pierde el alma?” La lección es clara: ganar a cualquier precio, nunca traerá resultados positivos a largo plazo.

Esta historia no es exclusiva de Tiger Woods, incluye a las hermanas Williams, cuyo padre fue acusado de maltrato, a Andre Agassi, quien en su autobiografía Open describió a su padre como un “tirano”, a Lionel Messi, condenado por defraudar a Hacienda por confiar en su papá. La lista es en realidad grande: Michael Jackson fue abusado por su padre. A Charlize Theron casi le quita la vida el hombre que se la dio. Estos ejemplos muestran cómo la oscuridad puede esconderse detrás del brillo de la fama.

Esto me lleva a reflexionar: ¿realmente vale la pena “ser un campeón” a toda costa? ¿Debemos sacrificarlo absolutamente todo en busca del éxito? Podemos tener un corazón hambriento, pero la forma de alimentarlo es crucial. No encontraremos armonía en nuestra vida, si la necesidad sin escrúpulos de ser más y tener más, nos devora el alma y el espíritu.

Si deseamos alcanzar una gran meta, es necesario decidir lo que estamos dispuestos a sacrificar en el camino y lo que no. No creo que Cristiano Ronaldo pase sus viernes comiendo nachos y bebiendo cerveza. Sin embargo, hay una diferencia entre el sacrificio consciente que estamos dispuestos a asumir en la vida para lograr esa gran meta, que hacerlo a cualquier costo, sin que nos importe perder aquello que es realmente importante en la vida, como nuestros valores, nuestras relaciones, o nuestra salud mental.

La búsqueda implacable de logros y metas no vale la pena, sí dañamos nuestras almas en el proceso. Ese es el verdadero INGRIDientesecreto para ganar el mundo, sin perder el alma.

Gracias por acompañarme una vez más.

IG: @Ingridcoronadomx

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