Ayer, durante la conferencia mañanera, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó algo que apuesta por crear una ruta tecnológica del país. Anunció el Centro Mexicano de Supercómputo, que en su primera etapa operará desde el Barcelona Supercomputing Centre (BSC).
El proyecto apunta claramente hacia una autonomía tecnológica cada vez más realista. El BSC no es cualquier laboratorio. Ahí se aloja la supercomputadora número nueve de Europa y la diecinueve del mundo, una herramienta que ya ha apoyado a México en más de 440 proyectos científicos y tecnológicos. Se trata de un socio que ya nos conoce y con el que existe una relación de trabajo efectiva.
El acuerdo tendrá una vigencia inicial de cinco años, con opción a extenderse. Se firmará entre la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti), el IPICYT, Infotec y el propio centro catalán.
La primera misión del proyecto será desarrollar el modelo climático de México. Un esfuerzo científico que requiere potencia de cómputo, precisión y, sobre todo, control de datos. Y ahí está una de las claves positivas del anuncio. La información será resguardada por el gobierno mexicano y por la comunidad científica mexicana. Esto rompe con la idea de que “da lo mismo” almacenar datos en cualquier lugar del mundo. No siempre da lo mismo, especialmente cuando se habla de autonomía tecnológica.
El director del BSC, Mateo Valero Cortés, recordó que antes se decía que el país que no computa, no compite. Hoy la frase evolucionó: el país que no procesa sus propios datos simplemente no es soberano. Un recordatorio oportuno de que la tecnología también es política pública.
Adriana Rivera Cerecedo, directora ejecutiva de la Asociación Mexicana de Datacenters, comparte esa visión. Dice que para información de electores, contribuyentes o trámites, tener infraestructura nacional no solo es conveniente, es estratégico. Para fines comerciales es otro boleto. Incluso empresas como Genesys ya lo entendieron pues la semana pasada anunció la apertura de nueva región de nube que permitirá mantener datos dentro del país, una capacidad que favorece a sectores altamente regulados como el financiero y el gubernamental.
Construir una supercomputadora para el país requiere entre 24 y 36 meses. Y mientras se construye, los problemas del país no esperan. Comenzar desde Barcelona permite avanzar mientras México prepara su propia infraestructura.
Todo esto solamente es el preámbulo del anuncio que viene la próxima semana: la supercomputadora mexicana, la más grande de América Latina. Se trata de una gran apuesta nacional y un paso firme hacia una soberanía digital más sólida. Lo necesitamos.
Starlink, no mires arriba
Vaya broncón que se está armando alrededor de la representación de la marca y los servicios de internet satelital Starlink en México. Todo digno de un culebrón corporativo de proporciones orbitales. El cuento viene de años atrás, cuando la empresa de Elon Musk disputaba el uso del nombre Starlink con la mexicana Stargo. Hasta ahí, todo un choque típico de empresas, pero el guión se pone más interesante.
Resulta que Ubix, esta supuesta filial o empresa pantalla de Stargo, lleva tiempo ofreciendo el servicio de Starlink sin contar con una autorización oficial. ¡Zaz! Cuidado porque según los propios estatutos de la compañía espacial se "prohíbe la reventa no autorizada" y dice que puede suspender terminales que operen fuera de los términos permitidos. Imagínate que compras tu antenita, la instalas, confías en tu proveedor y pum, queda fuera de servicio porque alguien no cumplió el contrato.
Pero la historia se pone más truculenta cuando se sabe que Ubix intenta vender ese mismo servicio a empresas del tamaño de Femsa Comercial, dueña de Oxxo. No es lo mismo fallarle a un par de clientes que dejar en el aire cientos o miles de puntos de venta. Para una corporación así, depender de un proveedor que podría no estar autorizado no sólo es imprudente, sino un deporte extremo. Cuando un proveedor opera fuera de los márgenes legales, la cadena completa queda expuesta.
Y eso no es lo único raro. El pasado 4 de junio de 2025, Ubix publicó en X que había firmado un acuerdo para convertirse en revendedor autorizado de Starlink en México. O sea, ¿cómo? Entonces, ¿la misma empresa con la que están en disputa por el nombre ahora es socia comercial? Estamos viendo un acto de ilusionismo jurídico o alguien miente.
Spacex (propietaria de Starlink) dice que ya ganó una demanda en la Sala Especializada en Propiedad Intelectual del TFJA por este mismo tema. Eso coloca el caso en una categoría poco discutida pero conocida como el riesgo del canal. Es que, cuando los distribuidores no son lo que dicen ser, las empresas que contratan sus servicios terminan pagando los platos rotos.
En el mundo del internet satelital, no basta con mirar al cielo, también hay que mirar muy bien a quién le compras la antena. No te dejes engañar.
Equidad digital
KIO Data Centers anda presumiendo músculo, pero esta vez no es de servidores ni megavatios. La empresa que encabeza Octavio Camarena se llevó el premio a la Mejor Campaña de Marketing/Redes Sociales en los Global Connectivity Awards 2025. Y no, no fue por un video épico de racks brillando, sino por su campaña Equidad es 50%, una declaración incómoda para un sector donde la diversidad suele perderse entre cables, enfriadores y mucha testosterona.
Hoy su equipo directivo está integrado en 50% por mujeres, una rareza cuando el Uptime Institute recuerda que 80% de los operadores reconoce tener 10% o menos de personal femenino. Mientras otros siguen discutiendo si “algún día” habrá más ingenieras, KIO decidió hacerlo.
Y el movimiento no solo huele a justicia, también a negocio y productividad. McKinsey dice que las empresas con paridad directiva tienen 48% más probabilidades de rendimientos superiores. KIO ya entendió que, en infraestructura digital, la verdadera ventaja competitiva no siempre está en el hardware, sino en quién lo dirige.
Innovación de piso
En el mundo tech siempre buscamos lo “sexy” como chips, IA o robots que casi te piden matrimonio. Pero pocas veces volteamos a ver la humilde llanta, ese anillo de hule que sostiene todo el sueño de la movilidad limpia y que, de paso, anda metido en la mitad de los accidentes viales del país. Mientras presumimos autos eléctricos, olvidamos que más del 90% de las emisiones del transporte vienen de vehículos en movimiento y que el sector aporta una cuarta parte del CO₂ nacional. La innovación empieza donde el pavimento raspa.
Ahí es donde Michelin decidió ponerse serio con su visión “Todo Sostenible”. No es un eslogan pintado de verde, es una estrategia basada en datos, tecnología y un ciclo de vida medido con 16 criterios ambientales. De ese rigor salen líneas como Michelin Energy, capaces de rasurar hasta 10% del consumo de combustible.
En México una llanta más durable, reciclable y menos tragona de combustible deja de ser refacción y se convierte en una decisión económica, ambiental y hasta política.
También en el campo
En el mundo agrícola, donde muchos creen que la innovación solo ocurre cuando un dron sobrevuela un campo, el CIMMYT vuelve a demostrar que la ciencia dura sigue moviendo la aguja. Su director general, Bram Govaerts, acaba de recibir la Orden de la Corona en Comandante, cortesía del Reino de Bélgica. No es cualquier estampita diplomática: es uno de esos reconocimientos que se entregan cuando alguien realmente cambia cosas, no cuando inaugura conferencias.
Govaerts, belga de origen y global por vocación, lleva años empujando al CIMMYT a producir ciencia que no se queda en papers, sino que termina en maíz, trigo, resiliencia climática y seguridad alimentaria para más de mil millones de personas. Así México aparece bien parado como anfitrión y aliado estratégico.
*Columnista y comentarista

