La criminalidad que hoy campea en buena parte del territorio nacional, no podría explicarse sin la omisión, y en muchos casos, la abierta permisividad a lo largo de las dos últimas décadas de autoridades de todos los colores partidistas.

Para el caso de la CDMX, detrás de la aparente calma, se cierne una amenaza que de no actuarse con la mayor celeridad se corre el riesgo de salirse de control como ha sucedido con la venta al menudeo de combustible robado en carreteras, ciudades y poblados (donde por cierto la capital del país no está exenta). Nos referimos al número incierto de automóviles que circulan sin placas, sin calcomanía, de todos los modelos, nuevos y usados, muchas veces con vidrios polarizados, tanto por calles y vías principales.

Viene a cuenta lo anterior, luego de que en los pasados días se diera a conocer el comienzo del operativo anual de fin de año del alcoholímetro, sin que a la fecha se instrumente algo similar para aquel fenómeno creciente que pone en riesgo la vida, la integridad física y el patrimonio de los demás automovilistas y de los peatones.

A la falta de de un documento de identificación certero que garantice conocer la identidad de cada uno de los mexicanos y mexicanas, ahora se sume que se circule en vehículos sin que se verifique su licitud para hacerlo.

Esta invisibilidad desde las autoridades no es novedosa, pues en la década pasada no cesaron en negar la existencia de cárteles locales hasta que los hechos pusieron en su lugar a cada quien.

De acuerdo con informes de inteligencia sobre delincuencia organizada, al complicarse a esta el tráfico de drogas al país del norte, los grupos criminales empezaron a diversificar sus actividades a las ya tradicionales de armas y trata de personas, incursionando en el secuestro, en el cobro de piso, la extorsión, el robo de mercancías al autotransporte y en el huachicol de combustible (gasolina y gas).

La manera en que se manifiesta el fenómeno de los autos sin placas, con permisos apócrifos (que van de los 30 días tradicionales hasta los “3 años”) y en muchos casos sin portar ningún papel, evidencia su origen ilícito, cuyos modus operandi refleja a su vez, una red bien organizada y de ninguna manera conductas aisladas repetitivas; eso explicando la resistencia de los elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana para marcarles el alto, disfrazado del argumento de que solo la policía vial está autorizada para ello, cuando la propia Constitución general, en su artículo 16, los habilita ante los indicios de un delito en flagrancia.

De acuerdo a la información en la página oficial del gobierno de la CDMX, los únicos permisos para circular sin placas son por 30 días y van dirigidos a autos nuevos que no se emplacarán en la entidad o para autos usados que dejaran de formar parte del parque vehicular, no habiendo ahí ni en otros medios de comunicación, informes de una situación extraordinaria que impida concretar el trámite respectivo con normalidad, que no debe demorarse de unos cuantos días.

Pese a que las aseguradoras de automóviles afirman que el robo en todo el país ha bajado en los últimos años, nada nos dice que lo que hoy observamos con enfado, sea producto del “stock” de esa actividad delictiva. Mercado creciente por lo atractivo que significa adquirir un auto de modelo nuevo o reciente a un precio entre 5 a 10 veces menor a su precio legal.

Los concesionarios, como las mismas compañías de seguros tienen parte de la responsabilidad, al guardar silencio ante lo que ocurre, importándoles solo vender y asegurar el mayor número de unidades. Frente a una autoridad local, que evade el asunto por ser políticamente incorrecto combatirlo, debido a su socialización.

Desgraciadamente, como ha sucedido en otros temas, cuando ocurre un incidente grave es cuando se toman cartas en el asunto. Hay que decirlo con claridad, para actuar se tiene que montar un operativo semejante al alcoholímetro, es decir, disponer de los elementos necesarios ante la posible resistencia –e incluso agresión- de los conductores infractores, envalentonados y/o aconsejados por la delincuencia organizada.

Los autos sin placas en la CDMX evidencian de manera ejemplar las dos realidades que conviven simultáneamente en el país, el de la legalidad exigiendo a usted y al que escribe estas líneas –para poder circular con nuestro automóvil- además de los requisitos normales de licencia y tarjeta, el refrendo y dos verificaciones por año, sin descontar no circular por emergencia ambiental, y por otro lado, el de la simulación, al permitirles a personas circular en vehículos sin registro, con toda impunidad.

Al lector, lo invito que en un ejercicio, cuente los automóviles que circulan en tales condiciones ante sus ojos, rogando al cielo que usted no sea una víctima.

Autor de las obras Derecho a la Identidad Personal y Cédula de Identidad en México, editorial Civitas&Universitas, 2022, sevilla2023derecho@gmail.com

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