Muchos reflectores han estado enfocados en la pandemia del Covid-19 y sus efectos en el sector salud de los pueblos del mundo, pero existen otros pacientes que también presentan síntomas graves y que piden atención inmediata. Me refiero a la economía de los países del mundo, pero en especial la de nuestro país, México.
La noción de utilizar un sistema de cuentas nacionales para medir la actividad económica de un país o región nace con las reuniones de Bretton Woods (1944), y la Liga de las Naciones (antecedente de la ONU), y esto fue con el fin de homologar conceptos y mediciones estadísticas para comparar diversas economías entre sí, y poder al final, "fotografiar" de alguna manera la actividad económica de la aldea global. En pocas palabras, “medir para mejorar”.
Muchos podrán no estar de acuerdo con algunos conceptos de dicho Sistema de Cuentas Nacionales (SCN) pero, por lo pronto, es el que tenemos a nivel global para medirnos y eventualmente proponer medidas de políticas públicas para mejorar.
Las mediciones alternativas que se han propuesto para medir la “felicidad” o el “bienestar” de las personas son, hasta la fecha, solo propuestas que pueden ayudar en el conocimiento de la situación de las sociedades y de los individuos en dichas comunidades.
Habiendo hecho esta aclaración, enfocaré en el análisis de dichas cuentas nacionales para México, procurando usar un lenguaje lo menos técnico posible.
Imaginen el SCN como las cuentas que cada uno hace en los ingresos y gastos de su casa. Partiendo de un ingreso, ese se puede dedicar a consumo, pago de deudas, ahorro o inversión. Pues bien, en un país igualmente los ingresos generados por sus agentes económicos se pueden destinar a consumo, pagos de deudas, ahorro e inversión.
A nivel nacional, estas cuentas se pueden ver por el lado del ingreso (fuente) o bien por el lado del gasto (destino), sin embargo, la más usada es la del lado del gasto que es la siguiente:
Producto Interno Bruto (PIB) = Consumo + Inversión + Gastos del Gobierno + Exportaciones Netas.
De otra manera se expresa también así: PIB = C + I + G + (E - I)
Como podrán ver, si cualquiera de estos conceptos aumenta, entonces el PIB aumenta. Pero si alguno de estos baja, entonces puede afectar el valor de PIB. ¿Cómo se ven estos conceptos en nuestro país con los últimos datos revelados por el Instituto de Nacional de Estadística (INEGI)? Pues así para el segundo trimestre del 2020:
PIB (-18.7%) = C (-20.6%) + I (-34%) + G (2.4%) + [E (-31.1%) - I (-29.7%)]
Evidentemente, solo el gasto del gobierno aumentó marginalmente con respecto a la brutal caída de los otros elementos, generando una pérdida de valor en la producción de las empresas y, por ende, en el ingreso de las personas. Para ponerlo en perspectiva, los diversos analistas consideran que la pérdida anual para el 2020 será de un 10% del PIB, colocando a este indicador a los niveles observados en el 1er trimestre del 2015. O sea, este año retrocederemos 5 años en el tiempo.
¿Qué hacer ante esta situación, y con la pandemia todavía en ciernes? Pues algo más de lo que vimos ya, reactivar el consumo del gobierno, fomentar las exportaciones y dar certeza jurídica a las inversiones.
El consumo privado muy probablemente seguirá deprimido por algunos trimestres más mientras no haya las condiciones para gastar; pensemos en autos, casas, electrodomésticos y electrónicos, estos no aumentarán pues dependen de 2 cosas, la disponibilidad del ingreso presente y de la visión de futuro que tengamos de dicho ingreso.
Es decir, sí tengo el dinero para comprar el auto, pero no tengo certeza en que siga teniendo trabajo, entonces muy probablemente restringiré dicha decisión hasta que vea un panorama más claro.
Lo mismo sucede con la inversión, si no veo un panorama claro en el consumo de los productos de mi empresa, y una certeza de que mis inversiones serán respetadas por el gobierno, muy probablemente no invierta o me espere a ver cómo evoluciona el consumo.
Es precisamente por este hecho que muy probablemente tengamos un período inflacionario (moderado) mientras el gasto en inversión se anime por el aumento en el consumo. Lo que se conoce como “jalón de la demanda”.
Afortunadamente, al parecer, el motor de las exportaciones está reaccionando y puede apuntalar la ecuación. Nuestro sector exportador, con todo y las críticas sobre su grado de integración nacional, da trabajo a más de 2 millones de personas, y puede haber mucho más empleo al momento de reactivarse, pues su hilo conductor no está ligado a la economía mexicana (consumo), sino al consumo de la economía de los Estados Unidos (EUA).
Sin embargo, vemos con desánimo cómo el gobierno ha puesto freno de mano en la apertura de nuevas empresas de este tipo, dificultando la generación de nuevas plazas de trabajo. Lo que antes se requería 2 semanas para inscribir una empresa en el Programa de Empresas Exportadoras (IMMEX), con lo cual empezaban a contratar gente, hoy toma hasta un año.
¿Qué podemos esperar para nuestra recuperación económica? Pues por lo pronto un largo tramo por recorrer, lleno de dificultades.
Además, mucho dependerá de las acciones concretas que tome el gobierno mexicano para reactivar el motor económico de México, pues todo indica que nuestro mercado natural de exportaciones (EUA) trae fuerza y se está recuperando más rápido de lo esperado.
Pero el mercado interno está sujeto a condicionantes locales que tienen que ver con los impuestos, el crédito, el consumo del gobierno y la confianza de los inversionistas.
A continuación, presento varios escenarios de recuperación dependiendo de algunas consideraciones tales como la verdadera caída en el PIB del 2020, y el ritmo de recuperación del crecimiento y su duración:
1.- En un caso hipotético sin pandemia, ni tropiezo económico del actual gobierno, en el cual seguimos con el “modesto” 2% anual de crecimiento en los últimos años. Digo modesto, pues consideren que hay países que venían creciendo a tasas del 4% como Perú. Si este fuera el escenario, para el 2029 hubiéramos tenido un crecimiento del 24.34% en un período de 11 años.
2.- Pero desgraciadamente ¡no fue así! Tuvimos un 0% de crecimiento en el 2019 y esperamos un decrecimiento del 10% en el 2020. Bajo este escenario y con la falta de un verdadero acicate por parte de este gobierno, deja todo a la fuerza propia del mercado y podríamos tener un rebote para el 2021 de un 4%, pero este pronto cedería a un 3% para el 2022, un 2% para el 2023 y luego volver al modesto 2% inercial como lo veníamos haciendo antes de este colapso. En este escenario, nunca volveríamos a la senda o trayectoria que teníamos el 2018.
3.- Considerado los supuestos planteados por SHCP para el crecimiento durante el 2020 y en lo que resta del sexenio, aun partiendo de un 8% de disminución en el 2020, y con un gran rebote del 5% para el 2021, 4% para el 2022, 3% para el 2023, 2.5% para el 2024, las cosas volverían a caer al modesto 2%. Bajo este escenario, tampoco recuperaríamos la senda del crecimiento proyectada, pero si pudiéramos acercarnos más a las proyecciones originales del 2018.
4.- Finalmente, evaluamos un escenario “deseado”, en donde la baja es del 8% para el 2020, pero logramos un gran momento de recuperación con tasas promedio del 3% anual, entonces si pudiéramos recuperar la senda del crecimiento original del 2018, pero hasta el año 2029.
Esto significa que, en el mejor de los casos, tendríamos otra década perdida en la recuperación de una senda que, en su mayor parte, no debíamos haber perdido. En otras palabras, ¡en el cambio de timón, perdimos el rumbo!
Consultor en comercio internacional. Fue Subsecretario de Energía del Gobierno de Nuevo León.
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