En Michoacán el terrorismo mató la noche de muertos. Ofrendaron sangre del alcalde Carlos Manzo, para recordar y llorar a nuestros difuntos. Terror real, no representado. Tumba abierta, no simulada. Ataúd de verdad, no de disfraz.
No sólo fueron a asesinar a Carlos Manzo, el alcalde independiente del municipio de Uruapan, lo acribillaron en una de las plazas más emblemáticas de Michoacán, afuera de “La Huatápera”, uno de los edificios más significativos de la cultura purépecha-española, y en uno de los días más importantes para la mística michoacana. El mensaje es claro: la violencia es cultural, no se contenta con desaparecer a un hombre, el terror tiene que sobrevivir y mantenerse.
“Huatápera”, palabra indígena, afuera de donde corrió la sangre del presidente Manzo, quiere decir “lugar de encuentros, de ayuda”. Es un “hospital” fundado por el fraile español Juan de San Miguel, allá por 1533, como parte los testimonios de amor que dejó el otro español Vasco de Quiroga en la región. “La Huatápera” no era un hospital estrictamente médico, sino un lugar de hospedaje, acogida, consuelo, solidaridad. Ahora todo eso estalló por los aires. La discordia, el odio esparcido desde el gobierno, los abrazos a los criminales, la impunidad, alientan un ambiente en donde matar es cotidiano, donde convivir con la muerte, no es un día de cempasúchil, sino un día de tormento. Han asesinado a La Querencia. “La Huatápera” se mantiene en pie, como testigo de la infamia, y no es un edificio español, es mexicano; pero eso no tiene valor para el gobierno mexicano, que una y otra vez abre la herida con España, aunque quien ayudó a hacer “La Huatápera” de Uruapan nació en Sevilla, España, y pensó en aliviar el dolor de indios, criollos y forasteros. ¿Ahora, alguien puede caminar libremente por las huertas de aguacate? El gobierno atiza identidades diferentes para avivar fanatismos matones.
El gobierno de Morena necesita aceptar que la convivencia es entre diferentes, que no hay una única visión de la historia, que no hay una verdad cierta en política, que no existe el lado correcto de la historia. Que no estamos unos, la oposición, en el averno; y otros, los obradoristas, en el paraíso. Los tres municipios más poblados y ricos en comercio de Michoacán los gobierna la oposición: Morelia, Uruapan y Zamora. ¿Los van a liquidar?
Han matado la convivencia pacífica en Michoacán. Corrieron al gobernador del funeral. El terror está triunfando. No estoy seguro de que los asesinos de tantos michoacanos no tengan una cobertura de complicidad gubernamental, pero no lo descarto. Debería dar señales claras y contundente el gobierno de la República de sanciones para tanto sufrimiento. Omar García Harfuch no puede llegar a Palacio Nacional en un camino pavimentado de cadáveres, siguen campantes en sus cargos, Américo Villarreal, Rubén Rocha, Adán Augusto López.
Si Carlos Manzo tenía protección federal, ¿qué pueden esperar todos los mexicanos? Han convertido a la noche de muertos michoacana en un triunfo del terror y la maldad. Derrumbaron las “Huatáperas” con una política de connivencia con el crimen y complacencia con el cobro de piso, la extorsión y el secuestro. La pregunta clave: ¿Garantizan que Carlos Manzo es el último alcalde michoacano asesinado? Si la respuesta es “no”, entonces por qué no preguntarse ¿son aptos y capaces de tener el mando de policías y fuerzas armas? Culpen otra vez a Felipe Calderón, traigan al espantajo de García Luna, pero la sombra de esta última noche de muertos michoacana alcanzará a los actuales gobiernos. Michoacán está agraviado. Tiene coraje y enojo. Pero La Querencia sabe salvarse.
Diputado federal

