El viernes apareció en Huitzilac, Morelos, el cadáver del periodista Roberto Carlos Figueroa, secuestrado esa misma mañana y cuyo cuerpo fue abandonado en un camino de terracería, horas después de que su familia pagara un rescate.
Cuatro días más tarde una lluvia de plomo tiñó de sangre el kilómetro 51 de la carretera federal México-Cuernavaca, otra vez en Huitzilac, a la altura de la zona de restaurantes que se hallan en el poblado de Tres Marías.
Eran cerca de las once de la mañana cuando un testigo llamó al 911 para referir que cuatro minutos antes había escuchado varias descargas, y que cuatro personas habían sido lesionadas.
Cuando aparecieron los cuerpos de emergencia encontraron los cadáveres de tres personas y a un hombre mayor de edad herido en una pierna.
Según la versión de testigos, un desconocido ejecutó a dos ocupantes de una camioneta pick up de color rojo, y segundos más tarde fue asesinado en un intercambio de disparos por un cuarto hombre, que resultó herido en una pierna.
Por las mismas horas eran asesinadas dos personas más: una en Xochitepec y una más en Jiutepec, municipio de donde salió el sábado pasado el obispo emérito Salvador Rangel con rumbo a Chilpancingo, y quien minutos más tarde fue víctima de un secuestro exprés.
143 personas perdieron la vida en el estado de Morelos durante el mes de abril. Solo el fin de semana pasado se cometieron en la entidad 14 homicidios dolosos: desde la llegada de Cuauhtémoc Blanco al gobierno del estado (octubre de 2018) se acumulan 5 mil 794 homicidios: 512 fueron cometidos en los primeros cuatro meses de 2024.
Como radiografía brutal de la inseguridad que priva en Morelos, entre el viernes y el domingo pasados se registraron ejecuciones en Jiutepec, Tetecala, Huitzilac, Emiliano Zapata, Ayala, Cuernavaca, Cuautla, Axochiapan, Yautepec, Tepalcingo y Atlatlahucan. En algunos casos, se reportaron víctimas que recibieron hasta 15 impactos.
Cobijado mientras tanto por la 4T, Cuauhtémoc Blanco ha solicitado una licencia de 60 días a la espera de obtener una diputación federal por la vía plurinominal.
Tras un gobierno de yerros, excesos y escándalos, el exfutbolista deja atrás un estado que en abril se posicionó como el quinto más violento de México, y que al menos desde enero de este año figura en el top 5 entre las entidades más peligrosas del país, con incrementos históricos en delitos como la extorsión, el robo de vehículos, el feminicidio, el narcomenudeo, el robo a negocio y la violencia intrafamiliar.
El Índice de Violencia en Municipios, dado a conocer en abril pasado, ubica cuatro alcaldías morelenses entre las 20 más violentas del país: se trata de Cuernavaca, Cuautla, Yautepec y Temixco.
La administración de Blanco ha quedado marcada por 2023, que es hasta el momento el año más violento en la historia de Morelos, y que de acuerdo con cifras oficiales registró un promedio diario de 14.3 homicidios dolosos.
El avance a sangre y fuego por parte de la delincuencia organizada es inocultable. El estado se encuentra bajo una guerra sorda por el control de territorios, de los grupos políticos, de las actividades criminales.
Cada rincón de Morelos tiene dueño: entre 14 y 16 organizaciones delictivas han sido identificadas por autoridades estatales. Su mayor reflejo es el cobro de piso, que tiene devastada a la entidad y mantiene bajo fuego, y sumergida en el terror, a la segunda ciudad más importante del estado, Cuautla.
Las narcomantas con desmembrados y decapitados, la visión de cadáveres abandonados en calles, caminos y carreteras, se han instalado en la vida cotidiana de los morelenses.
Blanco se va, pero su administración queda asociada con la fotografía en la que salió abrazado con tres jefes criminales, y con una violencia histórica a la que acompaña el empoderamiento de grupos como el Cártel Jalisco Nueva Generación, el Cártel del Noreste, la Familia Michoacana, Los Acapulco, El Comando Rex y la Unión Tepito, entre otras organizaciones criminales.