A distancia de pocos días dos campos de reclutamiento, formación y exterminio de la delincuencia organizada salieron a la luz: uno en Teuchitlán, Jalisco, y el otro en Reynosa, Tamaulipas.

Los colectivos Guerreros Buscadores de Jalisco y Amor por los Desaparecidos fueron quienes respectivamente, en Jalisco y Tamaulipas, encontraron centenares de osamentas, ropa, zapatos e incluso registros de las víctimas que ahí habían sido ultimadas. Hallazgos ciudadanos ahí donde las autoridades decidieron no investigar.

Estos casos exhiben por qué en México no podemos recuperar la paz y reducir el control de la delincuencia sobre nuestro territorio: (1) tenemos autoridades negligentes y/o corruptas; (2) hay un abandono expreso a una parte importante de la población bajo el argumento de “son los mismos, se matan entre ellos”; (3) las supuestas políticas sociales de prevención no logran efecto alguno porque están mal enfocadas y nacen de un diagnóstico equivocado; (4) ante la evidencia de sus fallas, las autoridades prefieren mentir y revictimizar en vez de asumir su responsabilidad y corregir los errores y (5) se oculta sistemáticamente el número de víctimas de la violencia.

¿Cómo es posible que familias sin formación pericial, con sus propios recursos, hayan recopilado información, encontrado el sitio y descubierto los restos de centenares de víctimas de homicidio y desaparición, mientras que las autoridades de seguridad y justicia no estaban enteradas del tales hechos? Simplemente no es posible.

Es más, resulta impensable que una operación criminal de tal magnitud —donde se reclutaban a jóvenes, se les entrenaba y eventualmente se les privaba de la vida— ocurriese sin que exista algún nivel de complicidad y colusión entre los criminales y los servidores públicos.

Ya sea por omisión o por clara colusión, es indudable que una parte de las autoridades de seguridad y justicia —locales y federales—, sabían lo que ocurría y son corresponsables de tales masacres. Su omisión o colusión costó centenares de vidas.

Lamentablemente debemos decirlo, en México desaparecer es fácil, hay una importante falta de control territorial por parte del Estado que hace muy sencilla la operación criminal, una operación que arrasa con poblaciones completas, con miles de jóvenes, con autoridades que combaten el crimen, con migrantes secuestrados que no logran pagar un rescate.

Reducir los delitos y recuperar el control territorial es difícil, requiere de una profunda operación del Estado y capacidad de sus operadores, algo que se ha visto afectado toda vez que en los últimos 7 años policías y fiscalías, han perdido cerca de 40% de sus recursos.

En dicho contexto, hay un claro abandono a ciertas funciones institucionales y a ciertas poblaciones.

La idea de que se subsane dicho abandono con transferencias directas a los jóvenes y que ello prevenga de que participe o sean víctimas de la delincuencia resulta falso. Por lo contrario, se ha demostrado que los expone aún más.

En el Observatorio Nacional Ciudadano hemos investigado el fenómeno del reclutamiento y los resultados arrojan con claridad que la impunidad, el que un joven no trabaje en la formalidad o asista regularmente a clases y el consumo de alguna sustancia son los principales factores que facilitan que un joven se sume voluntaria o forzadamente en actividades criminales.

Por ende, dejar de combatir los delitos, debilitar la currícula académica, inhibir la formalidad y facilitarle dinero a los jóvenes, promueve su participación en el delito.

Así mismo, que la autoridad claudique a su responsabilidad, mienta o revictimice, favorece un clima de mayores delitos y violencia.

Una vez que se publiquen los datos oficiales de incidencia delictiva de marzo, sabremos si en la estadística se incluyeron esas —por lo menos— 400 víctimas de homicidio doloso que se estima hayan sido localizadas en Teuchitlán y Reynosa o si, como ocurre frecuentemente, maquillarán las cifras.

Recordemos que la estadística delictiva es el insumo base con el que se construyen y evalúan las políticas de seguridad y si estas son falsas, no obtendremos buenos resultados.

Si bien es evidente que en México algo cambió, que en este sexenio hay menos abrazos a los delincuentes y más responsabilidad, no podemos cantar victoria ni sentir que vamos en la dirección correcta.

Por seis años se debilitó a las instituciones, se permitió el empoderamiento de la delincuencia, se engañó al ciudadano y se abandonó a las víctimas y ello se resuelve con transparencia, rendición de cuentas, una fuerte inversión en seguridad y justicia, combatiendo la corrupción y reduciendo la impunidad, empezando por sancionar a aquellos corresponsables de que hoy México esté sumido en la violencia.

Director del Observatorio Nacional Ciudadano. @FraRivasCol

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