I.
Palabras más, palabras menos, la mayoría de los políticos no pueden ser teóricos. En principio, porque rara vez son pensadores; segundo, porque el frenético estilo de vida que se imponen no les deja tiempo para las grandes ideas”, argumentaría el economista Yanis Varoufakis. Estoy en total sintonía con el autor griego, no se trata aquí de la postura intelectual desde el despotismo, sino de una declaratoria que es, a todas luces, real… y bastante triste. Las mujeres y hombres que hoy se encargan de engrosar las listas de mandatarios a nivel mundial no suman a la riqueza de la democracia, sino que la adelgazan. Releyendo “Secretum” de Petrarca encuentro que el pensador se queja, en los albores del Renacimiento, sobre la contradicción de la política de su tiempo corrupta e ignorante. Nada ha cambiado.
II.
El tecnofeudalismo, término acuñado por el economista Yanis Varoufakis, nos sitúa en un escenario distópico donde la tecnología no es una herramienta de liberación, sino un mecanismo de control y extracción de valor. Este concepto, que parece extraído de una novela de ciencia ficción, es hoy una realidad incipiente que amenaza no solo la economía, sino la esencia misma de la cultura y la democracia… la economía de la nube nos dice Varoufakis, se alimenta de nosotros. Esto es: de nuestras interacciones e intereses digitales. Si ustedes tienen hijos y todo el día les permiten utilizar celulares y tabletas, exponen a que estos sean un anclaje de un nuevo capitalismo. Tanto nuestros hijos como nosotros somos el ganado a sabiendas y aceptando que lo somos del mundo tecnológico.
III.
El tecnofeudalismo no es solo un sistema económico; es una nueva forma de organización social donde las grandes corporaciones tecnológicas actúan como señores feudales, y los usuarios, como siervos que entregan sus datos a cambio de servicios aparentemente gratuitos. Este intercambio, lejos de ser equitativo, concentra el poder en manos de unos pocos gigantes tecnológicos que deciden qué información se consume, qué productos se compran y, en última instancia, cómo se piensa.
IV.
Varoufakis sostiene que el capitalismo ha sido reemplazado por un sistema en el que unas pocas corporaciones tecnológicas, como Google, Amazon, Facebook y Apple, ahora X también podría entrar en la ecuación, ejercen un control casi absoluto sobre los datos y la economía digital. Estas empresas no producen bienes en el sentido tradicional, sino que operan como intermediarios que extraen rentas de la actividad económica de usuarios y pequeñas empresas. En este nuevo sistema, los "señores digitales" poseen y administran los "feudos digitales"—plataformas y datos—, mientras que usuarios y negocios dependen de ellos para operar. La riqueza ya no proviene tanto de la producción de bienes y servicios, sino de la extracción de rentas y la explotación de datos personales, consolidando un modelo basado en la dependencia y el control.
V.
Las repercusiones del tecnofeudalismo son profundas en los ámbitos económico, político y social, según el economista. Esto es, la concentración de poder de estas corporaciones ha debilitado la competencia y la innovación. Su capacidad para eliminar competidores ya sea absorbiéndolos o marginándolos, crea una falsa sensación de competencia y refuerza su hegemonía. Además, en la economía digital, los datos personales se han convertido en el recurso más valioso.
VI.
Las corporaciones tecnológicas recolectan los datos, los analizan y comercializan sin un control efectivo, comprometiendo la privacidad de los usuarios y facilitando la manipulación de su comportamiento, desde hábitos de consumo hasta preferencias políticas. No es casual que, en este contexto, la democracia misma se vea amenazada. Al monopolizar los flujos de información y comunicación, estas empresas adquieren una capacidad sin precedentes para influir en la opinión pública y en los procesos democráticos, generando interrogantes sobre el verdadero poder de los Estados frente a las corporaciones tecnológicas.
VII.
A pesar de su atractivo conceptual, la teoría de Varoufakis ha sido objeto de críticas. Algunos argumentan que la analogía con el feudalismo es exagerada, ya que, a diferencia del pasado, los usuarios aún pueden elegir entre distintas plataformas, aunque con opciones limitadas. Otros sostienen que el capitalismo sigue vigente, pues, aunque el poder se ha concentrado, el modelo económico sigue operando bajo lógicas de mercado, inversión y regulación. Además, se subestima el papel del Estado. Si bien las tecnológicas han acumulado un poder sin precedentes, los gobiernos aún tienen herramientas regulatorias para imponer límites, como han demostrado recientes esfuerzos en Europa y Estados Unidos para frenar prácticas monopólicas y proteger la privacidad.
VIII.
El tecnofeudalismo es una herramienta conceptual para analizar la transformación de la economía digital. La concentración de poder en manos de unas pocas corporaciones y su impacto en la competencia, la privacidad y la democracia son cuestiones urgentes. Sin embargo, la analogía con el feudalismo tiene sus limitaciones, y la capacidad de los Estados y la sociedad civil para regular este fenómeno no debe subestimarse. Más que un destino inevitable, el tecnofeudalismo es un desafío que exige respuestas políticas y sociales audaces para garantizar que la economía digital beneficie a todos, no solo a unos pocos "señores digitales".
IX.
Aunque la teoría de Varoufakis es provocativa y ofrece una perspectiva crítica valiosa, no está exenta de críticas. Algunos economistas argumentan que la analogía con el feudalismo es exagerada. En el feudalismo, los señores feudales tenían un control absoluto sobre la tierra y la vida de los siervos mientras que, en el tecnofeudalismo, los usuarios y las empresas aún tienen cierta autonomía y capacidad para elegir entre diferentes plataformas. Además, el capitalismo no ha desaparecido, sino que ha evolucionado, y las grandes tecnológicas siguen operando dentro de un marco capitalista, aunque altamente concentrado.
X.
No obstante, el concepto de tecnofeudalismo es una herramienta analítica para entender los desafíos que plantea la economía digital. Su crítica a la concentración de poder en manos de unas pocas corporaciones tecnológicas y su impacto en la competencia, la privacidad y la democracia es oportuna y necesaria.