La llorona, dice Bernardino de Sahagún en su Historia, fue el sexto presagio funesto en Tenochtitlán antes de la llegada de los españoles. “Muchas veces se oía: una mujer lloraba; iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos: —¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos! Y a veces decía: —Hijitos míos, ¿a dónde os llevaré? (Tomo IV, Libro12, p.82. 2005. Porrúa). La Cihuacóatl gemía y bramaba anunciando el fin del imperio de Moctezuma, que sentía pasos en la azotea. ¿Noroña los sentirá en su casa de Tepoztlán?
Igual que en el mundo prehispánico, el senador Fernández Noroña fue a un paseo plañidero a Medio Oriente; a llorar, dijo, por la invasión de los judíos al territorio palestino, como hizo España en México, aunque habló en castellano y no en náhuatl, ni en árabe; y no se fue en carabela, sino en avión.
Cualquier buena agencia de viajes le habría ahorrado las sorpresas de andar por allá, todas saben que Jordanía e Israel, mantienen relaciones y se transita sin ser hazaña. Farsante. Si acaso quería ir a Gaza, un lector de periódicos sabe que la única entrada es por Egipto: el punto fronterizo es el paso de Rafah, donde entra la ayuda humanitaria, pero prefirió la pachanga por Dubái, y contarnos cuentos de un sufrido mexicano, casi candidato al Nobel de la paz, solidario con Palestina. Lloriqueo. Ya que andaba en Ramala hubiera subido a la fortaleza de Masada, cerca del Mar Muerto, fortaleza del tiempo de Herodes en pleno desierto, donde resistieron los judíos, y comprobar que hace dos milenios, todo ese territorio ni era judío, ni árabe, era de Roma.
En medio del llanto lastimoso el senador Noroña, dice que Palestina tiene derecho a existir. ¿Y también los terroristas de Hamás, asesinos de su propio pueblo? Confunde fechas y lugares. No es lo mismo el imperio otomano que los árabes. Confunde Riad como Estambul; y los acuerdos de Campo David fueron, primero, entre Menájem Beguín, Jimmy Carter y Anwar el-Sadat, para lograr un acuerdo de Israel con sus vecinos en la década de los 70; y los segundos acuerdos, fueron firmados en el año 2000, entre Yasser Arafat, Bill Clinton y Ehud Barak, que no Isaac Rabin, como dijo el parlanchín en su gimoteo; por cierto, ese acuerdo al que aludió Noroña fracasó. Lo que firmó Rabin y Arafat fueron los Acuerdos de Oslo en 1993. Además, hubo otra cumbre en Taba, en el Sinaí, entre Israel y la Autoridad Palestina en 2001. ¿Cómo negar la existencia de Palestina, si se conversa y firman convenio con ellos? Nadie está esperando a un senador mexicano para platicar; y por cierto, un detalle no menor: el gobierno israelí es electo democráticamente, mientras al palestino, incluido Arafat, nadie lo eligió. Noroña debería aprender de una mujer: Golda (con a) Meir, la primera presidenta (con a) israelí, a defender a su pueblo. Aunque sea para defender el AIFA (también con a). ¿Para cuándo el vuelo Ramala-AIFA?
Las lágrimas de Noroña son de cocodrilo. Fingimiento. Simulación. Como muchas cosas de Morena. Relatos históricos torcidos sin ningún rigor, fraudes para no responsabilizarse del actual tiradero nacional.
Patrañas de la incompetencia gubernamental aderezadas de victimismo, para no decir nada del campo mexicano y los refugiados, no de Gaza sino de Michoacán, de los que viven acosados por el gobierno estadounidense en Texas o California, territorios que España heredó a México, y siguiendo la lógica llorona de Noroña, los gringos los ocuparon como Palestina, ¿o con la 4T ya no? Menuda ayuda a renegociar el TMEC con el viaje del llorón. El TMEC da empleos a mexicanos, besar la tumba de Arafat no. ¿Difícil de entender?
“Lamentaciones” es un libro de la Biblia, escrito en aquellos lares por el profeta Jeremías, como expresión de dolor ante la caída de Jerusalén y el exilio del pueblo judío. Canto fúnebre escrito hace más de 2500 años. Los lamentos de Noroña son eso ¿sollozos del fracasado buscando compasión?, ¿presagio autóctono ante la caída de Tenochtitlán?, ¿o simple segundo piso de La llorona? ¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos!... ¿Hasta Dubái?
Diputado federal

