Fue la última conversación: “Cuídate, mi niño, te quiero mucho”, le dijo Mayra Alejandra Buenrostro a su hijo Pablo, de 15 años de edad. “Yo también te quiero mucho, mamá”, contestó él.

Mayra había ido a dejar a Pablo a la casa de su abuelo, en Santa Ana Amatlán, en el municipio de Buenavista, Michoacán. Era viernes por la noche. Al día siguiente, Pablo debía llegar a las siete de la mañana a la huerta en que trabajaba cortando limón.

El sábado 8 de febrero, hacia las 11, su hermana Remedios le marcó llorando: “Mayra, tu niño murió, le explotó una mina. Está hecho pedazos”.

Relata Mayra:

“No pude y no puedo con el dolor, no lo quería creer. Me fui a la huerta. No nos dejaron pasar, nos dijeron que había más minas, que teníamos que esperar a que llegara el gobierno. Tardaron más de dos horas en llegar…”.

Cuando al fin le entregaron el cuerpo de Pablo en una caja, un funcionario le dijo: “Mire señora, no lo encontramos completamente. Anduvimos recogiendo lo más que pudimos, pero allá quedaron más restos de su hijo porque cuando los estábamos recogiendo explotó otra mina”.

“Solo me dieron sus piernas, sus manos, una oreja, algo de pelo. Yo no me atreví a abrir la caja, me dijeron que mejor me quedara con la imagen que tenía de él”, cuenta ella.

Un hermano menor de Pablo se atrevió a abrir el féretro. Aún no se repone del shock, y quizá nunca lo haga.

Se trataba de una mina sembrada por Los Viagras, aliados actualmente con el Cártel Jalisco Nueva Generación. Tanto ellos, como sus rivales de Cárteles Unidos, han minado grandes zonas de la Tierra Caliente.

Al lado de Pablo murió aquel día otro jornalero oriundo de Colima, que iba a contraer matrimonio el 14 de este mes.

Unos 10 cortadores, entre ellos un primo de Pablo, presenciaron la explosión. El fiscal del estado, Adrián López Solís, y el secretario de seguridad pública estatal, Carlos Oseguera, dijeron que en la zona militar había datos que indicaban que las víctimas en realidad “estaban manipulando el artefacto explosivo improvisado”.

Para el dirigente estatal del PRI, Guillermo Valencia, estos funcionarios “descubrieron sin más” que un niño de 15 años andaba en una parcela desactivando minas.

La acusación no se comprobó: en una rueda de prensa, la madre de Pablo exigió que limpiaran el nombre de su hijo, pidió a los funcionarios que se retractaran:

“No es un favor lo que les voy a pedir, se los voy a exigir porque así como fueron buenos para difamar, yo les exijo una disculpa en vía pública a nombre de mi hijo... Mi hijo era un campesino”.

“Ni el fiscal, ni el secretario, ni los militares lo han hecho”, asegura Mayra. “Nadie nos ha llamado, ni para dar el pésame”.

Según se ha documentado, Guillermo Valencia había recorrido la zona días antes de la tragedia, colocando letreros que advertían sobre el riesgo de las minas. Los letreros fueron retirados horas más tarde, poco antes de que Pablo y su compañero José Luis murieran.

En dos días de diciembre de 2024, el estallido de minas terrestres tanto en Paredes del Ahogado, en Buenavista, como en el municipio de Cotija, cobraron la vida de cuatro militares y dejaron cinco más heridos. El 16 de diciembre los militares buscaban un campamento del narco. Tuvieron que descender de sus vehículos para continuar a pie. Al avanzar por el terreno localizaron tres cuerpos desmembrados, un instante después, la mina estalló. El segundo caso ocurrió mientras intentaban desactivar un artefacto.

La Sedena culpó entonces a Cárteles Unidos, quienes minaron la zona para evitar el avance del grupo de Jalisco hacia Aguililla. En esos días se desató un amplio operativo en diversos municipios para localizar y desactivar explosivos.

Vinieron entonces los sucesos de Santa Ana Amatlán.

Ayer, Mayra Alejandra Buenrostro, la madre de Pablo, llegó a la Ciudad de México para pedir que las minas sean retiradas de las huertas. “Quiero que quiten las minas para poder recoger los demás pedacitos que hay de mi niño, recogerlos y ponerle una cruz donde murió”.

La mujer ha decidido pedir asilo al gobierno de Estados Unidos: “No me quedé callada, he hablado, he dicho verdades y tengo miedo de que se molesten y tomen represalias”, dice.

El fin de semana en que ocurrieron los sucesos, la presidenta Claudia Sheinbaum visitó el estado y presentó un programa llamado “Cosechando soberanía”. No hizo referencia a la violencia desatada en Michoacán. Para Guillermo Valencia, lo que urge es poner en marcha un programa que se llame “Cosechando minas”.

Porque inmensas franjas de Michoacán son terreno minado.

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