La cabeza fría de la presidenta Claudia Sheinbaum subió bruscamente de temperatura la semana pasada, ante la pregunta del reportero de EL UNIVERSAL Salvador Corona sobre las extrañas muertes de dos marinos, una por aparente suicidio y otra durante “una práctica real de tiro”, ocurridas en medio del escándalo que involucra a la Secretaría de Marina a la cabeza de una red a gran escala de tráfico de huachicol, operada desde los altos mandos de la Secretaría por dos sobrinos políticos del secretario de Marina durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, Rafael Ojeda Durán: el vicealmirante Manuel Roberto Farías Laguna y el contralmirante Fernando Farías Laguna.

“Con todo respeto… la manera en que lo preguntas no me parece correcta”, dijo la presidenta. “Ya no te voy a contestar”, agregó con el semblante descompuesto.

Ese día, sostiene una fuente de alto nivel de la Presidencia, volaron gritos y hasta papeles en la oficina de la presidenta. La mandataria ordenó a Jesús Ramírez Cuevas que apagara a toda costa el escándalo que había estallado en medios y redes, dado que la filtración desde la Fiscalía General del República del expediente completo del caso representa el misil de mayor calibre que se ha propinado a la narrativa de supuesta honestidad propalada por López Obrador y sus acólitos, y que se halla por encima de los crecientes escándalos de derroche, dinero explicado y corrupción que involucran a las figuras más prominentes del sexenio anterior, muchas de las cuales ocupan en este altos cargos.

Aunque la presidenta Sheinbaum, el secretario de seguridad Omar García Harfuch y el fiscal general de la república Alejandro Gertz se apresuraron a colocar debajo de la línea de flotación del exsecretario de Marina Rafael Ojeda, el expediente abre líneas que deben investigadas y que apuntan aún más arriba.

La denuncia realizada por el exdirector de la Aduana de Tampico, el testigo protegido bajo el nombre de “Santo”, señala a través de una serie de capturas de pantalla al capitán de corbeta retirado Miguel Ángel Solano Ruiz, el Capitán Sol, como operador de una red delictiva de reciente creación, y quien servía enlace con los titulares de distintas aduanas “para encubrir conductas de carácter ilícito” y “hechos de corrupción a gran escala” entre los que figuran el tráfico de influencias, el enriquecimiento ilícito, la operación con recursos de procedencia ilegal, la defraudación fiscal y la delincuencia organizada.

A través de la clave NK, Solano se comunicaba con “Santo” para operar la descarga de buques cargados de huachicol fiscal que luego era dispersado en pipas de distintas compañías y empresas gasolineras.

En esas comunicaciones, Solano emitió frases que revelaban que la red se hallaba protegida desde las más altas esferas del gobierno: “Usted no se preocupe, hay gente importante de altos niveles”, le dijo.

A medida que la descarga de buques aumentó y las preocupaciones del exdirector de la aduana aumentaron, Solano lo tranquilizó diciéndole “que tenía el apoyo de Los Primos (los sobrinos del almirante Ojeda) y jefes de alto nivel, gente influyente que no se imagina, capitán”.

Cuando circuló en redes un video en el que aparecían pipas en patios clandestinos, “haciendo operaciones de huachicol”, el Capitán Sol le dijo: “No se preocupe, capitán, usted haga sus revisiones normal con su gente de operaciones, no traen nada malo, son cosas de política, ya que se vienen las elecciones, son propagandas amarillistas, es un video viejo…”.

Agregó Solano: “Tranquilo, ya a nivel central tienen conocimiento de esto, no se preocupe, aquí hay mucha gente metida en esto, es cosa política, usted siga en lo suyo, no hay nada anormal, todo es legal”.

Tras la llegada de cada buque cargado de combustible ilegal, que el laboratorio de la aduana, controlado por Solano, presentaba como aceite vegetal, el capitán de corbeta tranquilizaba al director de la aduana de Tampico: “No se preocupe, le están calentando la cabeza al mando naval, ustedes continúen haciendo su trabajo normal… Mientras más barcos entren más recaudación fiscal tendrá la aduana”.

Cuando “Santo”, tras la llegada de otros buques reclamó que “eso no estaba bien y era mucho dinero (el que le estaban dando para repartir)”, Solano le dijo: “No se preocupe, todo está planchado, no creo que después de lo que recibió me diga que no, usted siga así, tiene todo el respaldo de acá arriba”.

Los buques cargados de huachicol llegaban con más frecuencia. Todo era ya tan descarado que los responsables de la aduana, según la denuncia, tenían miedo y no sabían qué hacer. Solano volvió a tranquilizar a “Santo”. Le dijo que “se trataba de choques políticos entre el secretario de seguridad Harfuch y el hijo del presidente, pero que ya llegaron a un acuerdo (…) no va a pasar nada”.

Poco después de que “Santo” fuera removido (en el expediente se da la impresión de que para que no estorbara), su sucesor, el capitán Carlos Estudillo Villalobos, le confesó “que ya no podía más, que tenía miedo” que “quería que todo saliera a la luz debido a que estaban entrando buques más seguido”. Solano le mandó decir al capitán “lo mismo de siempre, que no se preocupara, que había choque político entre el secretario de seguridad Harfuch y el hijo del presidente, pero que ya habían llegado a un acuerdo y que todo se iba a arreglar”.

Según el testigo, el cesionario de uno de los recintos fiscales donde descargaban los buques, el 289, radicaba en Tabasco y “tenía lazos de muy buena amistad con Adán Augusto López Hernández”. Un almirante le habría dicho “que tuviera cuidado con ellos (los del recinto 289) porque estaban trabajando con personas de la delincuencia organizada”.

La FGR siguió la red telefónica de uno de los sobrinos del almirante Ojeda, el vicealmirante Manuel Roberto Farías. Entre julio de 2023 y junio de 2025 tuvo comunicaciones constantes con gente ubicada en las inmediaciones de las aduanas de Guaymas, Ensenada, Manzanillo y Veracruz: más de 300 números telefónicos formaban parte de su red.

La red telefónica del enlace entre las aduanas, el capitán Solano, quien era al mismo tiempo el que bajaba las instrucciones de “jefes de alto nivel, gente influyente que no se imagina”, es crucial para conocer el verdadero alcance de la “organización criminal de reciente creación” que desde la cúpula de la Marina operó en completa impunidad durante el trágico sexenio de Andrés Manuel López Obrador.

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