El cannabis ha dejado de ser un símbolo de contracultura para convertirse en un agente de cambio social, médico y económico. La planta que por décadas fue criminalizada y estigmatizada, hoy redefine nuestra concepción del bienestar, la salud pública y la equidad de género. Lo que estamos presenciando no es solo una evolución legal, sino una transformación cultural de proporciones históricas.
Los datos son significativos. Un estudio reciente en el Reino Unido revela que el 92% de los pacientes que fueron tratados con cannabis reportaron una mejora en su calidad de vida. Este hallazgo no es aislado; refleja una tendencia global donde la planta, despojada de prejuicios ancestrales, se revela como una herramienta terapéutica con un potencial significativo.
Un cambio particularmente notable se observa en los patrones de consumo. La tradicional asociación masculina con el cannabis está cediendo terreno, con mujeres jóvenes reportando un mayor uso. Investigadores apuntan a un creciente interés en sus propiedades para mitigar el estrés, el dolor y los trastornos del sueño, afecciones que, históricamente, han impactado de manera desproporcionada al género femenino. Investigadoras señalan que este vuelco también es un reflejo de la disminución del estigma y una mayor apertura al diálogo. La autora Melanie Wentzel subraya cómo los sesgos históricos silenciaron durante mucho tiempo el uso femenino, mientras que hoy, muchas ven en el cannabis una vía legítima de autocuidado y empoderamiento.
Este movimiento no solo se limita al ámbito individual. Grupos industriales como la EmpowHer Cannabis Society abogan por una mayor equidad de género en un sector en expansión, y las marcas comienzan a dirigir su atención hacia las preferencias femeninas. Si bien persisten desafíos en términos de igualdad, es innegable que las mujeres están reconfigurando la cultura del cannabis, impulsando un futuro más inclusivo y diverso.
En nuestro propio país, México, el interés por el consumo legal de cannabis también experimenta un crecimiento palpable. La histórica resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 2021, que declaró constitucional el uso lúdico, ha marcado un punto de inflexión. Desde entonces, las solicitudes de permisos para el consumo legal ante la COFEPRIS se han incrementado de manera significativa. Entre enero de 2021 y octubre de 2024, se registraron más de 21,000 solicitudes, un testimonio del creciente deseo ciudadano por acceder al cannabis dentro de un marco legal.
Sin embargo, la realidad administrativa contrasta con este entusiasmo. De las miles de solicitudes presentadas, apenas una fracción, alrededor del 33%, ha sido autorizada. Este cuello de botella burocrático, en parte atribuible al aumento anual de las peticiones, evidencia la necesidad de agilizar los procesos y establecer regulaciones claras que permitan a los ciudadanos ejercer plenamente su derecho al consumo legal, tal como lo dictaminó la Suprema Corte.
Es importante observar este fenómeno en el contexto de otros desafíos de salud pública, como la devastadora crisis de sobredosis de drogas que azota a los Estados Unidos. Las recientes cifras que muestran una disminución en las muertes por sobredosis, particularmente aquellas relacionadas con opioides sintéticos como el fentanilo, ofrecen una luz de esperanza. Si bien las causas exactas de esta reducción aún se investigan, la posible influencia de cambios en las políticas y patrones de consumo no puede ser descartada. En este sentido, la regulación del cannabis podría ofrecer alternativas menos riesgosas para ciertos usuarios, aunque esta es una arista que requiere un análisis profundo y riguroso.
Finalmente, el panorama del cannabis está experimentando una transformación profunda y multifacética. A nivel global, se consolida como una opción terapéutica válida y se desmitifica su consumo, especialmente entre las mujeres, quienes emergen como un grupo demográfico clave en la redefinición de su cultura. En México, el interés por la legalización es innegable, aunque la lentitud en la expedición de permisos representa un obstáculo que debe ser superado.
Es necesario que las autoridades, los investigadores y la sociedad en su conjunto abordemos esta nueva realidad con apertura, rigor científico y una visión pragmática. El cannabis ha dejado de ser un tema marginal para convertirse en un elemento central en el debate sobre la salud, el bienestar y las libertades individuales. Ignorar esta transformación sería un error; comprenderla y gestionarla de manera responsable es algo indispensable para el futuro.