Apenas un año después del secuestro, tortura y asesinato del agente de la DEA Enrique “Kíki” Camarena, a manos de dos de los jefes del Cártel de Guadalajara, Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, congresistas de Estados Unidos afirmaron en una sesión pública que no había la menor posibilidad de que el gobierno mexicano revelara la verdad del caso.

El agente de la DEA Héctor Berrellez había sido nombrado coordinador de la Operación Leyenda, la investigación encargada por la agencia antidrogas para averiguar qué había ocurrido en realidad con Camarena, secuestrado a las puertas del consulado de Estados Unidos en Guadalajara, y cuyo cuerpo apareció un mes después completamente destrozado: con todas las costillas rotas, con el cráneo fracturado a golpes y las huellas de un sufrimiento inenarrable que se prolongó por varias horas.

Berrellez había actuado durante varios años como agente infiltrado en México. Hablaba español desde la infancia. Formaba parte de uno de los grupos de agentes más duros de la DEA. En un antro de los bajos fondos de Guadalajara pudo averiguar que, como iba a ocurrir 40 años más tarde con El Mayo Zambada, en tiempos del gobernador de Sinaloa Rubén Rocha Moya, el equipo de seguridad de Don Neto estaba integrado por policías judiciales del estado.

Le dieron un nombre: Jorge Godoy. Le llamó por teléfono y le dijo: “Soy el jefe de la DEA desde aquí hasta la Patagonia. No tienes dónde esconderte. Pero si me cuentas la verdad, puedo ayudarte”.

Godoy había estado en la casa de la calle Lope de Vega donde Camarena fue torturado. Al final, Berrellez pudo llegar hasta otros dos judiciales de Jalisco que formaban parte del círculo de protección de Fonseca Carrillo: el agente René López y el jefe de seguridad del capo, el comandante Ramón Lira.

Los tres habían presenciado la tortura de Camarena. Fueron interrogados por separado y sin que tuvieran oportunidad de interactuar entre ellos. Relataron que Caro Quintero y Fonseca Carrillo tenían credenciales de la Dirección Federal de Seguridad, expedidas en el tiempo en que Manuel Bartlett fue secretario de Gobernación, y contaron que en el interrogatorio y tortura de Camarena le preguntaron a este qué sabía de un rancho en Veracruz, propiedad de Caro Quintero, y qué sabía sobre la relación de los narcotraficantes con figuras de alto nivel del gobierno federal.

A Berrellez, los tres testigos, que se volvieron protegidos, le dijeron que un hombre con acento cubano había dirigido el interrogatorio de Camarena e incluso lo había registrado en una grabadora. En medio de la tortura, el personaje con acento cubano le preguntó insistentemente al agente de la DEA qué sabía del grupo contrarrevolucionario, que operaba en Nicaragua, conocido como Los Contras.

A Berrellez el hecho le brincó. ¿Un cubano preguntando sobre los Contras, el grupo guerrillero financiado de manera clandestina por la CIA para evitar que Cuba y la Unión Soviética pudieran instalar una cabeza de playa en Nicaragua, bajo el gobierno “comunista” de Daniel Ortega? En 1984, el Congreso de Estados Unidos le había negado a la CIA recursos para financiar dicha operación. Las fuentes de Berrellez le informaron que en el rancho de Caro Quintero en Veracruz el mismo personaje con acento cubano, quien se hacía llamar Max Gómez, había sido visto por los testigos entregando armas a Don Neto y Caro Quintero y llevándose en avionetas drogas y armas.

Concluyó que la CIA estaba colaborando con los narcos mexicanos, como una forma de financiar de manera oculta a los Contras.

Berrellez presentó a los informantes fotografías de varios agentes de la agencia central de inteligencia estadounidense. Todos ubicaron a Max Gómez como el hombre que dirigió el interrogatorio de Enrique Camarena. Solo que Max Gómez se llamaba Ismael Félix Rodríguez, y era un agente muy cercano al exdirector de la CIA y futuro presidente de Estados Unidos, George W. Bush.

Félix Rodríguez había sido reclutado durante la presidencia de Ronald Reagan por el comandante Oliver North, quien luego fue declarado culpable de haber operado el financiamiento ilegal en el escándalo conocido como Irán-Contras –años más tarde se desestimaron los cargos en su contra.

Los testigos de Berrellez, que hicieron públicas sus declaraciones en la serie “The Last Narc”, ubicaron a Max Gómez-Félix Rodríguez en la tortura de Camarena, en el rancho de Veracruz, y en la reunión en la que se planeó el secuestro del agente de la DEA, en la que según afirman estuvo presente Manuel Bartlett.

A Camarena le vendaron los ojos para interrogarlo. Héctor Berrellez cree que esta es la prueba de que no pensaban asesinarlo. “Pero se atravesó el temperamento desquiciado de Caro Quintero y todo se les salió de control”, cuenta Berrellez. Uno de los testigos relató que al ver moribundo a Camarena, Don Neto le reclamó a Caro: “¡Ya valimos madres!”.

Berrellez afirma que el gobierno de Estados Unidos nunca estuvo realmente interesado en extraditar a Caro, “porque él es una bomba nuclear: si en su juicio, y para evitar la pena de muerte, accede a decir lo que sabe, se va a revivir el tema de la CIA, del financiamiento a los Contras, de George W. Bush, de Félix Rodríguez, y de la relación de la CIA con los narcos mexicanos”.

Concluye Berrellez: “Según los testigos, Manuel Bartlett estuvo en la junta en la que se decidió el secuestro de Camarena. Los tres policías lo vieron. Cuando la CIA pidió ayuda al gobierno mexicano, fue él quien le propuso la ruta para que el financiamiento ilegal siguiera llegando a los Contras, a través de la alianza entre la CIA y el dinero producto de la droga aportado por el Cártel de Guadalajara”.

Cuando el cuerpo de Camarena apareció en un camino de Michoacán, relatan los testigos, Don Neto confesó: “Ya los políticos nos abandonaron”. Ninguno le contestaba el teléfono.

“Rafael Caro Quintero no solo es un problema para los políticos mexicanos. Si habla, inevitablemente, va a convertirse en una bomba nuclear de este lado de la frontera”, me dijo ayer Berrellez.

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