Detrás de la polarización populista opera el democraticidio que acompaña a las voluntades hegemónicas que, sin rubor alguno, se ofrece como “verdadera democracia”. Si algo tienen en común los populismos de izquierda y derecha es la búsqueda de hegemonía del poder político al que llegan por elecciones para luego tratar de cancelar la libertad para elegir gobiernos. Son las puertas contemporáneas del camino hacia la dictadura y, eventualmente el totalitarismo. Esas voluntades se vuelcan ya sobre el orden mundial con el gobierno de Trump sumándose al club.

¿Qué es lo que cambia con el tránsito de un orden liberal democrático con la llegada de los autoritarios? En el régimen político conservan el sistema electoral para subir al poder, pero también lo manipulan para mantenerse en él, haciendo de las instituciones electorales una herramienta dócil a sus propósitos. Al sistema de partidos lo adaptan para rodearse de comparsas u opciones sin posibilidades reales de sustituirlos. En México, la más reciente reforma a la Constitución eliminará la reelección legislativa y municipal, como en 1933, para fortalecer la concentración del poder en la dupla partido-presidencia. Esa fue una de las bases fundamentales de la hegemonía del partido de Estado que duró setenta años en el poder. En Estados Unidos la vía ha sido la difusión masiva del infundado desprestigio de las elecciones de 2020 y la redistritación favorable al Partido Republicano sumados al apoyo de una buena parte del gran capital (no sólo el tecnológico) al movimiento trumpista. Ya ni hablar de la supresión del pluralismo en Rusia y los demás países del creciente bloque de autocracias. Así pues, juegan con el régimen político a ser democráticos para dejar de serlo.

En el plano del Estado las cosas se vuelven más severas. Valores, procedimientos y derechos son acomodados para servir como pebetero olímpico de competencias que tendrán siempre el mismo ganador. Mediante reformas constitucionales se debilita o suprime la constitucionalidad democrática. Se mina o elimina el equilibrio de poderes y la independencia judicial. El Poder Legislativo se vuelve una extensión del partido dominante, lo mismo que la administración pública a la que el Ejecutivo procura sojuzgar por completo. El derecho, los derechos y su respecto se trituran bajo el peso de las influencias, los favores y la orientación ideológica dominante. En el caso de México, el gobierno populista ha reinterpretado los derechos humanos a su favor. La Comisión creada para defenderlos solapa y protege por comisión u omisión a los violadores de las peores atrocidades e interpreta los actos denunciados por las víctimas como acordes con el respeto a los derechos. En Estados Unidos la regresión de los derechos toma la forma de desmantelamiento de los sistemas administrativos que los procuraban o protegían dentro y fuera de sus fronteras y produce una neolengua a la manera de la novela 1984, de Orwell, (Newspeak).

En las nuevas hegemonías, los valores que el Estado protege ya no son los de ciudadanos libres que pueden hacer avanzar sus derechos en ambientes democráticos para hacer política abierta e igualitaria para el acuerdo y la decisión públicas. Por el contrario, infunden a todo lo que pueden tocar de la marca de su ideología para que el mayor número de individuos de todas las edades “piensen” de igual forma —o sea, por definición, para que no piensen con libertad—.

No pocas buenas conciencias en la izquierda esgrimen la idea de hegemonía acuñada por Antonio Gramsci y la proponen como proyecto de la izquierda “democrática”, sin darse cuenta de que, con independencia de la impresionante sociología cultural producida por el político turinés en la prisión, Gramsci siempre albergó la idea de un “nuevo príncipe” a la manera de Lenin, sólo que, digámoslo coloquialmente, cocinado en salsa bolognesa y no crudo, como lo representó el fundador del Estado soviético. En la síntesis gramsciana —“hegemonía es igual a consenso acorazado de coerción”— está la cola del diablo. Cuando falle la ideologización vendrá el uso de la fuerza.

Investigador del IIS-UNAM. @pacovaldesu

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