A lo largo de la historia, hemos sido testigos de grandes escenarios deportivos, pero que se han convertido en escenarios abandonados, mal aprovechados. Lugares que, después de un Mundial o unos Juegos Olímpicos, se convierten en bodegas de recuerdos y sólo causaron hoyos financieros a los Gobiernos o las empresas que los financiaron.
En muchas ocasiones, se ve a un estadio como un lugar donde caben muchas personas, pero lo ideal es verlo desde otra óptica, la del negocio, funcionalidad, el confort y la modernidad, de la diversión y el consumo del aficionado.
En las últimas semanas, hemos visto que muchos empresarios sólo buscan el volumen de gente, sin importar la calidad del espectáculo. Así ha pasado con los conciertos de Luis Miguel y otros artistas que se han presentado en estadios de beisbol y futbol, donde la acústica es pésima; los accesos, peores; las instalaciones, deplorables; y, por tal motivo, la experiencia se vuelve muy triste.
Lo más importante para la mercadotecnia deportiva es invertir y pensar en el fan, ese que va a consumir si el producto es bueno, y va a consumir aún más si la experiencia es positiva. Vamos a jugar con la mente e imaginemos cómo sería el estadio perfecto.
—El estacionamiento está iluminado, señalado, resguardado y el ticket lo puedes comprar en línea.
—Los accesos son automatizados y con el simple código del celular, puedes rentar un locker o tener señal de internet.
—Mediante una tarjeta o un código, se puede descargar dinero para consumir.
—No existe ambulantaje.
—Existe un área de restaurantes y bares, donde puedes pasar horas previas al evento y post, con toda la seguridad y calidad.
—Que pudiera haber un hotel para los visitantes foráneos.
—Sala de eventos y fiestas, que el fan pudiera rentarlo y hacer sus eventos personales, con temáticas del propio estadio.
Soñar no cuesta nada. Podríamos engrosar la lista, pero todo está al alcance de nuestro trabajo y esfuerzo, como parte de la industria del entretenimiento deportivo.