Hace unos meses publiqué una columna sobre el gozo de ser generoso. Conté cómo, al no tener cambio, decidí darle un billete de 500 pesos a un mimo en la calle. Mi intención fue ayudar, pero días después, una especialista en responsabilidad social me escribió sobre los riesgos de dar dinero en la calle. Me explicó que esta acción, aunque bien intencionada, puede fomentar la explotación y perpetuar redes de mendicidad. Su mensaje me dejó inquieta y me motivó a investigar más.

El dilema de dar dinero en la calle es complejo. Desde la empatía, parece un acto de ayuda inmediata, pero desde la responsabilidad social, puede alimentar dinámicas de explotación.

En el caso de los niños, muchos no están solos: son obligados a mendigar por adultos o redes criminales. Cuando viajé a la India, vi a niños pidiendo limosna en las calles, algunos de ellos con discapacidades evidentes. Me contaron que, en algunos casos, esas discapacidades no eran naturales, sino provocadas para generar más compasión y, con ello, más dinero. Esta realidad también se retrata en la película Slumdog Millionaire, donde niños huérfanos son secuestrados y obligados a pedir limosna para beneficio de sus explotadores. Esto me hizo preguntarme: ¿cómo ayudar sin perpetuar el sufrimiento de los más vulnerables?

Ahora, cada vez que un limpiaparabrisas se acerca a mi auto, no sé si darle dinero. Prefiero que trabaje a que caiga en la delincuencia, pero tampoco quiero contribuir a la industria de la mendicidad.

Algunas alternativas que he encontrado efectivas son:

Apoyar a organizaciones que trabajan con niños en situación de calle. Como embajadora de Save the Children México, conozco de cerca su labor en educación, alimentación y protección infantil.

Ofrecer comida o ropa en lugar de dinero.

Reportar casos de explotación infantil a las autoridades.

¿Y qué hay de los adultos mayores? Muchos han sido abandonados y no tienen acceso a una pensión. Aquí, la ayuda económica puede ser necesaria, pero también es clave, si de verdad queremos apoyar, acercarnos a organizaciones que trabajen con ellos.

En su libro El alma del dinero, Lynne Twist nos invita a reflexionar sobre la verdadera intención detrás de dar: ¿es para aliviar culpas o reafirmarnos como buenas personas? La pornografía de la pobreza degrada a todos los involucrados, perpetuando la dependencia en lugar de fomentar la autonomía y la dignidad.

Cuando damos desde una posición de superioridad, los receptores pueden sentirse indignos en lugar de verse como socios valiosos en la sociedad y como personas capaces. Por eso no hay que asumir un rol de salvador benévolo, porque la verdadera caridad no se ejerce para salvar a nadie ni para sentirnos mejor con nosotros mismos. Dar es un acto de gratitud, un reconocimiento de que hoy estamos en la posición de ayudar y queremos hacerlo.

Así que más allá de preguntarnos si debemos ser parte o no de la generosidad callejera, lo importante es hacerlo con conciencia y responsabilidad. Y ese es el INGRIDiente secreto para desmantelar el dilema de: “¿dar o no dar?”

Este espacio es de todos. Así como ese mensaje me ayudó a entender cómo ayudar de manera más eficaz, me interesa tu opinión. Escríbeme en Instagram @ingridcoronadomx y dime de qué te gustaría que platicáramos. ¡Gracias por acompañarme una vez más!

IG: @Ingridcoronadomx / www.mujeron.tv

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