La semana pasada evoqué el cariño sincero que hay entre la presidentA doctora Claudia Sheinbaum y el ahora director del ISSSTE licenciado Martí Batres Guadarrama. Un afecto que, según ellos, se incició cuando ambos lucharon en el “movimiento de masas” del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) que defendió en la UNAM la gratuidad de la educación en 1986.

Pero el joven escudero Batres optó, en vez de beneficiarse de esa gratuidad en la UNAM, a la que tanto amaba, por trasladar su deseo de titularse a una “Universidad Humanitas” que le cobró decenas de miles de pesos durante tres años y medio para ungirlo como licenciado en Derecho.

Después caí en la cuenta de que, luego de pagar las suyas, el licenciado Batres salió de la “Universidad Humanitas” para reintegrarse a las filas unamitas y, ahora sí aprovechando la gratuidad por la que tanto combatió, hacerse de una maestría en Trabajo Social en 2019 y de un doctorado en Estudios Latinoamericanos en 2023.

Este doctorado se mereció tras la defensa de una descomunal tesis de 626 páginas que se titula La construcción de derechos sociales desde las políticas sociales en América Latina en la que estudia con el “método marxista” la forma en que “una construcción político-ideológica nacional-popular” combate al capitalismo. La tesis está dedicada “A los Presidentes Andrés Manuel López Obrador, Evo Morales y Néstor Kirchner, por su congruente labor para construir derechos sociales desde las políticas sociales.”

Es una tesis muy emocionante, hermenéutica y pegosteada.

La de maestría no lo es menos (básicamente la misma que la del doctorado, pero constreñida a la Ciudad de México). Batres explica minuciosamente cómo “lograr que el Estado ejerza una función redistributiva, ampliando progresivamente el gasto social a costa de los límites que imponga a la acumulación insaciable de fortunas, a través de instrumentos fiscales y del combate a la corrupción y los privilegios de castas y élites económicas y políticas.”

Todo eso lo lograrán “los grupos sociales invisibles para la teoría crítica eurocentrista”, es decir, “las “enormes masas desposeídas (que) viven en la miseria, sin propiedad alguna, sin capacidad de compra, insertadas de manera insegura y efímera en el mercado”, ya que “en los hechos la propiedad es accesible para un pequeño grupo de hombres blancos” que controlan el derecho civil, “el derecho de los propietarios” en el que “no aparece el hombre como ser social, sólo aparece un ser humano individualista, egoísta”, como aquel a quien criticaba con enjundia, desde su humanismo mexicano verdadero, el Supremo AMLO.

Y aquí es donde llegamos al momento actual de la Patria arancelada. Habrá que suponer que la contienda por alzarse con el control del poder judicial, en la que tanto lucha la licenciada Lenia Batres Guadarrama (quien acaba de convertir en propiedad privada la frase “Ministra del Pueblo”) algo habrá aprendido de las tesis jurídicas de su hermano. Por ejemplo, la necesidad de combatir al derecho civil porque es “el derecho a tener propiedad, a comprar y vender”, y “al sistema de justicia (que) está estructurado para garantizar el derecho de propiedad”.

Pues contra todo eso es que es necesario luchar con “nuevos actores, los grandes contingentes obreros, campesinos y populares que transforman al Estado”, para que “deje de ser sólo un aparato de fuerza” y asuma también “una función social”. Es decir, un Estado nacional-popular o un Estado socialista para el que “el Estado es el gran y el único responsable del bienestar social”. Y en eso estamos.

(Próximamente: los pegotes...)

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