Hace algunos días el presidente Ramaphosa de Sudáfrica lanzó un Plan Económico de Reconstrucción y Recuperación de gran aliento para su país. Mi amigo Mauricio de María y Campos, que fue embajador ante ese país, me proporcionó ese interesante documento que debe inspirar nuestra acción como sociedad. Sudáfrica es uno de los principales países emergentes, el único país africano miembro del G-20 y de los BRICS. Después del histórico gobierno de Mandela, experimenta problemas similares a los nuestros, plagado de corrupción, debilitado por una década de estancamiento prepandemia, que su nuevo gobierno quiere revertir.

Su plan tiene interesantes propuestas que quiero vincular con algunas propias inspiradas en él. Contiene 3 fases y, en cada una, identifica intervenciones prioritarias. La 1ª Fase: Compromiso para Frenar la Expansión de la Pandemia, con una respuesta integral de política de salud para salvar vidas. Debería cubrir hasta el primer semestre de 2021 para enfrentar una pandemia descontrolada. Supone aumentar significativamente el presupuesto de salud (no 9%), para ampliar capacidad hospitalaria y de personal, abasto de medicinas y medidas preventivas, como cubrebocas y pruebas, y ahora una programación de la complejísima distribución de vacunas. Contempla un programa de apoyos focalizados para las familias y empresas más afectadas, que en México es muy débil. Aquí deberíamos plantear un Seguro de Desempleo y un Ingreso Básico “acotados” como ejes principales, consolidando apoyos dispersos. Prevé programas de créditos blandos de la banca de desarrollo a Pymes y para los sectores más afectados, como el turismo.

La 2ª Fase: Recuperación de la Economía, controlando los riesgos de salud, previniendo un rebrote para 2021. Este plan debería ser adicional a nuestro Presupuesto, pero integrándolo. Requiere una movilización adicional de recursos. Aquí habría 3 fuentes: diferir los proyectos aberrantes del Plan Maya, Santa Lucía y Dos Bocas (un ahorro de 1% del PIB), el uso de la línea de apoyo del FMI: 60 mil millones de dólares, 6% del PIB y, programas adicionales de la Banca de Desarrollo (por ejemplo, 2% del PIB). El plan debería tener un Programa Nacional de Inversiones, pública y privada, hacia infraestructura por un mínimo total de 25% del PIB y, la pública, 5-6% y, como Sudáfrica, un gran Programa Nacional de Empleo. Tiene un componente de proyectos de “economía verde”, de energías limpias, otro de saneamiento de sus empresas públicas estratégicas (aquí Pemex y CFE). Una política industrial integrada con una política comercial y regional.

La 3ª Fase: Reconstruir y Transformar para lograr un crecimiento sustentable de 5%, pero acompañado de reformas estructurales a partir de 2022. En primer lugar se aplicaría una reforma fiscal integral, con un nuevo Pacto Federal, negociada después de la elección. Ello permite fortalecer las capacidades del Estado, avanzar hacia un Sistema de Salud Universal, un Plan Educativo Nacional para ingresar a la Era Digital, desde la escuela primaria hasta la universitaria, incluyendo un sistema de reentrenamiento de trabajadores, frente a los cambios tecnológicos.

La 4T ha resultado una “quimera”, incapaz de controlar una CV-19 desbordada, una severa depresión económica o restablecer la confianza. Este plan sudafricano puede servir de inspiración para que la academia (por ejemplo, la UNAM) y la sociedad civil tomen la iniciativa para elaborar las bases de uno propio que incite la acción del gobierno para impulsar la “Recuperación y la Reconstrucción”, indispensables.

Exembajador de México en Canadá. @suarezdavila

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