Soy un mal feligrés de esa religión que se llama futbol, que como toda iglesia tiene obispos (Carlo Ancelotti, “Cholo” Simeone, Luis Enrique, y en el plano mas local, “Tuca” Ferreti, Antonio Mohamed, o para los nostálgicos: Ignacio Trelles); por supuesto la iglesia tiene santos y sacerdotes (Cristiano, Messi, Modric, Herry Kane, Buffon, Lautaro Martínez, Mbappé); existen templos, verdaderos centros de veneración: Maracaná en Brasil, Wembley en Inglaterra, el Bernabeu en Madrid, o el Azteca en México, que un tiempo se llamó Guillermo Cañedo, vicepresidente de la Federación Internacional de Futbol, porque como en toda religión, alguien tiene que encargarse de las limosnas sin tener que patear la pelota.

En el balompié abunda dinero, hechizo y trampa. Tras las sacristías, los vestidores de un estadio, la magia y la pasión, se tornan en desnudez ética, negocio voraz, donde ese deporte no se hace con los pies, sino con enormes casos de corrupción, y el gobierno sólo es un simple observador. Por cierto, toda religión tiene predicadores: en México han existido muy buenos, de los viejos me quedo con Ángel Fernández y Fernando Marcos; de los nuevos, sin duda: Christian Martinoli.

Después de que los diablos rojos del Toluca vencieron al América, con una audiencia récord de televidentes, las noticias se agolpan. Ancelotti dirigirá a Brasil, Milito a la Chivas, Carlos Vela se retira. Viene el Mundial de Clubes. ¿El Ministerio Público de la CDMX se pone a las órdenes de un club, para investigar al michoacano Malagón, portero del América, denunciado por violencia? Ya su club desmintió. ¿Se procura justicia con porras a la fiscalía?

¿Clubes son islas de impunidad? ¿Existen sindicatos garantizando derechos laborales en el mundo del futbol? ¿Se lava dinero en la taquilla? ¿Se combate a la piratería de nombres, logotipos y plataformas digitales que roban la señal? ¿Se esquilma el trabajo de menores de 18 años? ¿Se declara y transparenta fiscalmente toda transacción de un jugador? Decir que el futbol lo organiza una “asociación privada de clubes” y que allí no se puede meter el gobierno, simplemente es claudicar.

El futbol, como toda religión, puede llevar a construir sociedades fanáticas intolerantes, donde se persigue el dinero hasta de muertos (un juzgado en Argentina revisa si asesinaron a Maradona). Lamin Yamal, nueva estrella del Barcelona, cobrará en los próximos años casi un millón de pesos diarios, y el gobierno español se queja de la hambruna en Gaza. ¡Hipocresía social y gubernamental!

No soy ingenuo, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, y Michel Platini, fueron cachados en transas; un ministro de Turismo de Brasil fue acusado de sobornos en la construcción de un estadio; Sandro Rosell del Barcelona también, y actualmente sigue en los tribunales españoles la investigación de supuestos pagos que hizo el Barcelona al vicepresidente de los árbitros, José María Enríquez Negreira. Corrupción pura y dura. Al presidente del América lo investiga (y colabora) el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, por probablemente dar “moches” a funcionarios de la FIFA; incluso dejó la presidencia de Televisa.

El futbol mexicano es mediocre pero rico, y como es iglesia, por reverencia cobarde no se tocan sus pecados. ¿Cuánto dinero mueve Florentino Pérez? ¿Y los dueños del futbol mexicano? ¿Qué sociedad estamos construyendo con niños viendo un futbol adulterado como mercancía?

El Tribunal Arbitral del Deporte recibió una apelación de 9 clubes mexicanos, en Lausana, Suiza, contra la Federación Mexicana de Fútbol, donde exige un sistema de ascenso y descenso en la competencia nacional, de los equipos ganadores y perdedores. Que sea el mérito, el esfuerzo y los goles, los que premien. No otro monopolio de privilegios. Entre los firmantes está el Atlético Morelia. ¡Vamos al empate, Morelia! No queremos un futbol de huevones que estiren la mano y ganen dinero. ¡No queremos un futbol del bienestar!

Diputado federal

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