Agustín de Hipona (África), el santo que inspiró la orden religiosa del nuevo Papa Prevost Martínez, escribió en sus “Confesiones” que en su juventud se entregó a las “nieblas y vapores del cenegal de mi concupiscencia”, y aceptó que robó sin que lo “moviese la necesidad ni la escasez, sino el tedio de la virtud”. El maestro del nuevo Papa era un pecador.

Cuando cae Roma y es saqueada a manos de los visigodos comandados por Alarico en el año 410, Agustín escribe “La Ciudad de Dios”, donde el realismo lo hace “confesar”, también, que fue precisamente una concupiscencia del goce terrenal, los placeres, el privilegio y el egoísmo, el tedio de la virtud ciudadana. A Roma lo descalabró el pecado social, sostuvo.

El nuevo obispo de Roma tomó el nombre de León XIV, con lo que sugiere un seguimiento a la línea de pensamiento del Papa León XIII, que gobernó al catolicismo 25 años, desde 1878 hasta 1903. Fue un jerarca diplomático, salvó relaciones turbulentas del Vaticano con muchos países. Hoy necesitará el Vaticano un frente de paz al renacer de los caudillos ultranacionalistas.

El presidente norteamericano Cleveland regaló a León XIII, una Constitución en algún festejo. La relación Prevost-Trump será un desafío. Necesitará reglas claras. León XIII se mostró abierto a la investigación científica, a estudiar todas las confesiones, y al acceso al Archivo Secreto del Vaticano. Ahora en el siglo XXI la transparencia es un valor.

El antiguo León impulsó la tarea de estudio de unos cardenales como siembra de cultura, por ejemplo, apoyó al famoso cardenal John Henry Newman. Canonizó al fundador de las escuelas normales de maestros católicos, Juan Bautista De La Salle. Esas eran sus armas del Papa Pecci contra el pecado: cultura, ciencia y conciencia para transformar una realidad.

Leon XIII no fue un pontífice cerrado en cuidar puertas y ventanas de los templos, sino un impulsor de la presencia de su credo en mejorar las condiciones de vida.

Existen fotografías de León XIII, y fue el primer Papa en usar el cine, sabía el valor de la comunicación, escribió cartas y encíclicas; sin duda la más famosa es “Rerum Novarum” de 1891. El sólo título admitía un diálogo con las cosas nuevas del mundo. Pero con el tiempo se convirtió en la base de la Doctrina Social de la Iglesia. El Papa Pecci publica esa encíclica cuando ya habían editado Carlos Marx y Federico Engels dos volúmenes de “El Capital”, y faltaba divulgar el tercero. León XIII aborda “la situación de los obreros”. La revolución industrial tomaba fuerza y la desigualdad también.

El nuevo Papa Prevost no pudo rebautizarse con el nombre de León XIV sin la “Rerum Novarum” en su cabeza. Al colocarse el solideo blanco con ese nombre, renovó sus compromisos con los trabajadores del mundo, con la justicia social.

Cuando en México todavía gobernaba Porfirio Díaz, León XIII no duda en condenar en “Rerum Novarum”, la acumulación de riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría, que se debate indecorosamente en una situación miserable y calamitosa. Y criticó a las instituciones públicas y a las leyes de la religión pasada, por desatender esa inhumanidad de los empresarios y la desenfrenada codicia de los competidores. Habló de “voraz usura”, “hombres codiciosos”, “relaciones comerciales sometidas al poder de unos pocos”, “opulentos y adinerados han impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”. ¿Así, o más actual el diagnóstico del mundo moderno, del México de ahora? ¿Así el neoliberalismo depredador, que sigue vivo después de más de un siglo?

Pero el Papa italiano fue firme en la condena al socialismo que “atiza el odio de los indigentes contra los ricos”, a quienes “tratan de acabar la propiedad privada de los bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes comunes sean administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la nación”. Advertía contundentemente contra la dictadura del proletariado y la lucha de clases. Hoy, ¿el nuevo León XIV repudiará el asistencialismo que no libera, ni dignifica a la persona? ¿condenará las riquezas construidas por la corrupción y sobre el dolor de otros? ¿En México alguien dirá algo contra la dictadura del tarjetariado para fomentar el tedio de la virtud y el esfuerzo?

El pacto político de una sociedad, sin un pacto laboral solidario es vano. Son palabras huecas. Es la nada soberana. León XIII dejó claro el camino. Ni socialismo, ni capitalismo. Ambos envilecen a la persona, el primero fomenta el servilismo, el segundo cosifica al ser humano. La receta es unir libertad privada y bien común, es un contrato social con condiciones de trabajo humanas, “salario con justicia”, “asociaciones” dice León XIII que otorguen seguridad social, León XIV ya puede hablar de auténtico y libre sindicalismo, para defender las labores y aumentar los “bienes terrenales”, entre ellos los que garanticen un futuro digno. Hace 130 años en “Rerum Novarum”, León XIII habló de pensiones para la vejez y de salud a las familias de los trabajadores. ¿Tenemos asegurados los ahorros en México? ¿Hay medicinas en los hospitales públicos? ¿Están fuertes y sustentables nuestras finanzas para asegurar esa vejez en tranquilidad después de un trabajo útil? Nos conformamos con la servidumbre impulsada por los programas ¿sustentables? y opacos del bienestar.

La biografía de León XIV, y la inspiración de León XIII, nos convocan a los mexicanos a pactar una verdadera asociación que nutra los lazos de colaboración y solidaridad entre empleadores y trabajadores. Esas vidas interpelan al Partido Acción Nacional, que hunde sus orígenes en valores comunes pero laicos con el cristianismo; pero además, obligan a recordar su credo en esa doctrina social de León XIII, que abanderó, escribió y heredó su candidato presidencial en 1970, Efraín González Morfín y su presidente nacional, Adolfo Chiristlieb Ibarrola.

El PAN no puede perder esta oportunidad, de tomar esa tercera vía. No puede asumirse como representante de un empresariado sin sensibilidad social, ni buscar simular asociaciones que sólo son rebaños de votos. Ni patronismo codicioso, ni sindicalismo falso, las nuevas formas del pecado social, que se traducen en la concupiscencia del dinero, y el tedio de la virtud y el esfuerzo, para debilitar nuestro sentido de comunidad entre personas diferentes que quieren una convivencia en paz. La Roma de Agustín de Hipona fue presa de Alarico, porque cayó en la ambición de poder de unos césares glotones y de ejércitos más atentos al botín que al laurel. Llegó el derrumbe. Pues hoy para evitar esa demolición social, tenemos en un nombre: León XIII y su sucesor León XIV un ejemplo. El neoliberalismo tiene enfrente al neosolidarismo.

León XIV puede resucitar el valor de la solidaridad; y si se reconoce y nacionalizó peruano. No lo veo soliviantando extremos: ni el del liberalismo populista, caudillista y corrupto de Alberto Fujimori, ni en el socialismo marxista y terrorista de Abimael Guzmán. Lo veo conciliando la teología de la liberación, fundada por el peruano Gustavo Gutiérrez con una teología de la libertad. Lo imagino con Mario Vargas Llosa, en una nueva pregunta, sacada de “Conversación en La Catedral”: ¿En que momento se jodió el mundo? Frente a los que han transformado los palacios de gobierno en prostíbulos, o los templos en centros donde se adora al becerro de oro, de la avaricia y el placer. Como el joven Agustín de Hipona.

El nuevo Papa es agustino, por lo tanto sabe de yerros, y el eje agustiniano es el amor. “Ama, y haz lo que quieras”, frase que Hannah Arendt convirtió en tesis doctoral en Heidelberg, y Prevost Martínez la hará encíclica, sermón, inspiración.

La pregunta en México es: ¿Dejará ir esa enorme oportunidad de redibujar su identidad el Partido Acción Nacional, después de sus faltas y omisiones? ¿No le dio tedio a su virtud ciudadana? ¿No cayó en las nieblas y vapores del cenegal de la concupiscencia del poder?. Sería una puerta falsa tomar los extremos del neoliberalismo y sus patronazgos avaros o del socialismo y su gobierno aniquilador de la iniciativa individual, muchos menos empuñar banderas de identidades nacionales o criminales asesinas. La ruta de México es democracia para la justicia en la libertad. Con todas sus letras y sin rubor: Democracia social de la iglesia católica, fundada hace 130 años por León XIII. Y nadie está hablando de un estado confesional. La libertad religiosa no se toca.

Diputado federal

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