¡Explotó Texcoco!, la Feria del Caballo clamó por los narcocorridos, justo allí donde corre el dinero en efectivo sin control, las apuestas clandestinas y los bacanales envidiables, la tierra de los tres grandes del morenato mexiquense: Horacio Duarte, hábil político, segundo en el gobierno de Toluca; Higinio Martínez, senador, veterano hombre de izquierda que acompañó a Heberto Castillo y se opuso a la criminal cancelación del aeropuerto de Texcoco al inicio del gobierno de AMLO, y la popular Delfina Gómez, gobernadora por necedad del presidente. Actual y verdadera “triple alianza” que gobierna el morenismo más numeroso y fuerte del país, como aquella que gobernó en los tiempos precortesianos el Valle de México: Texcoco, Tenochtitlán y Tacuba.
Todos lo sabemos. Allí en Texcoco, el cantante Luis R. Conriquez, se negó a cantar narcocorridos por mandatos del gobierno mexiquense, y se armó la remochina. Bronca total que de milagro no acabó en tragedia.
Texcoco de Mora, de Mora en honor al liberal guanajuatense Jose María Luis Mora, sacerdote y diputado al Congreso Constituyente del Estado de México, allá cuando nacía la República en 1824. En esa época pronunció un discurso donde habló de la libertad, y dijo algo que vale la pena recordar: “La libertad de opiniones sobre la doctrina nunca ha sido funesta a ningún pueblo; pero todos los sucesos de la historia moderna acreditan hasta la última evidencia los peligros y riesgos que han corrido las naciones, cuando alguna facción ha llegado a apoderarse de la imprenta, ha dominado el gobierno, y valiéndose de él, ha hecho callar por el terror a los que podían ilustrarlo. Pero los gobiernos no escarmientan a pesar de tan repetidos ejemplos. Siempre fijos en el momento presente descuidan del porvenir. Su principal error consiste en creer que todo lo pueden, y que basta insinuar su voluntad para que sea pronta y fielmente obedecida. Tal vez vuelvan sobre sí cuando no hay remedio, cuando se han desconceptuado y precipitado a la nación en un abismo de males”. (El Observador, México, 13 de junio de 1827.)
¿Vale la pena prohibir los narcocorridos como quiere algún diputado de Morena? Desde 1974, hace más de medio siglo, “Los Tigres del Norte” cantan “Contrabando y traición”. La historia del tráfico de marihuana, en la llantas de un carro de Tijuana a Los Ángeles. El despecho y la avaricia de Camelia mató a Emilio Varela, y la nula eficacia de la policía gringa, porque del dinero y de Camelia nunca más se supo nada.
Me dirán que los corridos tumbados de hoy, son una invitación al delito, son apología del crimen. ¿Más que los abrazos no balazos? Que los corridos de antes eran narrativos, y los de hoy son convocatorias a delinquir. Todo es un atentando a la libertad. ¿Desaparecemos los horribles murales de las paredes de la Suprema Corte de Rafael Cauduro que apestan a crimen? ¿Prohibir leer “La Reina del Sur” de Arturo Pérez Reverte? ¿Quemamos en leña verde a uno de los grandes literatos mexicanos, el sinaloense Élmer Mendoza, iniciador de la narcoliteratura y que aviven su hoguera la trilogía “Balas de plata”, “La prueba del ácido” y “Nombre del perro”? ¿Qué hacemos con el detective Edgar “el Zurdo” Mendieta? ¿Y los “Narcos” de Netflix? ¿La literatura crea la realidad o la terrible realidad inspira series, películas, libros y cantos? ¿Los narcocorridos salieron de la nada? ¿Hay narcocorridos en Dinamarca? No lo sé.
El gobierno de Morena apuesta simplemente a la percepción en seguridad, no a remediar el problema de fondo. Quiere un silencio cómplice. Que no se hable. Que no se diga. Que se guarde silencio. Que no se cante. Van bien. Genaro García Luna hacía series de Televisión. ¿Para cuándo el capítulo donde la Guardia Nacional entra a caballo, con Delfina a la cabeza y un estandarte de AMLO, música moralmente aceptada… y pacifica Texcoco?
Diputado federal