Era una tarde de 2023 cuando entré al edificio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Era la primera vez que entrevistaría a una ministra y, aunque estaba nervioso, me sentía listo para hacer mis preguntas y no quitarle mucho tiempo a la entrevistada. Después de todo, estas figuras tienen agendas llenas de trabajo y compromisos con personas importantes. Yo solo era un estudiante curioso más.
Al entrar a la oficina de aquella ministra, me llevé una grata sorpresa. Conocí a la persona detrás de la toga que vemos todas y todos en las transmisiones del Pleno de la SCJN. Una mujer firme, con convicciones claras, pero también con un gran sentido de empatía y una profunda preocupación por los retos que enfrenta nuestro país.
La ministra Margarita Ríos Farjat conversó conmigo alrededor de dos horas. Hablamos sobre sus años formativos, los retos que enfrentó como ministra, sus sentencias favoritas y me dio un consejo que nunca olvidaré: ser idealista implica conocer los retos a los que nos enfrentamos y, a partir de ahí, hacer las cosas con excelencia. Esa tarde caminé por el Centro Histórico feliz, pues más allá de una entrevista había conocido la historia de una persona admirable en muchos sentidos.
Nacida en Nuevo León, la ministra Ríos Farjat encontró su vocación por el servicio público en el ejemplo de su padre, Rodolfo Ricardo Ríos Vázquez. Un hombre que fue bolero, llegó a trabajar como secretario de estudio y cuenta en la SCJN y terminó su carrera como magistrado federal. Ella recuerda haberlo acompañado de niña a las sesiones del Pleno: aunque no entendía del todo lo que ocurría, sabía que en ese edificio se decidían asuntos importantes. De él aprendió la empatía y la sensibilidad, valores que cualquiera que la conozca puede reconocer en su persona.
Ríos Farjat es una de las 15 mujeres que han llegado a ser ministras de nuestra Suprema Corte en la historia de México. Fue propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador y ratificada por el Senado en una votación que recibió el respaldo de legisladores y legisladoras de todos los partidos políticos. Para mí, ella será recordada por encarnar uno de los principios más importantes en una democracia constitucional: la independencia judicial.
A pesar de las presiones, amenazas, calumnias e incluso de una reforma judicial, la ministra Ríos se mantuvo firme y fiel a sus ideales. Sus años como ministra le dejaron al país precedentes de gran importancia en la defensa de los derechos humanos. Un ejemplo claro es el amparo en revisión 51/2020, en el que se analizó la desaparición forzada de dos personas en Oaxaca y se fijaron medidas de reparación para las víctimas de violaciones graves a derechos humanos. Hasta hoy, su ponencia sigue dando seguimiento al cumplimiento de esa sentencia.
Además, la ministra Ríos consolidó un equipo de trabajo integrado por mujeres y hombres jóvenes que comparten su visión sobre lo que debe ser la impartición de justicia. Impulsó también la creación de Sor Juana, una plataforma de inteligencia artificial que permite a cualquier persona consultar y comprender las sentencias en las que trabajó. Esta herramienta, única en el mundo, ha sido reconocida y premiada en varias ocasiones.
Escribo estas líneas porque estoy convencido de que la ministra Ríos Farjat es alguien que todas y todos los mexicanos deberíamos conocer. Intento describir lo que yo vi en estos últimos años: una mujer, una abogada, una madre, una ministra y una amiga que creyó en mí cuando yo no podía hacerlo. Una persona que, a pesar de todo, buscó la excelencia en cada paso y que impulsó a miles de estudiantes, abogadas, abogados y ciudadanos. No me cabe duda de que Linda Greenhouse tenía razón cuando dijo que México era afortunado de contar con ella como ministra en la Suprema Corte.
En esta última semana de su encargo como ministra, no me queda más que recordar sus lecciones, sus consejos y el legado que deja a las y los mexicanos. Como ella misma dice: nos toca ser marineros, hacernos a la mar y confiar en que la vida tiene sus formas de compensar a quienes obran bien.