México está colapsando.

Pareciera que cada día nos amanecemos con la nueva noticia de una institución que se desmorona, de una certeza que se desvanece, de un autoritarismo que se consolida, ya no solo revirtiendo aquellos tímidos avances de la transición ahora derrotada, sino profundizando la corrupción, el capricho y la incompetencia convertidas en sistema a niveles pocas veces vistos incluso en los tiempos más agudos del priato.

México está colapsando.

Y lo peor es que no hay respuesta ante este colapso. Sí, de vez en cuando la gente sale a las calles a marchar, pero es mero activismo aeróbico (buen ejercicio a secas, pero inútil como ejercicio ciudadano). Para no ir más lejos, apenas el 15 de noviembre la oposición celebraba por todo lo alto la marcha de la Generación Z, que supuestamente haría temblar a la inquilina de Palacio Nacional; ahora, menos de 3 semanas después, la Generación Z se ha desvanecido en el aire y el régimen se dio gusto reemplazando al “fiscal carnal” Gertz Manero por otra fiscal incluso más sometida al propio gobierno; todo ello con la evidente complicidad de la oposición partidista y la evidente resignación de la oposición ciudadana.

Y la pregunta es ¿Por qué? ¿Por qué las estrategias opositoras siguen fracasando en 2025, como lo han hecho desde antes del 2018?

La respuesta es bien sencilla. El error no son los logotipos, las consignas, las formas o los mensajes; el problema está en la estructura misma de la estrategia: una y otra vez, los dirigentes de la oposición han querido saltarse etapas y pasar directamente a la movilización, porque es la más sexy, es la que más se nota, es la que más emociona. Sin embargo, sin una base que le dé sentido y permanencia, esa movilización se convierte en lo que vimos hace un rato con la Generación Z, puro activismo aeróbico e incluso homeopático: diluido, vacío y -al final de cuentas- irrelevante.

  • Ok -me responderán- entonces, lo de salir a marchar con un eslogan y un logotipo nuevo en cada coyuntura, no es el camino. ¿Cuál es el camino? 

Muy sencillo. Si quieren salvar a la patria, es indispensable crear una alternativa viable.

¿Cómo hacerlo? aquí está la recetita, que consta de cuatro pasos.

Primero. Definir un liderazgo (o varios)

Los seres humanos no actuamos, y menos aún en el largo plazo, con base en meros conceptos abstractos. Sí, todos hablamos de valores, democracia, libertad o patriotismo, pero esos conceptos solo pueden aterrizarse en trabajo e influencia política cuando están “encarnados”. Por eso se necesita, sí o sí, antes que cualquier otra cosa, un líder; gente concreta, real, de carne y hueso, que encabece los esfuerzos y los haga pasar del humo a la realidad. Alguien en quién vernos reflejados y a quién aspirar.

Ahora bien, no necesariamente tiene que ser solo una persona. Pueden -e incluso deberían- ser varios perfiles, impulsados estratégicamente para ver cuál de ellos conecta y construye.

¿Qué requisitos necesitan estos liderazgos?

  • Ser una persona intachable, que no tenga cola que le pisen, que no esté sumida en acusaciones de corrupción. Preferentemente sin vinculación directa a los partidos. Que sea honesta y que también lo parezca. 
  • Ser físicamente atractiva; porque sí, en política ser guapo o guapa influye, y hasta decide elecciones. No es indispensable, pero vaya que ayuda; y, para enfrentar al régimen, la oposición necesitará toda la ayuda posible. 
  • No necesariamente multimillonaria, pero sí con el dinero, la presencia y las conexiones sociales y económicas como para hablarse con los más ricos y los más poderosos de este país, sin sentirse fuera del lugar. Capaz de conseguir por sí misma recursos, conversaciones y asientos en las mesas clave. 
  • Tener MUCHO carisma. Que tenga esas habilidades de liderazgo con las que se nace, y que también las haya desarrollado en forma adecuada; aunque no sea perfecta, pero sí naturalmente buena para expresarse y persuadir. 
  • ¡Ah! Muy importante, tiene que estar dispuesta a jugarse la vida y el patrimonio, porque enfrentarse a un sistema tan abiertamente criminal como este, y en condiciones de tan notoria incertidumbre como las actuales, no es para timoratos. “Levantar la cabeza” implica asumir un riesgo personal, pero alguien tendrá que hacerlo.  

Ahora bien, tantos requisitos pueden sonar a demasiado, pero en un país de 130 millones de personas, de las cuales probablemente hay entre medio millón y 1 millón en el círculo rojo (y de estas, probablemente unas 200,000 se encuentran en -o por lo menos tienen acceso inmediato a- los altos círculos del poder económico-político) tiene que haber por lo menos 2 o 3 personas con este perfil. El chiste es encontrarlas y luego posicionarlas. Ahí entra el segundo punto de la recetita.

Segundo. Plantear un programa

Un problema de fondo, lo mismo con la Marea Rosa, con la Generación Z, o con la ridiculez que se les ocurra dentro de 6 meses, es que como están tan obsesionados con movilizar lo más rápido posible, a la mayor cantidad de gente posible, crean movimientos que no solo carecen de líderes, sino de programa. Tejen una bandera lo más amplia posible, para que quepa todo el mundo, y al hacerlo crean aquel consenso infame al que se refería Margaret Thatcher: algo en lo que nadie cree y a lo que nadie se opone; y con eso no alcanza para enfrentar a un régimen autoritario.

Hacer verdadera oposición es una labor de alto riesgo y de largo plazo. Por eso requiere un liderazgo y un programa concreto; una alternativa viable, pues.

Y no, antes de que lo pregunten, no basta con decir simplemente “rescatemos la transición” o “rescatemos lo que había antes de López Obrador”, porque evidentemente lo que había antes no funcionaba bien...por eso ganó López.

Entonces, la alternativa tiene que definir algo mejor, y ha de ser concreta. Tiene que implicar posiciones claras frente a los temas prioritarios del país (mojarse, como dirían en España), incluso a riesgo de ello aleje en el corto plazo a potenciales apoyos. La alternativa no le va a dar gusto a todos, pero -por inicio de cuentas- ha de convencer a un nicho, que funcione como plataforma para expandir esa base en los siguientes meses y años; porque, insisto, esto no puede ser rápido. O se hace bien, o no va a funcionar.

Los detalles los definirán ustedes, pero esa alternativa tiene que ser al mismo tiempo vendible, para persuadir, e intelectualmente sólida, para mantener esas voluntades en el tiempo. Ser tan real como para que haya en todo el país miles de personas dispuestas a dedicarle a esa agenda su tiempo, su patrimonio, su seguridad y hasta su vida. Si no, no camina.

Tercero. Construir una estructura

¿Cómo se organiza a estas personas? Con una estructura territorial real, amplia en sus alcances y amplia en sus capacidades. Sí, están muy bonitos los chats de WhatsApp, los grupos de Telegram, las páginas de Facebook, los likes y los retuits, pero no es suficiente, ni de lejos.

Para enfrentar a un régimen autoritario y construir una alternativa viable que pueda reemplazarlo es indispensable tener estructura de a deveras, de esa que se construye caminando en las calles, visitando las casas, viendo a la gente a los ojos, estrechando su mano y dándole vida a vínculos de confianza personal, que sólo se forma en el mediano y largo plazo.

Esto significa que aquellos líderes a los que identifiquen como capaces de encabezar esta alternativa no pueden quedarse en WhatsApp, en videos de YouTube o en eventos empresariales de esos que son una vez cada año o cada 6 meses. Necesitan recorrer el país, municipio por municipio, colonia, por colonia, quiosco por quiosco; no solo para encontrarse con los ricos del pueblo, sino con la gente normal; no solo para pasearse en los eventos de sociedad, canapés y aire acondicionado, sino en la calle, con la gente, en el calor. Con dos o tres horas de carretera para encontrarse a 5 o a 10 personas en la plaza de algún pueblito y hablarle a esas 5 o 10 personas, y convencer a esas 5 o 10 personas.

No se trata de salir una vez, para tomarse la foto, sino de salir al mundo real, un día tras otro, un mes tras otro, un año tras otro, evento por un evento, para que el respaldo emocional, motivado por los liderazgos y el programa, se traduzca en una estructura permanente y con legitimidad propia en su región, capaz no solo de sumar likes en internet o de recolectar firmas para la causa del día, sino también desplegar equipos de difusión y de convencimiento a los votantes, y luego defender sus votos.

  • Oye, ¿pero en serio eso importa? 

Sí. Es indispensable. Acá les va un secretito. Incluso después de 6 años de movilización opositora y con el respaldo de la partidocracia -que supuestamente es experta en eso- Xóchitl Gálvez tuvo representantes en tan solo un 40% de las casillas a nivel nacional ¡sí, en menos de la mitad!, e incluso en la Ciudad de México ese porcentaje apenas subió al 60%.

Si en serio queremos que para las elecciones del 2030 exista una opción opositora con posibilidades reales, se necesita presencia en más del 80% de las casillas a nivel nacional, no para garantizar el triunfo, sino para competir. Y el tiempo se agota.

Cuarto. Desplegar movilización

Ahora sí. Ya con el liderazgo (o liderazgos), enfocados en un programa con apoyo popular lo suficientemente real, amplio y sólido como para traducirse en una estructura de alcance nacional, entonces sí llegará la hora de las grandes marchas, y de los hashtags, y de los logotipos y de las consignas; y le podrán poner que es la Generación Z, o la Marea Rosa, o la Marea Azul, o de colores, o lo que les dé la gana.

Y entonces sí serán capaces de llenar el Zócalo; no solo una vez, sino dos, tres, cinco, diez o las que haga falta, no solo en la Ciudad de México, sino en las capitales de provincia, en las ciudades medias y hasta en las comunidades. Entonces, sí podrán movilizar millones de personas sin necesidad de acarreos, entonces sí ese activismo será lo suficientemente sólido cómo para traducirse en una declaración de fuerza de cara al régimen y de cara al país.

  • Oye, ¿pero y por qué tendríamos que pasar por todo ese proceso? ¿Por qué es tan importante construir una alternativa viable? ¿no podemos dejar que el régimen colapse y ya? 

Porque, en primer lugar, si seguimos saltándonos pasos y apostando por la mera movilización de coyuntura, seguiremos cometiendo los errores que han marcado la oposición a partir del 2018. Sí, si seguimos en las mismas, algunas veces tendremos más o menos éxito, pero el resultado será el fracaso.

Algunos movimientos podrán (como en su momento lo hizo ‘El INE no se toca’) movilizar a cientos de miles de personas, pero solamente un día; otros -al estilo FRENA- podrán emocionar a otros tantos miles en chats de WhatsApp, para luego volar al viento como aquellas casas de campaña del plantón en Palacio Nacional; pero, mientras tanto, el régimen consolidará su autoritarismo, terminará su labor de destrucción y volverá cada día más difícil la labor de corregir el daño.

Y, en segundo lugar, porque el verdadero objetivo no debe ser derrotar a Claudia. El punto clave no es tumbar a Sheinbaum -o ni siquiera a Morena. El punto clave es qué quedará después.

Apostar -como pretenden algunos- solo al debilitamiento de la presidenta, sin tener una alternativa clara de cómo reemplazarla, implica dejar la puerta abierta a los radicales del propio régimen.

Ténganlo bien claro, si el gobierno se desploma, el país no va a regresar automáticamente al 1 de enero del 2018, ni aclamará a Peña Nieto en las calles. Si el sistema cae sin que tengamos lista una alternativa viable, Sheinbaum, López y Morena simplemente serán reemplazados por Noroña o algo incluso peor, como ha pasado tantas veces en momentos similares a lo largo de la historia.

  • Bueno, de acuerdo. Ya quedó claro que es indispensable construir una alternativa viable, que tiene 4 pasos: definir liderazgos, plantear un programa, construir estructura y desplegar movilización. ¿A quién le toca hacer eso? 

La respuesta es, nuevamente, muy sencilla. Les corresponde a los ricos, a los líderes políticos, a los líderes empresariales, a los donantes y a quienes les hablan en el oído. Les toca a quienes tienen acceso a los medios de comunicación, a quienes proyectan agenda y coordinan estrategias desde los restaurantes de lujo en la Ciudad de México, Monterrey o Guadalajara.

Por eso cierro esta reflexión con un llamado directo a ustedes, los líderes de las empresas, de los corporativos, de la tele y de las cofradías. A ustedes que se creen la aristocracia de México. A ustedes que han vivido y lucrado con los privilegios de su posición, su poder y su riqueza.

Si en serio son algo más que meros mirreyes, si en serio son líderes, SÉANLO. Dirijan. Guíen a la gente. Guíennos, pero no se aferren a esa ruta de movilizaciones fatuas y movimientos vacíos, que ya quedo claro, no funciona.

Cambien la estrategia. Construyan la alternativa y proyéctenla, porque empezar y dirigir a esa tarea les toca a ustedes.

  • Oye, pero es que los movimientos surgen desde el pueblo. 

Eso no es cierto. Suena muy bonito, pero no es cierto. Sí, eventualmente podrás encontrarte con un líder del pueblo -un garbanzo de a libra, como Lech Walesa en Polonia- pero no te puedes esperar décadas a que surja; e incluso ya teniéndolo, la estructura que le da a su movimiento la solidez y el alcance para perseverar en el tiempo y enfrentar exitosamente los recursos del régimen, requiere mucho dinero, requiere mucha influencia, requiere mucho poder.

Requiere el poder que ustedes todavía tienen, porque lo han construido o heredado, a buenas o a malas. Ahora les toca decidir qué hacer con él:

  • Pueden derrocharlo en acomodarse en el nuevo régimen, a costa de condenar sus almas -y al país entero. 
  • Pueden gastarlo en marchas de activismo homeopático que solo sirve para engañarse a ustedes mismos -y al país entero. 
  • Pueden invertirlo en salvar al país entero, para bien de todos, empezando por ustedes mismos. 

Entonces. ¿Quieren salvar a México?

Aquí está la recetita. Ustedes son los que pueden hacerlo. Háganlo, o carguen con la vergüenza, para siempre.

Doctor en Derecho, profesor, escritor y consultor político. Su nuevo libro es “La trampa de la Certeza: Y otras reflexiones sobre todo lo demás".

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