¿Bonca en la sucesión del Papa? La relación humana es poder, decimos con Foucault. Aflora ambición, avaricia, envidia; hasta un landrozuelo se quiere colar a votar, el cardenal Becciu.
División entre liberales y conservadores anuncian asombrados los “vaticanistas”. ¿Cuál novedad? Los primeros cristianos pelearon. Unos querían cuidar los arcanos puros y decirlos poco a poco al prójimo; otros en cambio, llevar el mensaje de Jesús rápido a todo el mundo. Pedro y Pablo riñeron en Antioquía, seguir o no a Moisés era el dilema.
El pleito está cantado. Los cardenales se encerrarán en la capilla que pintó Miguel Ángel, todos los sabemos; lo que se desconoce es que el Papa que ordenó pintar esos famosos frescos, Julio II, llegó con sobornos al trono de San Pedro. Simonía. Los Borgia también compraban votos. ¿Suena actual? Moches, prebendas, favores terrenales y eclesiásticos.
Hasta el templo de la más alta colina de Roma, Esquilina, donde será enterrado Francisco, es fruto de pendencia religiosa. Resulta que el patriarca de Constantinopla, Nestorio, dijo allá por el año 430 que la Virgen no era la madre de Dios; inmediatamente el Concilio de Éfeso lo contradijo y desterró: Madre de Dios y Reina, y el Papa Sixto III para desagraviarla mandó construir esa iglesia, Santa María la Mayor, con su minicapilla sixtina, reliquias del pesebre de Belén, el campanario más alto de Roma, techo de oro de América ofrendado a los Borgia, mosaicos bizantinos deslumbrantes, extraterritorialidad regalo de Benito Mussolini, y hasta el rey de España es protocanónigo de ese santuario.
Allí a la izquierda, entre la Capilla Paulina (Bonaparte) y la Sforza (dibujada por Miguel Ángel), estará el sepulcro de Francisco, según su testamento.
Francisco no estará sólo, podrá platicar con varios Papas enterrados allí, por ejemplo con Clemente VIII (1592-1605), ni más ni menos que el que mandó a la hoguera al dominico Giordano Bruno por decir que el sol era una estrella, y también ordenó decapitar a Beatriz Cenci por parricida, aunque Clemente no fue muy clemente con Beatriz, su padre la violó, animal machista como lo describió Stendhal con magia en “Crónicas Italianas”. Si Francisco quiere seguir hablando de la inquisición está Paulo V (1605-1621), y le podrá preguntar por el primer proceso al que se sometió a Galileo Galilei, donde se condenó, en 1616, la teoría de Copérnico.
Seguro felicitará al franciscano Sixto V (1585-1590), porque atacó al bandidaje del propio Vaticano y recuperó sus finanzas; aunque fracasó en la reconquista de Inglaterra, ejecutó a María Estuardo y se hundió la Armada Invecible española de Felipe II.
Con Pío V (1566-1572) puede conversar de la reimpresión de Tomás de Aquino, o preguntarle por la excomunión a la Reina Isabel I de Inglaterra y la batalla de Lepanto, donde perdió movilidad del brazo izquierdo Miguel de Cervantes. Podrá buscar a Nicolás IV (1288-1292) el primer Papa franciscano, que dicen que su cripta está allí, pero al parecer no se ha conservado.
También puede departir con la bellísima Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón. Le interesará al Papa Francisco, como a Alejo Carpentier en “El reino de este mundo”, discutir sobre los mismos yerros de ayer y hoy: frivolidad, opulencia, privilegio, ánimo de dominio del mundo, que llevaron a Paulina y a su esposo al país más pobre del planeta, Haití, prueba irrefutable, hoy, contra los cardenales tradicionalistas que el débil debe ser eje del amor católico. Con Gian Lorenzo Bernini, el enorme escultor, Francisco tendrá charlas con humor, por fin sabrá si el “Éxtasis de Santa Teresa” es placer o dolor.
Francisco no tendrá una tumba como Napoleón. Ojalá al Cónclave no lo invada ese “animus imperius” que ambienta ese templo, y siga creyendo —con Bergoglio— que la iglesia no es juzgado que condena, sino hospital para sanar y consolar.
Santa María la Mayor, como una madre embarazada eternamente, tendrá en sus entrañas a un hombre bueno (que no creyó en imperios ni en la Inquisición), allí esperará el nuevo alumbramiento, la resurrección, “con toda seguridad”, como le garantizó a Javier Cercas en su nuevo libro “El loco de Dios en el fin del mundo”.
Diputado federal