¿Son tan soberbios que ni con la iglesia han topado los morenistas? Su poder es absolutamente proporcional a su jacobinismo. Lo mismo se ponen una falda de la Virgen de Guadalupe e invitan al Papa a México, que se declaran ateos, y no soportan, concretamente la diputada Dolores Padierna, la mención de la palabra “dios” en la Cámara de los Diputados. (sesión, 4 de noviembre pasado).
En esta misma semana del telefonazo al Vaticano para invitar al Papa León XIV a visitar México, el presidente del consejo morenista en Zacatecas denunció al obispo Sigifredo Noriega Barceló, porque este último llamó a atender a madres buscadoras y productores agrícolas “damnificados de la 4T”. ¿Dónde está la libertad religiosa y de expresión con ese aprendiz de comecuras?
El problema es que, desde Tabasco, López Obrador, en plena temporada navideña, desató los demonios de su pastorela. Se cree el nuevo Plutarco Elías Calles, que quiere mantener la riendas del poder y convertir a su partido en una secta, donde él mismo sea el patriarca Pérez. Deben medirle la temperatura al agua; porque si al Zócalo, hace unos días, el claudismo llevó medio millón de gentes (por cierto, varios con su logo de la ahora famosa CATEM), seis días después se reunieron más de 13 millones de personas en el Tepeyac.
AMLO simula, escribe con un cuidado cobarde al tratar, en su nuevo libro a la Virgen de Guadalupe, “casi lo único bueno” entre tanta desdicha que trajeron “los invasores europeos”. (Grandeza. Planeta, p. 435).
La imagen de la guadalupana estaba en el Monasterio de Santa María de Guadalupe en Extremadura, España, y según Gisela Von Wobeser, investigadora emérita de la UNAM, la trajeron de Berlín. Entonces, ¿qué hacemos con la iglesia y los frailes humanistas, a quienes AMLO acusa de destruir con su cultura la de nuestros antepasados indígenas? ¿Seguimos pidiéndole perdón a España y al Vaticano? ¡Que venga León XIV, se arrodille ante la cabeza Olmeca y pida clemencia?
Sí. Aunque le duela a AMLO, la Virgen de Guadalupe española estaba en el coro del santuario franciscano de Guadalupe, en una talla del siglo XV, a cien kilómetros del municipio de Medellín, donde nació Hernán Cortés. ¿Los que le rezan a la diosa Tonantzin están del lado correcto de la historia, y los que poco a poco se fueron convirtiendo al guadalupanismo, son mexicanos espurios?.
AMLO no come lumbre. Dice que el “milagro” de las apariciones, fue un “hecho histórico-religioso de primer orden se hizo realidad por la resistencia y el empuje de los indígenas” (Idem. p. 435). Una de dos: o la “grandeza” indígena no resistió el hecho de conquista espiritual judeocristiana, o se estaba forjando una nueva identidad mexicana, enorme, grande, americana, contra la que está de fondo el obradorismo, y lo exhibe al neoescritor como un simulador.
AMLO, durante mucho tiempo citó como referente histórico al maestro de América, José Vasconcelos, ahora en su reinterpretación, no tiene reparo en llamarlo “antiindigenista, extranjerizante, y con el paso del tiempo, un consumado conservador” por avalar a los misioneros y “levantar a la Iglesia en México”. (Idem. p. 433). Eso. Estamos condenados quienes no pensamos como él, y repudiamos su liturgia de división y lucha de clases raciales. No cabemos en su templo, quienes creemos que la Virgen de Guadalupe, de España, instalada en el Tepeyac, es un factor de unión mexicano.

