En la madrugada del viernes 22 de marzo llegaron cuatro reportes en cascada al número de emergencia 911. Indicaban que hombres armados se estaban llevando a familias enteras en diversos sectores de Culiacán, Sinaloa.

El primer reporte llegó a las 4:30 de la mañana desde la colonia Villa Bonita. Vino uno más desde la comunidad de El Carrizalejo. Siguieron dos llamadas: una desde el sector Paraíso y otra desde la comunidad de La Noria, en la sindicatura de Imala.

Solo en este último lugar habían extraído a 16 personas de tres domicilios.

Entre los “levantados” había mujeres y niños. Según el recuento de las autoridades, de otra colonia, Industrial El Palmito, los sicarios extrajeron, junto a dos mujeres, a tres menores de 2, 6 y 11 años.

De Los Ángeles se llevaron a siete miembros de una familia, entre la que había cuatro niños de 6, 9, 11 y 12 años.

A muchos los sorprendieron mientras dormían. Los vecinos reportaron golpes y gritos.

La cifra fue creciendo de manera escandalosa. El secretario de seguridad de Culiacán, Sergio Antonio Leyva, admitió que efectivamente se habían recibido llamadas de emergencia, aunque hasta el momento, dijo, no había “nada confirmado”.

A las 3 de la tarde de ese día de horror, después de postear una foto en la que aparece abrazado al presidente López Obrador, y de expresar su beneplácito por la visita que hará este a Sinaloa el próximo 8 de abril —a fin de presenciar el eclipse de sol—, el gobernador del estado, Rubén Rocha Moya, habló en un post de hechos “presuntamente ocurridos” en Culiacán y afirmó que se trataba “de versiones aún no confirmadas”.

Según el gobernador, autoridades de los tres niveles de gobierno desarrollaban, sin embargo, “un operativo conjunto para esclarecer los hechos”. En su propio operativo, en realidad, para esa hora los narcos habían arrancado de sus domicilios a un total de 66 personas.

—¿Qué mensaje a los sinaloenses, gobernador? —le preguntaron a Rocha Moya a las cinco de la tarde, a propósito de los secuestros.

—Que no tengan miedo. Que son cosas que lamentablemente ocurren —dijo el gobernador.

A esa hora, Rocha Moya creía que los “levantados” “presuntamente” eran 15.

De pronto, misteriosamente, en cuestión de horas, los desaparecidos fueron regresando a sus respectivos hogares. Algunos fueron abandonados en el centro. Otros, en comunidades y colonias.

El sábado en la mañana el gobernador anunció que 9 adultos y 9 niñas y niños habían recobrado la libertad. Horas más tarde admitió que ya habían sido localizadas 42 víctimas. El domingo, el gobernador se “permitió” informar que se había localizado a un total de 58 (36 adultos y 22 niñas y niños).

De las 66 ausentes, escribió Rocha Moya, 8 personas permanecían aún con el “carácter de desaparecidas por ausencia”.

El secretario de Seguridad del estado, Gerardo Mérida Sánchez, precisó que no era posible determinar si esas personas se hallaban privadas de la libertad o solo estaban ausentes de su domicilio.

“Ninguno de los liberados se decidió a hablar. Nadie quiso contar qué fue lo que pasó en esas horas”, reconoció una fuente de primer nivel del gobierno estatal.

El periodista Adrián López, director del periódico Noroeste, afirma que es extraño que aún no se conozcan videos o fotografías de los secuestros. “Lo único concreto son los reportes al 911 que se registraron en el C4”, explica.

Fuentes federales de seguridad creen que existe una conexión entre lo que llaman “los decapitados de Badiraguato” y “los levantados de Culiacán”. El 21 de marzo pasado, un día antes de que se desataran los secuestros masivos, ocurrió un enfrentamiento en las cercanías de San José del Llano, en la sierra de Badiraguato.

Ahí, las autoridades encontraron una camioneta calcinada y con impactos de bala, así como los cadáveres de tres sicarios del grupo de Los Chapitos, dos de los cuales habían sido decapitados. Había también un trozo de cartón frente a las dos cabezas. “Así les va pasar a toda la bola de v… que le busquen al Guano. Atte. GDG”.

Se trataba de un episodio más en el enfrentamiento por el control del territorio entre los hijos del Chapo Guzmán (Iván Archibaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar, conocidos como Los Menores) y su tío, Aureliano Guzmán Loera, al que apodan El Guano.

De acuerdo con las fuentes consultadas, el operativo efectuado el viernes pasado en Culiacán tenía como fin ubicar a personajes que forman parte o llegaron a participar en la facción de El Guano.

Mientras se esclarece la verdad, en Culiacán reina el silencio.

Tras la llegada intempestiva a la ciudad de dos batallones de fuerzas especiales con más de 600 elementos, ocurrió ya un primer enfrentamiento con la delincuencia: un tiroteo en el Nuevo Malecón, de acuerdo con la prensa local, culminó con la muerte de un Guardia Nacional.

El periodista Ismael Bojórquez, de Ríodoce, escribió que la ciudad está tomada por soldados y pistoleros, y que la gente parece atrapada en sus propias casas.

El tercer Culiacanazo, como le llaman ya al secuestro masivo de ciudadanos ocurrido el viernes, confirma que Sinaloa está a merced del crimen: como ha escrito Héctor Aguilar Camín, ahí ocurre lo que quiera el crimen, cuando quiera el crimen. Lo vimos en 2019. Volvimos a verlo en 2021. Ocurrió el viernes nuevamente, y nadie saber por qué. Lo único que sabemos, como dice el gobernador, es que en Sinaloa el secuestro de 66 personas “son cosas que lamentablemente ocurren”.

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